#CARTASDESDECANCÚN

Carta-Memo a Doña Altagracia Gómez

¿Las metas que se plantea el Plan México se antojan demasiado ambiciosas? | Fernando Martí

Escrito en OPINIÓN el

PARA: DOÑA ALTAGRACIA GÓMEZ

PUESTO: CEO (TEMPORAL) DE LA 4T

Abstract: Aplausos y silbidos a la estrategia económica sugerida por el gobierno de México.

Asunto: Informe solicitado

Nivel de seguridad: Top secret

En respuesta a su oferta de que los mexicanos comunes opinemos sobre el Plan México, presentado por la Jefa de la Nación el pasado 13 de enero en el Museo de Antropología, le hago llegar en formato doble, carta-memorándum, reflexión sobre el citado documento. 

Para abrir boca, si Su Gracia me tiene paciencia, le hago un resumen de antecedentes. Unos meses después de su designación como secretario de Turismo, Antonio Enríquez Savignac organizó para el presidente Miguel de la Madrid una comilona con su sector. Más de 500 turisteros asistieron al ágape, que tuvo como escenario un hotel de Polanco. Ahí estaban los líderes de los hoteleros, de los inversionistas, de los desarrolladores, de los restauranteros, de las agencias de viaje, de las rentas de autos, en fin, todo el quién es quién del mundillo de la hospitalidad, que a la hora de los discursos cubrieron de elogios al Jefe del Ejecutivo y le prometieron trabajar hombro con hombro a lo largo de su administración.

Al terminar el convivio, sobrado de sonrisas y caravanas, De la Madrid le pidió a Enríquez que lo acompañara en su corto viaje de regreso a Los Pinos y, en el trayecto, le preguntó qué negocio tenía el líder de los hoteleros, pues no lo ubicaba bien. Tiene un edificio de suites en la Zona Rosa, son como 24, respondió el secretario. Y el de las agencias de viaje, no me parece conocido, porfió el mandamás. Tiene su oficina matriz en la colonia Juárez y una sucursal en Polanco, maneja sobre todo excursiones a Europa, fue la réplica. Y el que me invitó a comer, el de los restaurantes, insistió el superior jerárquico. Maneja un restaurante sobre Insurgentes, se desayuna muy bien, una longaniza en salsa verde de lujo, explicó Enríquez.

Toño, no me vuelvas a hacer esto, advirtió De la Madrid. Mientras la sonrisa desaparecía del rostro de su ministro, Don Miguel fue explícito: esos son líderes chafas, puros membretes que no deciden nada. Y hablando en tercera persona, remató: al Presidente júntalo con los que tienen dinero y pueden invertir, no le hagas perder su tiempo.

Toño aprendió la lección y se olvidó de los banquetes tumultuarios. Atento a la sugerencia presidencial, el resto del sexenio armó encuentros discretos, a veces hasta informales (el equivalente de un acuerdo de camioneta), en los cuales los tiburones del negocio acudían al presidente no con discursos zalameros, sino con propuestas concretas de inversión, con proyectos ejecutivos respaldados por cheques de muchos ceros. Esa estrategia le permitió al turismo un auge sostenido durante la crisis profunda y reseca que caracterizó la gestión de Miguel de la Madrid. Cancún, por ejemplo, dio un salto cualitativo exponencial, gracias a la estrategia de canje de deuda, al crecer de 6 mil a 19 mil cuartos de hotel entre 1984 y 1990 (¡el triple en seis años!), mientras Los Cabos se convirtió en un paraíso hotelero y golfístico de 40 kilómetros de largo, al incorporar a su inventario la marina de Cabo San Lucas, y Fonatur pudo arrancar su última ciudad turística, Bahías de Huatulco, a un muy buen ritmo que después perdió.

Y es que si bien el liderazgo político se puede construir con promesas, con ideas, con votos, con alianzas, y hasta con mentiras, el poderío económico se mide con una sola vara: el dinero. En este cochino mundo capitalista que nos tocó vivir, Su Bonanza lo sabe de sobra, el dinero se ha convertido en la medida de todas las cosas, al grado que pensamos y decimos que a alguien ‘le va bien’ cuando logra acumular bienes y ahorros, mientras que ‘no le va tan bien’ a quienes bregan en la medianía financiera, sin importar cuánta felicidad o tranquilidad le proporcione a cada cual su situación. Cinco siglos después, tiene plena vigencia la cruda sentencia del Quijote: “tanto vales cuanto tienes, y tanto tienes cuanto vales”. 

