Hace escasas dos semanas, millones de mujeres en todo el mundo marcharon por las calles de las ciudades demandando derechos, justicia y vivir una vida libre de violencias. Desde 2008 el número y diversidad de las demandas y contingentes que se suman a estas manifestaciones, han venido creciendo, de manera que el movimiento internacional de las mujeres es el movimiento social más constante, amplio, diverso y numeroso desde los años ochenta en adelante. Creciente ha sido también el empuje de las mujeres de las últimas tres generaciones, en los campos de la educación, las ciencias, las artes, la tecnología y la cultura.
Pero continúan existiendo restricciones legales que impiden a 2.7 millones de mujeres acceder a las mismas opciones laborales que los hombres. Las brechas de salario, remuneración y puestos siguen siendo considerables en casi todo el mundo (entre 35 y 70%). La presencia de mujeres en los parlamentos apenas roza una cuarta parte de los escaños, mientras una de cada tres mujeres está sometida a alguna modalidad de violencia de género. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) en 2023, alrededor de 51,100 mujeres y niñas de todo el mundo murieron en manos de sus parejas u otros familiares. De modo que ese año se privó de la vida a 140 mujeres por día, lo que equivale a una mujer asesinada cada diez minutos.
En la Ciudad de México marcharon al menos dos centenas de miles de mujeres jóvenes y otros miles más en diversas ciudades. En la capital del país durante más de cinco horas desfilaron contingentes de estudiantes y jóvenes madres con sus hijos, organizaciones que combaten violencias, de familiares de mujeres desaparecidas o víctimas de feminicidio, grupos transincluyentes, con discapacidad y hasta adultas mayores.
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La masividad y diversidad de los contingentes, la enjundia de las consignas, reflejan sin duda el dolor, el encono, la indignación, la justa ira de las jóvenes mexicanas sobre todo de capas populares, que experimentan día a día la violencia sistémica que se vive en el país y que es el marco donde desarrollan sus vidas las nuevas generaciones de mujeres y hombres. Violencia en los hogares, violencia en las calles, en los barrios; acoso en las escuelas y centros de trabajo, levantones, desapariciones, trata, feminicidios, en un país plagado de fosas clandestinas y campos de exterminio.
No debe por ello llamar a la reprobación que algunos de los grupos marchantes, pintarrajeen paredes y monumentos, rompan cristales o prendan fuego a muebles urbanos, en un arrebato de justa ira. El dolor puede ser un buen combustible de la lucha política como lo han mostrado al mundo Las Abuelas y Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, y como el propio Comité ¡Eureka! fundado por Doña Rosario Ibarra de Piedra y otras madres y familiares de desaparecidos por el Estado mexicano entre 1975 y 1981. La condición es que se construya articulación política y se aproveche la memoria histórica de las luchas.
Los avances en la conquista de derechos para las mujeres mexicanas y las jóvenes de hoy, los trabajaron apenas dos o tres decenas de mujeres, con todo en contra y partiendo de la nada. Entre 1979 en que se funda el Frente Nacional por la Liberación de la Mujeres en el Auditorio Ho Chi Ming de la Facultad de Economía y el 2009, los liderazgos feministas como el Amalia García, Patricia Mercado, Rosario Robles, Angélica de la Peña, Marcela Lagarde y otras decenas de mujeres de izquierda, articuladas a partidos políticos como el PC, PRT, PSUM, PMT, después PRD. Estas líderes crearon y sostuvieron por dos décadas, alianzas con líderes feministas o comprometidas con la agenda de avance de las mujeres del PRI, del PAN, del PT, como María Elena Chapa, María de los Ángeles Moreno, Beatriz Paredes, Dulce María Sauri, pero también del PAN, como: María Elena Álvarez de Vicencio, Rocío García Gaytán, Blanca Gámez y otras más pertenecientes a organizaciones de la sociedad civil como Cecilia Loría, para construir el andamiaje institucional que sostuvo la agenda en favor de la igualdad. Leyes para crear los mecanismos de las mujeres, eliminar la discriminación, para fundamentar las políticas y planes de igualdad; eliminar las violencias, para disponer de presupuestos y fondos de financiamiento a estados, municipios y sustentar el trabajo de OSC. Pero también para dar seguimiento al cumplimiento y las obligaciones del Estado y los gobiernos a las acciones y medidas a favor de los derechos y la igualdad de género. La legislación a favor de las cuotas de representación de las mujeres en los puestos parlamentarios entre 2002 a 2006 no hubiera sido posible sin esas alianzas y la paridad no hubiera alcanzado su madurez vertical y horizontal sin la participación de una organización multipartidista como Mujeres en Plural.
Las dos o tres decenas de liderazgos feministas y las menos de mil personas que marchábamos antes del 2015, acompañadas de amigos y compañeros para hacer “roncha”, estábamos articuladas y aliadas políticamente de otras mujeres líderes con las cuales nos diferenciaban más ideales y propósitos de los que compartíamos, logramos avances muy apreciables. En contraste, los grupos y las movilizaciones amplias de las jóvenes feministas de hoy día desprecian la experiencia acumulada de los liderazgos feministas que sostuvieron con sus luchas los avances de las jóvenes de hoy y no tienen articulación con alguna fuerza política que pueda llevar adelante sus demandas y propuestas. Es un feminismo más emocional que político, una seña de identidad cultural de las jóvenes de hoy muy importante y señera, pero carente de proyecto y ayuno de propuestas concretas para el avance.