En Guadalajara, en el marco de la Feria Internacional del Libro, Joan Manuel Serrat, el octogenario cantautor catalán, provocó un entusiasmo desbordado al presentarse en una conferencia con jóvenes como el trovador de una generación desencantada que no ha perdido la esperanza de cambiar las injusticias y desigualdades que hay en el mundo.
Actualmente, dijo, “es más fácil pronosticar la fecha del fin del mundo que la del fin del capitalismo” en una metáfora que podría interpretarse como que es más sencillo imaginar un colapso global –ecológico, social o político– que pensar en una transformación profunda del sistema económico dominante.
En la víspera de recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de Guadalajara, Serrat protagonizó una “alborotada charla ante un público apasionado”, como describieron los periódicos la conferencia que dio el jueves en el auditorio Juan Rulfo del recinto universitario que fue insuficiente para recibir a la multitud que deseaba escucharlo.
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Ante una audiencia formada por integrantes de por los menos tres generaciones, desde sus contemporáneos boomers hasta la generación X, los millennials y algunos zetas, habló de diversos temas como la migración y el deterioro de la democracia ante el avance de gobiernos de ultraderecha.
“Es un tiempo de miedos, pero también de esperanza, por lo que hay que tratar de entender estos dos sentimientos para convivir con ambos”, dijo al abrir la charla que compartió con su viejo amigo, Benito Taibo.
Habló del Mediterráneo, el mar que dio vida a su natal Barcelona y que fue inspiración una de emblemática canción, actualmente convertido en un gran “sarcófago” para los miles de migrantes que encontraron la muerte en su tránsito por culpa de los “tiranos que en ambos lugares de la costa los explotan”.
“Vivimos en una época muy, muy miserable –expresó–, y de verdad que, en general, los gobiernos de los países poderosos tienen en la migración un caldo de cultivo favorable para la derecha, para defender argumentos que son indefendibles a partir de la solidaridad, de la humanidad, vamos, de todos los valores que el humanismo puede aportar”.
Tal como están las cosas –observó–, el mundo está controlado por una casta que diariamente gana miles de millones de dólares, con un absoluto desprecio a la humanidad, pero “no hay que tener miedo a pesar de este pesimismo, sepan que yo creo en mi optimismo diario porque sólo así se podrá encontrar nuevos caminos” e hizo un llamado al compromiso colectivo para “desenmascarar sin cesar a todos los farsantes que están haciendo que retrocedamos como civilización y como especie”.
Ha transcurrido más de medio siglo, desde aquel octubre de 1969, en que un joven cantautor catalán se presentó en el auditorio Che Guevara de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y comenzó a entonar el poema que convirtió en la primera canción de su primer disco en castellano: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…Golpe a golpe, verso a verso…”
En aquellos años, cuando España padecía la dictadura de Franco y en México todavía dolía el recuerdo de la represión y la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, Serrat, entonces de 26 años, se convirtió en portavoz de una joven generación que estaba comprometida en cambiar la sociedad desigual, autoritaria y represiva de aquella época.
Ahora, igual que antaño, Serrat es el portavoz de una generación, que, como ha dicho: “No me conformo al ver los sueños varados en la otra orilla del río”.
“Creo en la tolerancia. Creo en el respeto al derecho ajeno y el diálogo como la única manera de resolver los asuntos justamente. Creo en la libertad, la justicia y la democracia. Valores que van de la mano o no lo son”, expresó hace un año al recibir el premio Princesa de Asturias de las Letras.
Tal vez por eso, añadió, “no me gusta el mundo en que vivimos, hostil, contaminado e insolidario donde los valores democráticos y morales han sido sustituidos por la avidez del mercado, donde todo tiene un precio”.
Serrat regresó a México, el país donde vivió exiliado entre 1975 y 1976, como integrante de la delegación de Barcelona, ciudad invitada de honor a la Feria Internacional del Libro en Guadalajara.
Aunque insistió que vino “como un barcelonés más” y evitó el pedestal de artista consagrado, desde el momento que llegó al país comprobó que está es su segunda patria, donde tiene muchos amigos y admiradores cuya vida ha sido marcada por sus canciones.
Hace tres años, Serrat dio un concierto gratuito en la Plaza del Zócalo de la Ciudad de México, el 21 de octubre de 2022, que reunió a cerca de 80 mil personas, como parte de su gira de despedida que inició en Nueva York y terminó en su ciudad natal, Barcelona.
Ahora, al regresar, explicó que haberse retirado de los escenarios no significa haber renunciado a su vitalidad: “No quiere decir que me haya jubilado de nada. Me gusta moverme, y aquí estoy”.
