#CARTASDESDECANCÚN

Carta a la Mera Mera de las Mañaneras

Donde se especula sobre los persistentes rumores de un maximato y se perciben las ganas de darle cuello. | Fernando Martí

Escrito en OPINIÓN el

EXCMA. SRA/SRITA DOÑA PAULINA SILVA VOCERA EN JEFE DEL SEGUNDO PISO

Muy Silenciosa Comunicadora:

Por medio de la presente informo a Vuestra Vocería que más de cien días después del arranque de la administración de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, en el chismorreo de los cafés, en las charlas de sobremesa, en los chacoteos con los taxistas y los peluqueros, en fin, en opinión rotunda y reiterada del pueblo llano, persiste la sospecha, cuando no la certeza, de que quien manda en este país responde al nombre de Andrés Manuel López Obrador 

Como S.S.S. es curioso por naturaleza y entrometido por oficio, nunca dejo de preguntar cómo es que mis informantes llegaron a tan peregrina conclusión. Las respuestas son un tutifruti de sinrazones: lo escuché en la radio, me lo dijo mi vecino, se dice, se rumora y se comenta, lo leí en Facebook, lo vi en Instagram, me llegó un WhatsApp, salió en Tik Tok, eso está en Internet y, además, todo mundo lo sabe. 

Me dirá Usía que la confiabilidad de tales fuentes es poco menos que nula, pero tengo que recordarle que fue el primer piso de la 4T, teniendo como escenario la mañanera, y como interlocutor al mismísimo presidente de la República, la que dio entrada y le prestó el micrófono a esa legión de blogueros, youtuberos, influencers y tuiteros quienes, armados con poco más que un celular y una desfachatez supina, presumen de comunicadores y mantienen inundadas las redes sociales de desatinos, de rumores y de fake news. 

También fue la 4T la que celebró con fanfarrias el arribo de tanta desinformación con la organización del Primer Encuentro Continental de Comunicador@s Independientes, en el cual el único requisito de participación era ser porrista incondicional de Andrés Manuel. Pero sin duda se les pasó la mano con aquello de que ha sido el mejor presidente de México, de la historia universal y del mundo mundial, y ahora que tiene Voacé el encargo de armar las Mañaneras del Pueblo y de proyectar a Doña Claudia como la Jefa de la Nación, es lógico que se encuentre en el camino una piedra imposible de quitar, pues medio país sigue convencido que quien dispone es El Licenciado, y no La Doctora.

No quiero cansar a Su Vocalía con los alegatos más comunes de que el mando se está ejerciendo desde Palenque, pues Vuestra Post-Verdad los conoce de sobra: la abundancia de obradoristas en el gabinete, su apenas disimulado mando sobre los líderes del Congreso, su férreo control sobre el partido, su porfía de llevar hasta sus últimas consecuencias la destrucción del Poder Judicial, su influencia para mantener en la nómina a personajes tan nefastos como Rosario Piedra (en Derechos Humanos, Francisco Garduño (en Migración) o Cuitláhuac García (ex de Veracruz). 

Ahora que está de moda el caso de Rubén Rocha, el des-gobernador de Sinaloa, es de pena ajena ver a Doña Claudia en su defensa, alegando que eso es cosa del pasado, que la Federación ya no se ocupa de remover gobernadores. Tan atareada está con las amenazas de aranceles y el despiporre de la frontera, que tal vez olvidó que López Obrador trató de quitar a Cabeza de Vaca, de Tamaulipas, aunque haya sufrido un ruidoso revés en el intento.

Quizás habría que recordarle con mucho tacto –y le pido que lo haga Vuestra Cercanía, pues a S.S.S. no le va a hacer el menor caso–, que la Constitución del país, en su artículo 76, faculta al Senado para decretar la desaparición de poderes en los estados de la República cuando hay suficientes evidencias de la incapacidad de la autoridad local para gobernar. Ignoro si los cinco meses de guerra civil y terror ciudadano que ha vivido Sinaloa entran en esa categoría pero, a falta de una explicación sensata por parte del gobierno, hay que escuchar la voz del pueblo que, de acuerdo al viejo adagio romano, equivale a la voz de Dios. ¿Por qué no quitan a Rocha?, sería la pregunta. La respuesta es casi unánime: porque Andrés Manuel no quiere.

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No quiero fastidiar a Su Impaciencia con un exceso de datos, pero sí le diré que esa modalidad del gobierno dual, o del poder tras el trono, o de la eminencia gris, o como ahora se dice, de la mano que mece la cuna, es práctica añeja en la historia de la humanidad. En México tenemos una palabra especial para designarla, el maximato, término que no aparece en ningún diccionario, pero que todos los adictos a la grilla saben que se refiere al periodo durante el cual Plutarco Elías Calles, Jefe Máximo de la Revolución, puso y quitó presidentes títeres a su arbitrio, hasta que el último, Lázaro Cárdenas, lo trepó a un avión y lo mandó al exilio.

Ese lance se escribe rápido, pero se tejió despacio. Desde el día que tomó posesión, Cárdenas fue tomando distancia del líder prehistórico, afianzó lealtades en el ejército, urdió alianzas con los grupos de poder, hasta que se sintió lo bastante fuerte para romper con el cacique. Vino entonces la operación limpieza: ministros, gobernadores, jefes de zona militar, todos los adictos a Calles fueron puestos de patitas en la calle, y Cárdenas tuvo la libertad necesaria para conducir una de las etapas más creativas y fecundas del régimen emanado de la Revolución.