Eso lo entiende con meridiana claridad Míster Donald Trump quien, aunque tiene en sus cuentas algunos miles de millones de dólares (6 mil 800, según estima Forbes), al jurar por segunda vez el cargo de presidente de Estados Unidos cuidó de sentar en primera fila a los hombres más ricos del mundo, entre ellos a Elon Musk, a Mark Zuckerberg y a Jeff Bezos. La fortuna combinada de ese trío, que por cierto no se lleva nada bien, suma alrededor de 850 mil millones de dólares, cien veces más de lo que tiene Trump, una cifra mayor a  todo el producto interno bruto (PIB) de un país mediano como Argentina. Pero más allá de esa inconcebible acumulación de metálico, comparten con Trump una visión imperial del mundo: operan en más de cien países, tienen cientos de millones de clientes y quieren dominar el mundo (en el caso de Musk, sus planes incluyen hasta el planeta más próximo, Marte).

Los presidentes de México también convocan a los magnates nativos a su toma de posesión, pero existe una diferencia de grado: no tienen la misma visión de las cosas, en especial con la 4T. El gobierno los necesita para crear empleos y riqueza, los potentados acuden porque hacen con el dinero público negocios fabulosos, pero distan mucho de ser aliados: su relación está teñida por la desconfianza y la reserva. En resumen, la primera conclusión de este comunicado es que resulta en extremo compleja la encomienda que aceptó Vuestra Osadía al tratar de conciliar estos mundos opuestos.

Asunto Dos: El Consejo del Sexenio (y no más)

El asunto de los liderazgos empresariales huecos, Vuestra Agudeza no lo ignora, es de larga data en nuestro país. Siempre se trata de emprendedores de mediana cuantía, dueños de empresas prósperas pero modestas a escala nacional, a veces hasta insignificantes, con muy limitada influencia en sus pares. Suelen ser muy eficaces interlocutores con el poder, muy buenos para negociar lo que le interesa y conviene a su gremio, como contener salarios o retrasar impuestos, por ejemplo, pero su actuación es irrelevante para concretar, lo único que le interesa al gobierno es que inviertan.

Ese es el meollo del asunto en su reciente designación como coordinadora del Consejo Asesor de Desarrollo Económico Regional y Relocalización de Empresas del actual gobierno: Vuestra Ventura no representa a nadie. Cierto, no se lo voy a discutir, tiene Usía un currículum impresionante: a sus 32 años, maneja una gran empresa alimentaria (Minsa), coordina el conglomerado de los negocios familiares (Promotora Empresarial de Occidente), puede presumir un diploma de Oxford y un premio de Harvard, y aún se da tiempo para encabezar el patronato del Instituto Nacional de Antropología e Historia. 

Tanto logro, que hay que aceptar como excepcional por la extrema juventud de Su Lozanía, ahora se empata con el encargo de lideresa de la iniciativa privada, aunque es menester apuntar que no fueron sus iguales quienes la pusieron ahí, sino el poder omnímodo de una sola persona, Doña Claudia Sheinbaum, para más señas presidenta de México. La integración del consejo se dio en el mismo sentido, de arriba para abajo: quizás Doña Claudia los palomeó, Usía los invitó, y la presentación formal tuvo lugar ni más ni menos que en la Mañanera del Pueblo, para no dejar dudas sobre la maternidad del grupo.

Aunque no dudo que todos sean ricos, no veo en su consejo a las fortunas más cuantiosas de México, quizás con la excepción de Juan Domingo Beckmann (Tequila Cuervo), Antonio del Valle (Banco Ve Por Más), y hasta de Eduardo Tricio (Grupo Lala). Percibo, eso sí, una notable estatura intelectual, todos con estudios universitarios, muchos con maestrías en el extranjero, bastantes en ramos donde priva la innovación y la tecnología. Al único que he tratado es a Pepe Chapur, de quien tengo una magnífica opinión, pues es el único hotelero mexicano, con base operativa en Cancún, que ha crecido a lo grande, que le puede plantar cara a las cadenas españolas y que ha consolidado su negocio a golpes de audacia y creatividad, aunque dichas virtudes no han permeado entre sus colegas de la zona. 

No estoy seguro de que ese grupo pueda inspirar a los empresarios mexicanos a arriesgar con más bravura sus pesos y centavos, primero, porque la 4T sigue mandando señales contradictorias, como la pésima idea de elegir jueces y magistrados o la amenaza de cárcel para delitos del orden financiero, y después, porque las metas que se plantea el Plan México se antojan demasiado ambiciosas: ser la décima economía mundial, invertir el 25 por ciento del PIB, lograr que el 50 por ciento del consumo sea hecho en México, producir vacunas mexicanas con biotecnología avanzada, figurar en el top five de los países receptores de turismo y, la más complicada, disminuir la pobreza y la desigualdad.

