Finalmente, Ucrania ha aceptado la propuesta de Estados Unidos para un cese al fuego. Ahora corresponde a Rusia aceptarla o rechazarla. Como si se tratara de una simple jugada de tenis, la imagen que Marco Rubio expresó, “la pelota está ahora en la cancha de Moscú”.
En realidad, la idea de aceptar o rechazar una pausa a las hostilidades toma a las partes en posiciones muy diferentes.
Un cese al fuego, pero no cualquiera
Si nos basamos en la posición táctica que muestra el frente, la posición de Ucrania muestra una clara desventaja, no solo porque Rusia ocupa alrededor del 20% de su territorio, sino porque el momentum del conflicto bélico está del lado ruso.
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Hoy se achaca la precaria situación de las fuerzas ucranianas a la pausa estadounidense impuesta por Trump, dura reacción al diálogo de sordos de Washington, que significó la suspensión del suministro de inteligencia y otro tipo de ayuda militar a Ucrania, pausa que duró sólo unos días. Esa drástica medida hizo aún más evidente el hecho de que en los últimos meses el ejército ruso ha mantenido avances en Donetsk y que, en Kursk, el ejército ruso ha recuperado casi el 70% del territorio que Ucrania había ocupado desde agosto de 2024, cuando lo invadió por sorpresa.
Debe subrayarse que este camino es sustancialmente diferente al que Ucrania había propuesto como mecanismo previo al inicio de conversaciones; una y otra vez Zelenski invocó ante Trump, sin el menor éxito. La fórmula de anteponer el establecimiento de las llamadas de garantías de seguridad como prerrequisito a cualquier esquema de cese de hostilidades o de inicio de negociaciones de paz con Rusia.
Ucrania ha accedido ahora a la propuesta de Trump después de la enorme presión ejercida por la Casa Blanca. Esto implicó, además de la profusa expresión de agradecimientos a Trump, la aceptación del acuerdo bilateral sobre minerales que estuvo a punto de firmarse en la tristemente famosa visita a Washington. Sin embargo, la situación en el frente hace que el cese de hostilidades, de ser aceptado por Rusia y respetado por todas las partes, represente un muy oportuno respiro para Kiev.
Para Rusia, una de las prioridades tácticas es consolidar su ventaja en el terreno. Esto explica el recrudecimiento del impulso para expulsar a las fuerzas ucranianas de Kursk y mantener el avance en otros puntos del frente.
Otra prioridad para Moscú es definir las medidas de monitoreo del cese al fuego. Ucrania, con el claro apoyo de Europa, ha insistido en la inclusión de garantías que podrían incluir la presencia de tropas europeas de mantenimiento de la paz, lo que probablemente Moscú rechazaría. En este apartado, recupero una observación que he hecho en varias ocasiones: es evidente que para Europa se ha convertido en una prioridad la búsqueda de un esquema que permita destinar un contingente europeo a Ucrania. La aseveración de que “Rusia no se parará en Ucrania” se ha convertido en un mantra del trípode Bruselas-Londres-París. En ese sentido, no valdría la pena pensar en otro modelo de monitoreo que consistiera en el envío de un contingente de Cascos Azules de la ONU. Una propuesta así sería, me parece, más fácil de aceptar por parte de Rusia. Por otro lado, la creación de zonas de demarcación entre partes en conflicto constituye, muchas veces, el embrión de una nueva línea fronteriza.
Rusia, por su parte, intentará mantener el grado de buena voluntad (¿realismo crudo?) de la que goza por parte de la administración Trump.
Rusia ha puesto en la mira de Washington, en este tema, las seguridades de que Moscú está listo para negociar; por otro lado, ambas partes han desarrollado las líneas del relanzamiento de la relación bilateral en las que han incluido un programa de conjunto en materia de energía y minerales, y han abierto la posibilidad de un programa de cooperación en el Ártico. La posibilidad de acordar un calendario de eliminación de sanciones, también es una pieza atractiva para Moscú que sin duda sería esgrimida si el proceso llegara a avanzar.
Para Washington, además del Ártico y otras ventajas comerciales y de inversión, una jugada larga implica acercarse a Rusia y tratar de crear una cuña en la relación entre Beijing y Moscú. Ya he recuperado antes en este espacio el parecido que esta estrategia tiene con el acercamiento que desplegó la dupla Nixon-Kissinger con China a partir de 1972, para intentar alejarla de la Unión Soviética
El problema de fondo y el Conflicto Atlántico
La guerra en Ucrania revela dos pulsiones que jugarán en el mediano y largo plazos.
Como resultó evidente de la propuesta que presentó a Estados Unidos en diciembre de 2021, para Rusia, la solución de fondo del conflicto pasa por la necesidad de encontrar una salida equilibrada a su viejo conflicto con la OTAN y llevaría a la reconfiguración del tablero de seguridad de Europa. Para Europa, la solución implica contener a Rusia, lo que ha llevado a la propuesta de tropas del envío de tropas de monitoreo y mantenimiento de la paz a Ucrania y al ambicioso programa de rearme lanzado hace unos días por Ursula von der Leyen. Creo, con la mayoría de los analistas, que si bien la apuesta de Ucrania por ser miembro de la OTAN, casi seguramente fracasará, sería extraordinario que al final de la guerra, que sin duda llegará, Europa no propiciara el ingreso acelerado de Ucrania a la Unión Europea.
Trump parece satisfecho en su papel de mediador y en dejar la defensa de Europa a los europeos. La vigorosa reacción de la Unión Europea impulsada por Starmer, Macron y von der Leyen, sumada al conflicto comercial con Trump, ha generado una grieta en el bloque de Occidente que hará aún más difícil la solución de fondo.
Un resultado para muchos inesperado de la creciente distancia entre Europa y Estados Unidos ha hecho resurgir la idea de la creación progresiva de un ejército europeo. Este inesperado Conflicto Atlántico también ha llevado a Macron a adoptar una posición que evoca Charles de Gaulle para ofrecer al resto de Europa el manto protector del paraguas nuclear francés. La Force de Frappe está de regreso.
Al final, la aceptación rusa del cese al fuego estará sujeta a determinar qué tanto puede avanzar su agenda principal o qué tanto puede evitar que Europa y Ucrania logren condicionarlo a las medidas de seguridad que promueven.
En conclusión, la eventual aceptación por Rusia del cese al fuego no significa que este pueda ser aplicado, no quiere decir que vaya a ser duradero, y tampoco pone a la mano la solución de fondo del conflicto. La paz, desgraciadamente, aún podría estar lejana.