HISTORIA

El fin del neoconservadurismo

Los pilares de la ideología de Trump se han visto debilitados en apenas un mes de su segundo mandato. | Carlos Gastélum

Escrito en OPINIÓN el

A principios de siglo, un término cobró gran relevancia en la política exterior de Estados Unidos: el neoconservadurismo. Tras el ataque a las Torres Gemelas en 2001 y la decisión de George W. Bush de invadir Irak, proliferaron estudios y figuras en la esfera pública que veían en la excepcionalidad estadounidense la clave para garantizar la paz global.

Sin embargo, el neoconservadurismo surgió décadas antes. En los años sesenta y setenta, un grupo de intelectuales demócratas comenzó a desconfiar de la radicalización de la “nueva izquierda” dentro de su partido, la tibieza en política exterior—particularmente frente a Vietnam—y los riesgos de los movimientos contraculturales.

Pensadores como Daniel Bell, Irving Kristol y Norman Podhoretz, junto con publicaciones como Commentary, defendían la idea de que el liberalismo había vencido al comunismo y que era deber de Estados Unidos preservar y expandir su influencia. Estos demócratas desilusionados terminaron en el Partido Republicano y ocuparon posiciones clave en la administración de Ronald Reagan. Una de sus principales voceras fue Jeane Kirkpatrick, primera embajadora estadounidense ante la ONU, quien sostenía que los regímenes autoritarios eran preferibles a los comunistas, pues los primeros podían reformarse, mientras que los segundos no.

Tras la caída del Muro de Berlín en 1989, muchos neoconservadores interpretaron el triunfo del liberalismo y la política exterior de Reagan como una validación de su postura. Incluso pensadores como Francis Fukuyama con su teoría del “fin de la historia”, parecían darles la razón.

Hacia finales de los noventa, estos intelectuales se trasladaron a think tanks como el American Enterprise Institute y el Project for the New American Century (PNAC), así como a revistas como The Weekly Standard, dirigida por William Kristol, hijo de Irving. Aunque sus reflexiones abarcaban temas sociales y económicos, el eje central seguía siendo la promoción de una política exterior agresiva para exportar los valores liberales, consolidando a Estados Unidos como el guardián del orden global.

Robert Kagan, uno de los fundadores del PNAC y destacado ideólogo neoconservador de los 2000, argumentaba que Europa había alcanzado la paz gracias a Estados Unidos. En su libro Poder y Debilidad: Estados Unidos y Europa en el nuevo orden mundial (2003), sostenía que, tras siglos de guerras fratricidas y la caída de la URSS, el continente europeo descansaba bajo la protección del poderío militar estadounidense, tanto a través de la OTAN como de su capacidad disuasoria global.

En el año 2000, Kagan y Kristol publicaron Peligros Presentes, una recopilación de ensayos que alertaba sobre los riesgos emergentes y la vulnerabilidad militar creada durante la administración Clinton. El texto buscaba persuadir a la siguiente administración de endurecer su postura en política exterior, fortalecer las alianzas estratégicas y aumentar el gasto militar.

Durante el primer año de Bush, los neoconservadores tuvieron poca influencia, hasta que los atentados del 11 de septiembre cambiaron el rumbo. La política exterior se endureció, impulsada por figuras como Condoleezza Rice y Donald Rumsfeld, así como por asesores como David Frum. Este fue el auge del neoconservadurismo del siglo XXI.

Sin embargo, las guerras en Irak y Afganistán, sus altos costos económicos y humanos, la ineficacia de tratar el terrorismo con estrategias de guerra convencional y la caída en la popularidad de Bush, debilitaron el movimiento. Dentro del Partido Republicano, el ascenso del Tea Party desplazó a los neoconservadores, y para la administración Obama su influencia se diluyó casi por completo.

Frente a la presidencia de Donald Trump—tanto en su primer mandato como en su regreso al poder—las pocas voces neoconservadoras que quedaban criticaron su retiro del papel de Estados Unidos como guardián del orden global. Aún más, los pilares de su ideología—el aumento del gasto militar, la protección de la paz en Europa y el control de organismos como la OTAN—se han visto debilitados en apenas un mes de su segundo mandato. Estos cambios parecen sellar el destino del neoconservadurismo, al menos por ahora, poniendo fin a la era de la doctrina excepcionalista que lo definió.

 

Carlos Gastélum

@c_gastelum