#CARTASDESDECANCÚN

Carta a Doña Tatiana Clouthier

En la cual se pone de manifiesto el rumbo errático y caótico que tiene nuestra relación con los Estados Unidos. | Fernando Martí

Escrito en OPINIÓN el

EXCMA. MTRA. DOÑA TATIANA CLOUTHIER ENTE FANTASMAGÓRICA DEL 2° PISO

Muy Elusiva y Enigmática Porrista:

No encuentro la fórmula protocolaria apropiada para dirigirme a Su Excelencia. No la quiero llamar Titular Nominada, aunque el término sería exacto, pues de la nominación no ha pasado el cargo que le asignaron en el gobierno federal. Menos aún le diré Directora Responsable, pues no existe ningún indicio de que dirija nada, y en cambio, sí muchos de su prolongada irresponsabilidad. Y es que han pasado seis largos meses desde que la doctora Sheinbaum anunciara su nombramiento al frente del Instituto de los Mexicanos en el Exterior, y hoy es día en que aún no se presenta a trabajar.

Los medios han circulado muchas versiones para explicar tan ostensible ausencia. Unos dicen que no está conforme con la relevancia del cargo, que Vuestra Vanidad esperaba alguna encomienda mayor, tal vez un espacio en el gabinete, o quizás una embajada en Washington. Otros apuntan que le parece insuficiente el presupuesto destinado a esa oficina, lo cual anticipa que su desempeño sería ineficaz, además de frustrante. Cuestionada al respecto, su superior jerárquica, la Presidenta con A, dijo que asuntos personales le han impedido asumir, pero no dijo si era cierto, como dice la rumorología, que mantiene diferencias profundas con el Segundo Piso, sobre todo en el tema de la reforma judicial.

Especulación pura y dura, aunque no hay duda de que sería Su Gracia la causante de tanta conjetura, pues en el sobrado lapso de un semestre se ha mantenido en las sombras, no ha hecho ninguna declaración, no ha dado ninguna entrevista, no se ha aparecido en la mañanera, vamos, ni siquiera ha emitido un boletín que explique su desaparición del escenario. Tal vez ya se le olvidó que, cuando presentó su renuncia a la secretaría de Economía en el 2022, ofreció que se iba “con la mano tendida y con la puerta abierta”, pues la impresión que deja su obstinado silencio es que la comunicación se cerró de un portazo.

Alguna circunstancia le habrá impedido también, como asentó en su carta de despedida, convertirse en parte de la porra de la 4T, pues de sus labios sellados no ha salido una palabra de aliento, ya no digamos un grito de apoyo o un alarido de combate. La verdad precisa y maciza es que, desde hace seis meses, Vuestra Molicie tiene en espera a la presidenta Sheinbaum, al canciller De la Fuente, al gabinete en pleno, a la opinión pública, y de alguna manera, a los 36 millones 983 mil 682 mexicanos que, según la propia dependencia que debiera estar dirigiendo, son de ascendencia nacional y radican en Estados Unidos.

Para colmo, tal abandono de sus deberes tiene lugar cuando México enfrenta la relación más tirante y espinosa, por no decir más expuesta y desafiante, de los últimos cien años. Aunque mi memoria es flaca, que yo recuerde desde la época de Obregón (cuando nos obligaron a firmar los tratados de Bucareli, violando nuestra propia Constitución), de Calles (cuando el embajador llamó al presidente mexicano “comunista y bolchevique”), o de Cárdenas (cuando la expropiación petrolera), en cosa de un siglo no habíamos sufrido desde el norte una agresión tan violenta como la que se encuentra en curso.

Amagos de aranceles desorbitados, amenazas de cierre de la frontera, vuelos espías sobre el territorio, rumores de bombardeos a los laboratorios de fentanilo, declaratoria de terroristas a los grupos criminales, excitativas de incursiones militares de algunos congresistas, construcción de un muro oprobioso y racista, colocación de una barrera de alambre de púas en el río que nos separa, deportaciones masivas de indocumentados, y como cereza del pastel, el señalamiento oficial de la Casa Blanca de que somos un narco estado.

La crisis es de tal magnitud que medio gabinete presidencial se tuvo que trasladar a Washington, en actitud nada digna, quizás hasta en tono suplicante, para paliar la andanada. Ya en otra ocasión tendremos oportunidad de discutir ese inútil trance, pero por ahora me permito preguntarle a Su Lejanía, ¿en dónde estaba el Instituto de los Mexicanos en el Exterior? Entre el público, es de suponerse, viendo los toros desde la barrera…   

Ni que decir, si yo fuera la Jefa de la Nación ya le hubiera retirado la encomienda. Este gobierno le tiene tanto pavor a las rupturas, quizás porque la misma 4T proviene en origen de un desgajamiento del oficialismo, la salida de la Corriente Democrática del PRI, que es capaz de aceptar en sus filas a toda clase de réprobos, malhechores, tránsfugas de todo pelaje y traidores confesos. Y en ese desgarriate, han aceptado como mal menor el grosero desprecio de Vuestra Arrogancia.

