Estamos en un momento clave para la relación entre México y Estados Unidos, en el que el peso de las decisiones económicas de Donald Trump aún se hace sentir. Es curioso cómo, mientras se observa con expectación la posible imposición de nuevos aranceles por parte del presidente de Estados Unidos, México continúa en una postura firme, haciendo lo que le corresponde para mantener la estabilidad en sus relaciones comerciales y diplomáticas.
En este escenario, es difícil no notar las fluctuaciones en el discurso de Trump. Si bien hemos sido testigos de su estilo combativo y de sus constantes amenazas, no deja de sorprender el giro que ha dado su actitud hacia la presidenta de México, a quien recientemente elogió, no sólo por su capacidad, sino porque a través del diálogo le dio una ruta para lidiar con la crisis por consumo de fentanilo que se vive en Estados Unidos. Ese tipo de gestos, por más inesperados que sean, son señales de una diplomacia que se despliega de formas impredecibles. ¿Qué significa esto? ¿Será que estamos presenciando un cambio de tono en la relación bilateral?
México, por su parte, ha estado trabajando en fortalecer su economía interna, fortaleciendo sus campañas de comunicación social, fortaleciendo la seguridad, enviando a la Guardia Nacional a las fronteras y buscando soluciones a los posibles desafíos que podría traer una escalada en los aranceles.
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El gobierno mexicano ha cumplido con su parte: ha hecho ajustes, ha buscado acuerdos y ha intensificado esfuerzos en negociar de manera proactiva. Sin embargo, el factor Trump sigue siendo incierto. La amenaza de los aranceles aún pende sobre nuestras cabezas y pone en duda si la diplomacia y las buenas intenciones serán suficientes para evitarlo.
El halago de Trump hacia la presidenta de México no deja de ser un recordatorio de que, en política internacional, las relaciones personales juegan un rol importante. A veces, la forma en que se percibe al líder de otro país puede suavizar o endurecer las negociaciones. No obstante, los halagos no deben desviar la atención de la realidad económica y comercial que se encuentra en juego. México no puede relajarse; debe estar preparado para cualquier escenario.
A medida que esperamos ver si Trump cumplirá con su amenaza de imponer aranceles, lo cierto es que México ha demostrado responsabilidad y seriedad en la gestión de sus relaciones exteriores. Ahora, la pelota está en el campo de Trump. Ojalá que los halagos sean una señal de una diplomacia madura que beneficie a ambas naciones, pero en un mundo de incertidumbres, lo mejor es estar preparados para todo.
Si bien es cierto que la relación entre Donald Trump y la presidenta Claudia Sheinbaum parece ser mucho mejor de lo que muchos esperaban, no será hasta inicios del mes próximo que sabremos cuál fue el resultado.
Estos últimos días se llevan a cabo reuniones bilaterales en materia de seguridad y comercio que bien podrían “aceitar” la relación y frenar la llegada de los ya tan mencionados aranceles. La administración Trump envía señales confusas de qué tanto se está avanzando, pero todo pinta para que no sepamos nada antes de que se venza el plazo.