Ignorar, no saber sobre algo no es un defecto, ni un pecado, ni algo de lo cual avergonzarse, porque, como lo señaló Sócrates, siempre será infinitamente más lo que se desconoce que aquello sobre lo que algo se sabe. Por más conocimiento acumulado que alguien posea, lo que no está en su universo de sabiduría será mayor. Lo que sí es una vergüenza es tener la desfachatez de hablar, de opinar sobre aquello de lo que se tiene poco dominio o, en ocasiones, no se tiene la menor idea. Aún más grave el cinismo de saber que se está distorsionando conscientemente la realidad.
Es difícil tener en claro si las autoridades y representantes de Morena no saben nada, saben poco o a propósito mienten y distorsionan en lo que toca a las “novedosas”, “únicas” y “democráticas” elecciones del sistema judicial que ese partido ha empujado para satisfacer el capricho vengativo del EXpresidente –aunque Sheinbaum y algunes otres se sigan refiriendo a él como si aún estuviera en funciones–.
“Digo, sin exagerar, una de las reformas constitucionales que hicimos, nos parece que está abriendo camino diferente para la humanidad desde México, porque por primera vez en la historia de los pueblos del mundo se va a elegir por el voto universal, secreto y directo a las personas integrantes del poder judicial”, fue a decir Gerardo Fernández Noroña, en calidad de presidente del Senado ante la Confederación Europea de Presidentes de Parlamentos el pasado 21 de marzo.
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Por su parte, la autodenominada ministra del pueblo, Lenia Batres, insistió, en el acto de apertura de su campaña, el pasado 30 de marzo, que “será la primera vez que por voto universal, directo y secreto se elija jueces, juezas de distrito, a magistrados, a magistradas de circuito y a ministros y ministras de la Suprema Corte de Justicia de nuestro país”.
Ya antes, y en más de una ocasión, Claudia Sheinbaum, había afirmado “Este 1 de junio de 2025 quedará grabado en la historia de México porque por primera vez se elegirá democráticamente a jueces, juezas, magistrados, magistradas, ministros y ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación”, lo hizo en su informe de los primeros 100 días de gobierno. Y apenas el 30 de marzo pasado insistió en el punto de que la votación del poder judicial nos convierte en “el país más democrático” del mundo.
El caso es que el discurso morenista en torno a la elección judicial es exactamente lo que se define como posverdad: una mentira cargada de emotividad con la que se busca incidir en la sociedad sin importar la realidad pues el único objetivo es moldear la opinión colectiva para lograr los resultados que les son convenientes. La posverdad no es el resultado “inocente” del desconocimiento (la persona que opina sobre lo que no sabe sin medir las consecuencias) sino que es el producto deliberado de una estrategia política en que se miente con consciencia y se reafirma la mentira para generar una narrativa que no atiende a los hechos sino a los fines.
Este es el caso de la reforma que nos ha llevado a que el poder judicial SEA DE NUEVO, sí, porque ya lo fue en el siglo XIX, electivo. Si votar por jueces, magistrados y ministros nos hace democráticos, pues, sin duda, una buena parte de la centuria decimonónica fuimos un país plenamente democrático porque los tres poderes eran resultado de procesos comiciales. En efecto, en el artículo 92 de la Constitución Política de la República Mexicana de 1857 (que suponemos el presidente del Senado, la magistrada y la presidentA deben conocer) se especificó: “Cada uno de los individuos de la Suprema Corte de Justicia durará en su encargo seis años, y su elección será indirecta en primer grado, en los términos que disponga la ley electoral”. Y elecciones de los tres poderes se efectuaron desde entonces, por elección popular, indirecta para las federales, directas en varios estados.
A partir de la década de los setenta, pero especialmente en la de los noventa, algunas voces, entre ellas la de Justo Sierra, señalaron de manera constante la necesidad de hacer, otra vez (como lo fue en la primera mitad del siglo), inamovibles los cargos del poder judicial, como herramienta para dotarlo de independencia y separarlo de “los negocios públicos” y de “las ocurrencias políticas”, afirmaría Manuel de la Peña, apoyándose a su vez en las palabras del estadounidense Alexander Hamilton. La Constitución de 1917 suprimió el carácter de elección popular y trasladó la designación a la fórmula que conocimos durante el siglo XX y hasta ahora: el ejecutivo propone una terna y la Cámara alta del legislativo, previa auscultación de las personas propuestas, decide (artículo 96).
Así es, fue con el propósito de despolitizar la justicia que se decidió modificar los mecanismos de elección y permanencia de jueces y magistrados para sacarlos de la esfera de influencia de otros poderes y otras personas poderosas. Hoy, en claro retroceso volvemos a las fórmulas decimonónicas revestidas de un discurso que quiere vendérnoslas como modernas, novedosas, democráticas, pero no, lo único cierto es que al politizar la justicia la pervierten aún más
Adenda: Hay diversos estudios que dan cuenta de la historia electoral mexicana del siglo XIX, entre los cuales se cuentan los generados en los últimos años en el Instituto Mora, los que constituyen la más importante colección sobre el tema. Varios de ellos se encuentran en formato digital de acceso libre. Aquí algunas referencias, para quienes quieran saber un poco más: “Elecciones en el México del siglo XIX. Las prácticas, tt.1 y 2”; “Campañas, agitación y clubes electorales: Organización y movilización del voto en el largo siglo XIX mexicano”; “Cuando las armas hablan, los impresos luchan, la exclusión agrede... Violencia electoral en México, 1812-1912”; y “Prensa y elecciones. Formas de hacer política en el México del siglo XIX” (https://atarrayahistoria.com/libros-2/)
* Fausta Gantús
Profesora e investigadora del Instituto Mora e integrante del SNII. Especialista en historia política, electoral, de la prensa y de las imágenes. Entre sus publicaciones más recientes se cuentan el libro “Caricatura e historia. Reflexión teórica y propuesta metodológica” (2023); “La toma de las calles. Movilización social frente a la campaña presidencial. Ciudad de México”, 1892 (2020, coautoría); así como la co-coordinación de “Un siglo de tensiones: gobiernos generales y fuerzas regionales. Dinámicas políticas en el México del siglo XIX” (2024) y “Emociones en clave política: el resentimiento en la historia. Argentina y México, siglos XVIII-XX” (2024). Autora también de “Herencias. Habitar la mirada / Miradas habitadas” (2020) y “Dos Tiempos” (2022).