Como diría El Buki, a dónde vamos a parar…

***

La cuestión es que traigo una inquietud que Vuestra Astucia, si despachara desde el escritorio que tiene asignado, tal vez pudiera disipar, o al menos aplacar. Es un desasosiego que surge al ver el ahínco y el desparpajo con que el mandamás de Estados Unidos, Míster Donald Jay Trump, muestra al exhibir las ansias, para no decir las urgencias expansionistas del imperio de las galaxias.

Ya lo ve Su Señoría: en las escasas y exactas siete semanas que tiene instalado en la Oficina Oval, ya le sugirió a Canadá que se convirtiera en el estado número 51 de su pacto federal , ya le advirtió a Dinamarca que se va a apropiar de las vastas tundras de Groenlandia “de una u otra forma”, ya amenazó a Panamá con recuperar el canal transoceánico de grado o por la fuerza, ya anunció su plan para agenciarse la Franja de Gaza y hacer una suerte de protectorado y, de pasadita, ya insinuó que lo que más le conviene a México es transformarse en una estrella de la Unión Americana.

Este último tema me pone un tanto paranoico. Con espanto, leo en la prensa que el Señor Potus (President Of The United States), concede a Rusia el derecho a invadir a Ucrania y revela, sin pudor, casi diría con cinismo, que la ayuda a Zelenski depende de que le otorguen concesiones mineras para explotar minerales escasos (eso minutos antes de explotar él mismo y correr a su huésped de la Casa Blanca, por negarse a agradecer de rodillas las armas recibidas). Con pavor, oigo en la tele que gestiona la expulsión masiva de dos millones de palestinos, y sube a sus redes un video, hecho con inteligencia artificial, en la cual la franja ha cambiado de nombre y ahora se llama Trump Gaza, aparece repleta de hoteles y casinos, y engalana la avenida principal una estatua dorada del hombre del copete anaranjado. 

Todo eso me provoca una recurrente pesadilla, pues mi mente calenturienta no puede desterrar la sospecha de que tiene en algún rincón de su retorcida mente la intención de cercenar a México, no solo echarle unos cohetes con drones a los narcos, sino ocupar todo o una parte del territorio nacional, y le gustaría que ni China, ni Rusia, ni Europa, ni el resto del mundo opinara en ese asunto pues, como mal dice y maldice la doctrina Monroe, América es para los americanos.

Desde luego, Vuestra Elusión coincidirá conmigo, no la tiene tan fácil. Yo opino que los mexicanos somos rabiosamente mexicanos, que odiamos a los gringos por abusones y entrometidos, que no les hemos perdonado que nos quitaran del río Bravo para arriba, que sigue vigente e hiriente la masacre de los Niños Héroes, que no se olvida que conspiraron para asesinar al presidente Madero, y si todo eso no bastara, que somos nacionalistas de hueso colorado, que no cambiamos por nada nuestros tacos y nuestros chilaquiles, que nos emboba la música de mariachi y el escándalo de la tambora, que traemos la Suave Patria circulando por las venas y el México lindo y querido transpirando por los poros y que, en dado caso, como dijo la Señora Presidenta, atendiendo las estrofas del himno, llegado el caso de que tengamos que defendernos, el cielo en cada hijo un soldado nos dio.

Todo eso anima y reconforta pero, Vuestra Evasión lo sabe, la verdad es que también estamos un mucho agringados. Estados Unidos es el país que preferimos como turistas, ya no digamos como migrantes, y junto al sueño americano también hay un sueño mexicano, que para millones de compatriotas consiste en irse para allá, adquirir la residencia o la ciudadanía, poco a poco llevarse a la familia, aprender inglés aunque suene pocho y, de manera inevitable, dejar de ser Pepe para empezar a ser Joe. Y aún quienes nos quedamos, nuestra vida está repleta de marcas y de gustos americanos, y en nuestro día a día son del todo familiares la música de rock,  las series de Netflix, los partidos del Súper Bowl o la NBA, los nominados al Óscar, el cafecito matutino en Starbucks, las visitas infantiles al Kentucky o al McDonalds, los viajes en Uber, las compras por Amazon, las estancias en AirB&B, la comunicación cotidiana y obligatoria vía hotmail o gmail, el chismorreo cotidiano en Facebook o en Instagram, y andamos tan desorientados en nuestra identidad que se ha puesto de moda ir a celebrar el mexicanísimo Grito de Dolores, fiesta de la independencia nacional, a los gringuísimos antros de Las Vegas.

Así que, si Vuestra Paciencia me lo permite, voy a revisar mi opinión anterior, la de ser rabiosamente mexicanos, y la voy a formular como pregunta incómoda, y sin duda, políticamente incorrecta: ¿a cuántos mexicanos les gustaría ser gringos? O dicho en viceversa: ¿qué tan gringos les gustaría ser a muchos mexicanos? ¿Seguir de mexicanos, pero con residencia allá? ¿Ser mitad y mitad, o sea, tener la doble nacionalidad? ¿O ser gringos de tiempo completo?

