Con la amenaza de aranceles Trump nos ha metido en una vertiginosa montaña rusa con lentos ascensos y bajadas en picada, en un ciclo repetitivo.
Poco después de su segunda llegada a la presidencia, el 1 de febrero, Trump dispuso en una orden ejecutiva que a partir del 4 de febrero impondría aranceles del 25 por ciento a las importaciones provenientes de México y similares para Canadá. El motivo declarado era el fracaso de México para contener los flujos de inmigrantes y drogas en particular fentanilo, hacia los Estados Unidos.
El decreto menciona que el comercio exterior de México, si se suman exportaciones más importaciones, equivale al 73 por ciento de su Producto Interno Bruto; al 67 por ciento en el caso de Canadá y al 24 por ciento para Estados Unidos. Con ello indicaba la vulnerabilidad de sus socios comerciales y el gran poder que puede tener la imposición de aranceles.
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No obstante poco antes del 4 de febrero acordó dar una pausa a la imposición de aranceles que se reprogramaron para el 4 de marzo. Entretanto el gobierno norteamericano evaluaría las acciones de México para contener la inmigración y el tráfico de drogas.
Nuevas órdenes ejecutivas, del 10 y el 11 de febrero, establecieron aranceles del 25 por ciento a las importaciones de acero y aluminio procedentes de todo el mundo, incluido México. En ellos daban cifras relativas a un importante incremento de las exportaciones mexicanas de estos metales y se indicaba que “algunos países” recibían estos metales de China y otros países, e indebidamente los reexportaban a Estados Unidos. Estos aranceles están planteados para entrar en vigor el próximo 12 de marzo. Sin embargo, el segundo punto de los decretos dice que son bienvenidas las propuestas de alternativas que permitan evitar la aplicación de estos aranceles.
El jueves 27 de febrero el gobierno de México envió 29 capos del crimen organizado a los Estados Unidos en una acción sin precedentes. Se respondía a una solicitud del gobierno norteamericano, lo que sumado a la importante disminución del flujo de inmigrantes hacia la frontera norte, hizo pensar que habría otra pausa en la aplicación de los aranceles. No fue así. Para despejar la duda Trump emitió una nueva orden ejecutiva el 3 de marzo donde confirmó que los aranceles aplicables a México, Canadá y China, entrarían en vigor al día siguiente.
La noticia principal de prácticamente todos los periódicos mexicanos el 4 de marzo fue que había entrado en vigor la aplicación de los aranceles. Las notas destacaban los probables impactos negativos que habría en ambos lados de la frontera. Se había iniciado la guerra de aranceles y la consecuencia inmediata fue una devaluación más bien moderada del peso y la caída del precio de las acciones en la bolsa de valores de México y Estados Unidos.
En el tradicional discurso anual ante la sesión conjunta del Congreso norteamericano Trump presumió que la amenaza de aranceles había conseguido que el gobierno de México entregara los 29 capos y que por vez primera intentara complacerlo. Nuevamente acusó a México de no controlar el flujo de migrantes y fentanilo y dijo que Estados Unidos lo subsidia; una manera absurda referida al hecho al déficit comercial norteamericano. Insistió sobre todo en la importancia de imponer aranceles y presumió su entrada en vigor. Los que no quieran pagar los aranceles tendrán que producir en Estados Unidos y anunció que el 2 de abril entrarían en operación aranceles recíprocos para todos los países del mundo.
De ninguna manera fue casual programar los aranceles al día del discurso ante el Congreso. Trump pudo declarar que cumplía con lo prometido y esa jugada política le redituó muchos aplausos.
Canadá acusó a Trump de planear un colapso total de su economía para facilitar anexarlo como un estado norteamericano más, y respondió con represalias inmediatas; impuso aranceles a cerca de 30 mil millones de dólares de importaciones norteamericanas. Las provincias canadienses quitaron todas las bebidas alcohólicas norteamericanas de sus comercios, también colocaron en sitios preferenciales las mercancías marcadas con “hecho en Canadá”. Ontario amenazó con un impuesto de 25 por ciento a su exportación de electricidad a Estados Unidos; con lo que eleva los precios que tendrían que pagar millones de consumidores de Nueva York, Michigan y Minnesota.
China también anunció represalias inmediatas; tanto nuevos aranceles a importaciones provenientes de Estados Unidos como controles a sus propias exportaciones de metales raros que son estratégicos para la industria aeroespacial norteamericana.
La respuesta mexicana fue muy diferente. Ante el fin de la pausa arancelaria la Presidenta Sheinbaum dijo todo es posible, temple, serenidad y paciencia. Indicó que sostendría una conversación con Trump el jueves y que la respuesta de México se anunciaría en una gran concentración popular el domingo 9 de marzo. En general la clase política y empresarial cerró filas en torno a esta posición.
Bastó un día para que el 5 de marzo el secretario de comercio norteamericano, Lutnick, abriera la posibilidad de acuerdos con México y Canadá. Ese día Trump exentó al sector automotriz de los posibles impuestos por un mes y se anunció otra pausa a los aranceles agrícolas. El seis, dos días después de presumir ante el congreso norteamericano Trump anunció una nueva tregua temporal, hasta el 2 de abril a la aplicación de aranceles a todos los productos de México y Canadá que responden a las reglas del T-MEC. El peso y las bolsas de valores se recuperaron, Sheinbaum considera que no tiene caso hablar de las medidas a tomar hasta el 2 de abril y el mitin del 9 de marzo se ha replanteado como un festival musical.
Trump agradeció a la presidenta Sheinbaum su arduo trabajo y cooperación al mismo tiempo que fustigó el pésimo trabajo de Trudeau en Canadá.
¿Qué fue lo que ocurrió? Hay varias hipótesis. Una es que Trump es caprichoso, inestable y absurdo; otra es que hizo una jugada política para adornar su discurso ante el congreso norteamericano. Finalmente la mejor explicación es que Trump lanzo una falsa alarma que le permitió sopesar las reacciones internas y externas ante posibles aranceles. La Casa Blanca fue abrumada por políticos y empresarios en defensa de sus intereses regionales y corporativos.
Lo hecho se puede equiparar a los ejercicios militares que ponen a prueba la coordinación interna de las diversas fuerzas. O a las alarmas sísmicas programadas a nivel escolar, de instituciones, o de una gran ciudad; son ejercicios que ponen a prueba la coordinación, capacitan a los involucrados, descubren debilidades y constituyen preparativos útiles.
Trump lanzó una falsa alarma que le ha generado una gran cantidad de información útil sobre las resistencias internas y las posibles respuestas internacionales. Está mejor preparado para el siguiente ejercicio y para, en algún momento, hacer efectivas sus amenazas.