La justicia ambiental es un gran pendiente para todas las naciones, lo que impide alcanzar la verdadera justicia y el derecho de contar con un medioambiente sano. Lamentablemente, este tema no se ha dimensionado como debería, a pesar de que las condiciones climáticas y meteorológicas afectan la vida de cada persona que habita la Tierra.
Desde la creación del Convenio sobre la Diversidad Biológica en 1992, México ha adoptado diversas políticas públicas y medidas legislativas para proteger las distintas formas de vida, desde los microorganismos hasta la flora, la fauna y cada uno de nuestros ecosistemas. Sin embargo, este es un tema pendiente en la Ciudad de México.
En esta tarea, las especies endémicas y la biodiversidad tienen un valor incuantificable en la historia ambiental de nuestra ciudad y en el equilibrio ecológico, del cual depende la vida de cada persona, ser vivo o ecosistema. Con ellas, tenemos una deuda pendiente.
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Reivindicar y cuidar las especies endémicas que son, orgullosamente, de la Ciudad de México es un acto de justicia ambiental y también un homenaje a la riqueza natural y al equilibrio ecológico que mantienen una relación directa y permanente con nuestra vida cotidiana. Las especies endémicas son orgullo, identidad y arraigo con nuestras raíces.
La Ciudad de México alberga el 12 % de la biodiversidad nacional y el 2 % de la biodiversidad global. Entre esta riqueza se encuentran nuestras especies endémicas y ecosistemas únicos en el mundo, que reflejan el legado de un pasado pluricultural que dio origen a México-Tenochtitlán: una civilización que vivía con profundo respeto y armonía con la vida, el ecosistema, su entorno natural y cultural.
Sin embargo, todo nuestro legado ha quedado desprotegido por la falta de una política de gobierno que articule esfuerzos para proteger, conservar y recuperar las especies endémicas y la biodiversidad de nuestra ciudad, así como los ecosistemas de los que estas especies dependen para subsistir.
Por ello, presenté en el Congreso una iniciativa para expedir la Ley de Especies Endémicas y Biodiversidad, con el fin de proteger formas de vida de flora y fauna únicas en el mundo, como el ajolote, el cacomixtle, el teporingo, la rana de Tláloc, la ranita del Pedregal y la biznaga de San Ángel, así como el sistema de humedales de Xochimilco, los bosques del Ajusco y la Reserva del Pedregal.