El mismo plan aclara que no se trata de metas sexenales, si no de largo plazo, ignorando así la más férrea y duradera de nuestras tradiciones políticas: nada dura más de un sexenio. La misma creación de su Consejo es prueba de lo anterior, pues modifica de manera sustancial la miopía económica de López Obrador y crea una nueva instancia de gestión, pero no hay manera de asegurar que esta óptica trascienda el periodo de Claudia Sheinbaum.

Desde luego, hay que aceptar que esta visión pueda estar empañada por el silencioso fracaso del Consejo Asesor Empresarial de López Obrador, ese sí repleto de multimillonarios, que solo sirvió para aumentar con varios ceros las cuentas bancarias de sus integrantes, muchos de los cuales acrecentaron su fortuna en forma escandalosa durante el sexenio de ‘primero los pobres’, pero en nada contribuyeron a que creciera la economía o se mitigara la desigualdad. Ese fiasco también me trae a la memoria el naufragio del gurú empresarial de Andrés Manuel, Alfonso Romo, quien no lo pudo persuadir prácticamente de nada, y transitó de frustración en frustración, empezando por la cancelación del aeropuerto de Texcoco y culminando con el nulo apoyo a las empresas durante la pandemia.

No quiero decir que vea esa triste circunstancia en su futuro, pero sí debo advertir que existe un riesgo de que le puede pasar lo mismo, que no es otra cosa que quedar atrapada entre la ideología y el pragmatismo.

Asunto final: Los socios incómodos

En muchas ocasiones, se suele acusar al gobierno de haber convertido a México en una fábrica de pobres. En efecto, 17 por ciento de la población que existía en 1970 en situación de pobreza, para el año 2018 aumentó a 42 por ciento. Por medio de los programas sociales, el gobierno de AMLO logró reducirla al 37 por ciento, pero esa fue una estrategia coyuntural, que no se puede sostener en el largo plazo.

Cuando se manejan estas cifras, se omite que los más conspicuos promotores y los primeros benefactores de esa depauperación colectiva fueron los empresarios. Durante décadas y hasta la fecha, cada vez que se anunciaba un incremento al salario mínimo, las cámaras industriales y sus líderes chafas protestaban, alegando que el incremento a los sueldos, que ya no ganaban ni las trabajadoras domésticas, ponía en riesgo la existencia misma de las empresas.

No le quiero hablar de Quintana Roo, mi entidad adoptiva, donde la industria ha adoptado una estrategia peculiar: destinan una partida inamovible para la nómina y, si la ley aumenta los salarios, despiden trabajadores para ajustarlos a su cifra (¡!). Es claro que quienes se quedan deben trabajar más, doblar turnos, soportar horas extras, sacrificar descansos, pero ese esfuerzo adicional con frecuencia no se refleja en el sobre de sus quincenas. Ni qué decirlo, el número de empleos en 2023 apenas alcanzó los niveles que tenía en 2019, antes de la pandemia, pero esa cifra es engañosa porque no tiene en cuenta la apertura de algunos miles de cuartos de hotel.

Parece difícil que con esos socios estratégicos, como los denomina el documento, se pueda alcanzar el objetivo de ‘reducir la pobreza y la desigualdad’, que en forma significativa fue colocado en el último lugar de la lista, cuando debería estar en el primero, según corresponde a un gobierno que se proclama de izquierda. 

Para poner punto final a este dilatado mensaje, le deseo a Vuestra Euforia la mejor de las suertes. Voy a borrar de nuestros registros el error infantil que cometió en la presentación del Plan México, cuando pidió a los asistentes que confiaran en México, invirtieran en México, produjeran en México, estudiaran en México, pasearan en México y consumieran en México, todo ello enfundada en un traje de diseñador, confeccionado en Italia, que las crónicas refieren como un atuendo que tiene un valor estimado en varios miles de euros.

Pecata minuta, diría un servidor, que no se puede comparar con la infamia mayúscula de redactar este informe, atiborrado de sinrazones y abundante en despropósitos, y para colmo dirigido a Su Gracia, cuando más bien, como corresponde al caso, debería estar destinado a Su Alta Gracia. Por ese imperdonable error de tacto, confiando en su benevolencia, reciba Voacé la más sentida de las disculpas desde el departamento de quejas donde trabaja

Fernando Martí

#FernnadoMartí