En abril de 2025, el Tribunal Supremo del Reino Unido dictaminó que, a efectos legales, el término “mujer” se refiere exclusivamente al sexo biológico, excluyendo así a las mujeres trans de esta categoría en la Ley de Igualdad de 2010.
Esta decisión representa un retroceso alarmante en materia de derechos humanos. Pretende “proteger a las mujeres”, en realidad perpetúa una narrativa peligrosa, una visión esencialista del género que ignora las complejidades de la identidad y la experiencia humana. Este fallo no es un hecho aislado. En Estados Unidos, el gobierno de Donald Trump ha firmado varias órdenes ejecutivas que niegan la existencia de las personas trans, prohíben su participación en deportes femeninos y restringen su acceso a servicios de salud y documentación oficial.
Desde los feminismos, debemos rechazar esta lógica excluyente que no solo vulnera a las personas trans, sino que también debilita nuestras propias luchas. Las políticas antitrans abren la puerta a la erosión de derechos para todas las mujeres. Judith Butler o Paul B. Preciado han desarrollado a profundidad la idea de que las políticas que restringen la autodeterminación de género son formas de control biopolítico que afectan a toda la sociedad.
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En América Latina, la violencia contra las mujeres trans es alarmante. El transfeminicidio de Sara Millerey en Colombia, quien fue brutalmente agredida y arrojada a un río, conmocionó a la región y evidenció la deshumanización que enfrenta esta comunidad. En México, se registraron al menos 59 asesinatos de mujeres trans en 2024, la mayoría en la Ciudad de México. Estas cifras reflejan una violencia estructural que se ve agravada por discursos y políticas que niegan la identidad y los derechos de las personas trans.?
Al reforzar una visión rígida del género basada en el sexo biológico, se limita la libertad de todas las personas para definir su identidad y se abre la puerta a la reducción de otros derechos. Las políticas antitrans suelen ir de la mano con otras medidas que restringen derechos; las restricciones al acceso a atención médica afirmativa pueden derivar en recortes a servicios de salud reproductiva, como el acceso al aborto o a educación sexual. Como advirtió la escritora Maggie Nelson, “Trump usa a las personas trans como chivos expiatorios. Son tácticas de represión que se expandirán”
Como feministas, debemos alzar la voz contra las políticas y discursos que perpetúan la exclusión y la violencia. La lucha por los derechos de las mujeres trans es una lucha por la libertad y la dignidad de todas.