Y ahora, a bocajarro, me permito plantearle el interrogante a Su Sapiencia: ¿tiene Usía esos datos? Ya que en teoría dirige la instancia que se ocupa de los mexicanos fuera del país, ¿de pura chiripa se les ha ocurrido realizar una encuesta? ¿Alguien sabe lo que pensamos de irnos o de quedarnos? ¿Han medido el porcentaje que desearía, o al que no le importaría, o al que sí le importaría, o el que rechazaría ser ciudadano americano? O bien, como en tantos asuntos, ¿aquí también ha optado el gobierno por la política del avestruz?

***

Apenas dijo Míster Donald Jay Trump que el país del norte se quería engullir a su propio país del norte, o sea, a Canadá, los canadienses hicieron un sondeo para saber qué pensaba la gente y encontraron que el 13 por ciento les encantaría ser gringos. No sé si eso es mucho o poco, aunque parece poco, o si representa una tendencia creciente. Sí alcanzo a percibir, a ojo de buen cubero, que ellos están mucho más integrados que nosotros: hablan el mismo idioma, cruzan la frontera sin visa (hasta por seis meses), consiguen con facilidad permisos de trabajo y residencia, comparten idéntico tronco cultural, y se visitan con frecuencia: después de México (con 38 millones), Canadá es el destino favorito de los americanos (21 millones), y por mucho, Estados Unidos es el país que atrae más canadienses. Se conocen bien uno al otro, y ahora Canadá tiene el dato revelador de la encuesta: el 13 por ciento desea ser el mismo país.

En nuestro caso, también nos estamos integrando con Estados Unidos desde hace décadas (y ellos con nosotros), pero da la impresión de que el proceso sigue una ruta accidentada, espontánea, zigzagueante, donde las cosas se van dando por inercia y nadie, al menos de este lado y en buena medida del otro, tiene una idea clara o cierto control sobre lo que está pasando.

No le voy a hablar del tema de la semana, los aranceles, ni de los migrantes, ni de los narcos, asuntos que ni Dios padre sabe cómo irán a terminar. En cambio, sí quiero aprovechar esta nueva pausa para darle pormenores de un caso que ilustra lo errática y compleja que es la integración con Estados Unidos, aún en materias de mutuo beneficio, como la economía.  

El lance tuvo lugar en Cancún hace pocos años. Como se sabe, Cancún es el aeropuerto más conectado del país, con vuelos directos a más de cien ciudades de Estados Unidos. De hecho, su éxito como destino turístico deriva de su extensa conectividad aérea, que permite que hordas de visitantes lleguen hasta sus playas tropicales sin hacer escala en ningún lado.
Pues bien, un buen día alguien descubrió que esa capacidad podría multiplicarse por dos (¡!). Así como lo oye, duplicarse en forma mágica, con una decisión burocrática muy simple: un permiso para instalar en el aeropuerto de Cancún una oficina de migración y una aduana de Estados Unidos, atendidas ambas por los agentes de aquel país que, de acuerdo con el protocolo americano, deben ir armados, con unas pistolitas que no representan mayor amenaza para la seguridad nacional.  
Déjeme darle el contexto: hay cientos de aeropuertos en Estados Unidos que no son internacionales, o sea, no tienen instalaciones de migración y aduana o, si las tienen, operan en horarios limitados, pues pertenecen a ciudades de tamaño medio que, con vuelos directos, podrían ser surtidores masivos de turistas al Caribe mexicano. Si cuando van de regreso los pasajeros pasan esos filtros antes de subir al avión, técnicamente ya están del otro lado, y el avión puede aterrizar en cualquier ciudad americana, como si se tratara de un vuelo doméstico.
Ya que Cancún recibe cada año unos siete u ocho millones de turistas americanos, resulta ocioso explicar lo que significaría esa capacidad añadida para la economía del país. Pero alguien reparó en las pistolitas de los sheriffes, invocó la sacrosanta soberanía, se envolvió en la bandera nacional y el asunto se vino abajo. Debo añadir, para concluir, que esa práctica administrativa no es original ni novedosa. En inglés se llama preclearence (que se puede traducir como pre-autorización), y muchos países la llevan a la práctica, entre ellos Canadá, que tiene migración y aduanas de Estados Unidos en los aeropuertos de Toronto, Vancouver, Montreal, Calgary, Edmonton, Ottawa, Winnipeg y Halifax, al parecer sin menoscabo de su integridad, ni de su dignidad.

Dicho lo anterior, paso a despedirme. Como ya es domingo y se acerca el mediodía, quiero prender la tele para ver si la presidenta Sheinbaum se envuelve en la bandera tricolor, invoca la soberanía de la patria, genera porras de patriotismo puro y duro, o bien, si conserva la cabeza fría y deja de lado las consignas de partido, para empezar a atender el gobierno del país. 

Es de suponer que Usía debería estar a su lado pues, como dijo en el adiós de su última mañanera, “la revolución de las conciencias no permite dejar de involucrarnos en el quehacer del país”. Pues ándele, atórele a la chamba y no se haga tanto del rogar. Y mientras eso sucede, reciba Vuestra Incongruencia un reclamo rabiosamente mexicano de

Fernando Martí    

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