El mundo entró en completa ebullición a partir de 20 de enero, la llegada de Donald Trump a la presidencia, generó en poco menos de 60 días, un verdadero caos en materia económica y geopolítica.
Tras el atentado del 13 de julio, Trump se asumió como el “mesías” que devolvería a la Unión Americana su grandeza nacional y económica. Este discurso en otro mandatario, sería etiquetado como de un dictador.
Pero ningún país o medio de comunicación en el mundo, tipifica abiertamente la política y discurso de Trump como una tiranía que además es imperialista. Quizás no lo veamos, pero es un hecho que sus diatribas son las de un dictador.
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La guerra arancelaria de Trump tiene, entre otras, la intención de esconder los planes con que busca devolver la grandeza a su país, aplicando los gravámenes a aquellos países que desee presionar y jugar para mantener a su alcance, a quienes quiere tener a la vista como es el caso de México.
Anteriormente, mencionamos que lo primero que buscaba Trump era ganar tiempo y con ello, preparar su jugada fundamentada en los mercados financieros. Hacia allá parece apuntar la estrategia, pues una salida que comienza a vislumbrarse es volver a revalorizar los certificados del Oro en manos de la FED, justo ahora que el metal alcanzó su máximo nivel histórico. De esta manera, llevaría a los estados contables del banco central casi de la noche a la mañana, poco más de 700 mil millones de dólares.
Esto ya ocurrió antes. En 1973 el gobierno de Estados Unidos revalorizó sus certificados en los mercados financieros internacionales cuando el oro había pasado de 35 a 100 dólares por onza. De esa forma, en medio de una crisis económica, logró inyectar liquidez al mercado interno sin tener que seguir imprimiendo dinero. Parece que el gobierno de Trump está apunto de repetir la receta cuando el oro se cotiza en 3,100 dólares por onza y continúa a la alza.
Recientemente, Trump anunció una reserva en criptomonedas que incluye al Bitcoin, además de la posibilidad de emitir su propia moneda digital. Poner a la venta dicha “moneda”, le daría a la FED la liquidez que necesita en este momento para reactivar su economía interna, sin necesidad de seguir aumentado la deuda pública.
De lograrlo, la economía interna de los Estados Unidos tendría un repunte importante pues no sólo minimizaría los efectos de los aranceles y la inflación, devaluaría al dólar que es parte de estrategia lo que provocaría que las importaciones venidas del exterior fueran más caras y que, la deuda en manos de China, perdieran su valor lo que provocaría, una recesión mundial de la que ya todos hablan.
Es una medida arriesgada, pues China, podría intentar deshacerse rápidamente de la deuda estadounidense antes de que la FED pudiera valorizar la venta de cripto monedas y terminar de hacer líquidas sus “reservas en Oro” lo que provocaría, una caída en picada de la economía mundial. Vale recordar que Estados Unidos no tiene Oro físico en sus arcas, pero los certificados, le otorgarían un recurso artificial para lograr una vez más sus objetivos.
Pero si así fuera, para eso está la guerra, Europa está entrando en un programa de rearme de aquí al 2030. Esta medida, justificará el crecimiento económico de la zona de aquí al final de la década. Japón y Corea del Sur, también anunciaron ya sus programas armamentistas y Rusia, China, Irán y Corea del Norte junto con la India, van caminando en esa ruta, mientras que, Estados Unidos, ha puesto también en marcha su programa de rearme que, junto con la jugada Oro-cripto monedas, buscarán ser la base del crecimiento prometido por Trump.
Pero, dónde queda México en todo esto. La posición en este momento de nuestro país es compleja por diversas razones que intentaremos explicar. En primera instancia, el tema de los aranceles no sólo tendría un impacto directo en las exportaciones de las empresas mexicanas a los Estados Unidos, principalmente a las empacadoras de alimentos que regularmente deben estar lidiando con las sanciones que ese país impone a los productores mexicanos por temas “sanitarios”.
En el tema de las manufacturas, el impacto arancelario puede ser relativamente menos negativo, pues es posible que Trump haga algunas concesiones específicas al sector automotriz. En el sector energético, está por verse cómo se dará la relación pues la presidenta ya anunció que la producción de petróleo será únicamente para consumo interno, pero en un escenario de rearme bélico, será muy difícil mantener la posición.
Pero detrás de los aranceles, está el impacto que esto podría tener en la inversión extranjera que llega a México, cierto, el origen principal de estos flujos provienen de Estados Unidos, pero la presencia de empresas europeas en el país, podría frenar sus planes de inversión, sobre todo las que estaban por llegar. Lo mismo ocurriría con las inversiones de empresas chinas que, aunque la presidenta ha mencionado que no cerrará relaciones con ese país y otros en controversia con la Unión Americana, habrá que esperar las condiciones de Trump.
En este contexto, llegamos al punto más importante que es impulsar la inversión interna y llevar a buen puerto el Plan de Desarrollo Nacional que se basa en la creación de los llamados Polos productivos de desarrollo que darían a la economía mexicana, la fortaleza requerida para enfrentar este momento. El asunto es que, para que eso suceda, se necesitan grandes sumas de inversión tanto pública como privada y aunque existe interés por parte de los privados en diversos proyectos, es posible que, junto con los recursos del gobierno, no sea suficiente para resistir el impacto de la recesión global que se avecina.
La paradoja es que hoy, México se encuentra atado a un tratado comercial que su creador está manipulando a su antojo sin que poco a nada se pueda hacer desde el gobierno, mientras que, la dependencia económica que dicho acuerdo generó para nuestro país, hoy lo condiciona no sólo para buscar nuevos mercados, si no porque, parte de esa integración, implicó el desmantelamiento de la base productiva de nuestro país que, bajo el mandato de los gobiernos neoliberales, pregonaron que no era necesario producir internamente si se podían traer bienes más barato de fuera. Así que, en el hipotético caso de que las empresas norteamericanas regresaran a su país, México no tendría mucho que exportar.
Eso es justo lo que Trump está combatiendo con su guerra arancelaria, así que, quienes hoy atacan al gobierno mexicano, son los mismos que promovieron la apertura comercial en las condiciones en las que hoy nos encontramos y que omiten llamarle dictador al tirano.