Desde entonces, hace casi 90 años (¡!), ningún presidente de México tuvo que sufrir la pesada sombra de su antecesor. Y quiero suponer, Vuestra Militancia me sacará de dudas, que ese legado histórico debe ser motivo de admiración y respeto para los partidarios de la 4T, de elogio y de lección para las huestes de su movimiento, quizás hasta de ejemplo a seguir, puesto que la imagen de Lázaro Cárdenas figura en el emblema de su agrupación política.

No es asunto menor que los mexicanos le tengamos resquemor a un poder oculto. En el siglo XIX, López de Santa Anna fue presidente en once ocasiones, pero con frecuencia dejaba de encargo el trono para irse a jugar gallos a su hacienda en Veracruz. Anodino, frívolo, el ejercicio caprichoso de ese poder sin contrapesos terminó en tragedia: primero perdimos Texas, luego medio país, y todavía después lo volvieron a colocar en la silla presidencial, para que despachara un par de años como dictador resplandeciente.

Aunque haya sido antes de Calles, hay otro maximato digno de mención: los cuatro años en que Porfirio Díaz le prestó la presidencia a su compadre, el general Manuel González (1880-84). Incluso, hay una anécdota muy simpática al respecto, pues cuando se acercaba el proceso de sucesión, Díaz visitó a González para asegurarle, de manera taimada, que él no tenía la intención de repetir en la silla. Tras tan farsante declaración, González fingió de manera afanosa que buscaba algo en los cajones de su escritorio. Qué anda buscando, compadre, preguntó el futuro dictador. La respuesta de González fue lapidaria: “ando buscando, compadre, al pendejo que se lo crea”.

Es bien conocido el desenlace de esa historia: una dictadura ininterrumpida de 30 años, que configuró muchos de los defectos de nuestro actual sistema político. Díaz sometió al Congreso, sometió a la Corte, sometió a los gobernadores, sometió a la prensa y, con sus diferencias de grado, pero no de fondo, estableció el modelo que durante 70 años practicó el PRI, y que hoy ejerce sin cortapisas, con un falso ropaje de democracia, la Cuarta Transformación.

Dice el refrán que la mula no era arisca, Su Ingenuidad. Los casos de Santa Anna, de Díaz, de Calles, son más que elocuentes: con tal de mantener el poder, todos fueron capaces de mentir y de manipular. Así que ni se moleste en contestarme que el maximato actual no existe, porque no lo digo yo: lo dice el pueblo sabio, que nunca se equivoca. O sea, lo dice Dios.

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Antes de despedirme, quiero hacerle a Su Elocuencia una recomendación: hable un poco más. Ya que en el organigrama aparece como vocera oficial de la Doctora Sheimbaum, estaría bueno que nos dejara oír su voz, aunque sea de vez en cuando. De hecho, creo que hay muchos mexicanos que ni siquiera saben de su existencia, que no reconocen su imagen, que ignoran hasta su nombre. Vamos, que buscando en Internet ni siquiera pude averiguar su estado civil, algo que parece improcedente para alguien que despacha en un cargo tan relevante en el gabinete.

Por lo demás, para cerrar esta misiva, debo confesar que en esta ocasión estoy en desacuerdo con la plebe. En mi irrelevante y desinformada opinión, percibo que su jefa directa está empujando temas que no hubiesen sido posible en la gestión de López Obrador. Por ejemplo, una resistencia que se advierte serena e inteligente ante las balandronadas de Míster Trump. Por ejemplo, una preparación cuidadosa de la negociación del T-MEC, que incluye a los auténticos expertos, aunque hayan sido parte del pasado neoliberal. Por ejemplo, el empeño sostenido de rehabilitar Acapulco, con la vista puesta en el largo plazo, sin ocultar la tragedia tras unos tráilers de electrodomésticos. Por ejemplo, el empeño de apostar por la tecnología y la declaración de que los jóvenes tienen que salir a prepararse al extranjero. Por ejemplo, los anuncios de inversiones en la mañaneras, con una carga inobjetable de optimismo. Por ejemplo y, sobre todo, la moderación en el discurso, que contrasta de manera dramática con el surtidor de odios y rencores que fue su antecesor.

Tal vez, no se lo voy a negar, estoy imaginando cosas. Quizás esos síntomas, que me parecen promisorios, tan sólo son el ‘sello propio’ que la presidenta ofreció imprimir al segundo piso de la 4T. Tal vez Doña Claudia, con gestos de astucia, de manera discreta, se está apropiando de los hilos del poder. O tal vez sí vivimos un maximato, como asegura el pueblo parlanchín.

Vaya Usía a saber, le diría yo, aunque estoy seguro de que Usía sí sabe. Ignorante sin remedio en el tema, de cualquier manera me atrevería a hacer una sugerencia: creo que hay que eliminar de su discurso lo del segundo piso. Nada de SP de la 4T, o 2P de la 4T, o 4T reloaded, o 4T 2.0. Este gobierno merece un lema propio, algo que nos indique que es idea de Sheinbaum, proyecto de Sheinbaum, logro de Sheinbaum, o sea, un indicio para que el rumoroso pueblo comprenda que se trata de un gobierno diferente.

Caso contrario, será inútil insistir en que las grandes decisiones se toman en Palacio, y no en un oscuro rincón de la selva chiapaneca, una percepción que no se merece ni de lejos la primera presidenta de México. Ahí le encargo que lo piense, aunque acepto y concedo de antemano que todo este alegato puede no ser más que uno de los trasnochados e insensatos disparates de 

Fernando Martí

#FernandoMartí