Cada 8 de marzo, las calles se llenan de voces que exigen igualdad, justicia y el fin de la violencia de género. En México, el 8M ha cobrado una relevancia especial en los últimos años, con manifestaciones masivas que visibilizan la violencia feminicida y la impunidad que impera en el país. Las cifras son alarmantes: en promedio, 11 mujeres son asesinadas al día, y la mayoría de estos crímenes quedan sin justicia.
En paralelo a estas movilizaciones, las empresas han encontrado la manera de apropiarse de esta lucha y vaciarla de contenido político. A pesar de la gravedad de la crisis, muchas empresas prefieren ignorar que el Día de la Mujer es una fecha de protesta y se enfocan en campañas superficiales de marketing.
El llamado purplewashing es una de las formas más evidentes de esta cooptación. Empresas que durante el resto del año reproducen dinámicas de desigualdad contra las mujeres, e incluso implementan políticas discriminatorias y violentas hacia sus trabajadoras, lanzan campañas publicitarias con mensajes de empoderamiento femenino, sin ningún compromiso real. Vemos productos con frases como "Girl Power" o "El futuro es feminista" hechos en fábricas donde mujeres e infancias son explotadas hasta el agotamiento, empresas que mantienen brechas salariales, condiciones laborales precarias y entornos hostiles para sus trabajadoras.
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Además, el mensaje feminista ha sido reducido a una celebración superficial. Se organizan eventos motivacionales y se promueve la idea del "empoderamiento individual", en lugar de reconocer la necesidad de cambios estructurales. Se nos dice que para romper el techo de cristal solo hace falta "esforzarse más", sin reconocer que el problema no radica en un sistema diseñado para perpetuar la desigualdad.
El engaño va más allá de la publicidad vacía. Muchas empresas que se suman al discurso feminista impiden que sus trabajadoras se unan a las huelgas del 8M o penalizan a quienes denuncian acoso y discriminación. Mientras tanto, siguen explotando a las mujeres en condiciones precarias en regiones y países del sur global, dejando claro que su feminismo es solo un negocio.
El Día de la Mujer no es una oportunidad para vender más productos ni para limpiar la imagen corporativa. Es un día de lucha. Si las empresas realmente quieren contribuir a la igualdad, empezarían por garantizar salarios justos, condiciones dignas y espacios laborales libres de violencia. Particularmente en un contexto donde el desmantelamiento de políticas de inclusión y el recorte de fondos gubernamentales para éstas iniciativas dejan en claro qué tanto del impulso corporativo era por principios y qué tanto por simple interés monetario.
En México, el sector empresarial sigue sin responder de manera contundente a la precarización laboral de las mujeres. El acceso a la seguridad social, la equidad en puestos de liderazgo y la erradicación del acoso laboral son asignaturas pendientes. Muchas trabajadoras, especialmente en sectores como el de cuidados y el manufacturero, enfrentan condiciones de explotación que contrastan con los discursos de "empoderamiento" que las mismas empresas difunden en sus redes sociales cada marzo.
El feminismo no puede reducirse a una estrategia de mercado. La lucha de las mujeres en México y en muchos países es una respuesta a la violencia sistemática y la desigualdad estructural que persisten en todos los ámbitos.
Es fundamental que nosotras, como consumidoras, tengamos un rol crítico ante estas prácticas. No basta con rechazar la publicidad engañosa; es necesario cuestionar las condiciones de producción y exigir responsabilidad a las empresas. Optar por marcas que realmente respeten los derechos laborales y promuevan la equidad es una forma de resistir.