#AUSTRAL

Padura propone refundar una utopía democrática

Leonardo Padura, escritor cubano, sostiene que la humanidad necesita otra utopía, donde no se cometan los mismos errores del pasado; una “utopía democrática”, es decir: una sociedad mejor, con igualdad y libertad. | Ricardo del Muro

Escrito en OPINIÓN el

El escritor cubano Leonardo Padura visitó Chiapas para presentar Morir en la arena, una novela que él mismo define como “la más triste que ha escrito”, donde retrata del destino final de su generación, los hijos de la revolución castrista, “gente que trabajó, se sacrificó, sufrió prohibiciones y limitaciones y ahora se encuentran con que son más pobres que nunca”. 

Antes de su presentación en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, Padura viajó a Tuxtla Gutiérrez, invitado por la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach) y también participó en el programa Letras Arrechas del Canal 10 de la televisión estatal, donde habló del fracaso de la utopía socialista y de la crisis de la democracia, dos temas inevitables en sus obras y en sus entrevistas.  

Tal vez fue una casualidad, pero en Chiapas, el estado más pobre de México, el escritor habló sobre la desigualdad y la pobreza, “un asunto muy complicado para América Latina”, cuyo crecimiento no solo se observa en Cuba, sino también en los pueblos de México, en las favelas brasileñas, en las villas miseria de Argentina y en casi todos los países latinoamericanos.  

Sin embargo, Padura (nacido en La Habana en 1955) pertenece a una generación de desencantados que no está derrotada ni ha perdido el optimismo, por lo que sostiene que la humanidad necesita otra utopía, donde no se cometan los mismos errores del pasado; una “utopía democrática”, es decir: una sociedad mejor, con igualdad y libertad. 

En Cuba está reconocido legalmente como un “escritor independiente”, una categoría laboral que antes de 1966 no existía en ese país socialista. Una independencia que le ha permitido ser un observador objetivo y crítico de la realidad cubana.  

Una libertad, también, por la que ha pagado un precio. Muchas de sus novelas no han sido publicadas en su país y los reconocimientos que ha obtenido, como el Premio Princesa de Asturias (2015), el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional Autónoma de México (2017) y el más reciente doctorado con que ha sido reconocido por la Universidad de Guadalajara, son noticias que no se difunden en la prensa y medios informativos cubanos. 

Hace poco más de 16 años que Padura publicó su novela “El hombre que amaba a los perros” (2009) sobre el asesinato de León Trotsky perpetrado por Ramón Mercader, un agente de Stalin, donde narró “el proceso de perversión de la gran utopía igualitaria”. 

“Lo que ocurrió en la Unión Soviética –comentó–, es que, muy pronto, se comenzó a pervertir esa posibilidad de crear una sociedad en la que las personas vivieran en un máximo de libertad y en un máximo de democracia. Eso muy pronto se pervirtió. Esa dictadura del proletariado que pronto dejó de ser del proletariado y se quedó solamente en dictadura, fue lo que ejecutó muy rápidamente Stalin y pervirtió todo el proceso”. 

Ya en aquellos años, Padura escribió un artículo que, justamente, tituló “Utopías perdidas, utopías soñadas” (2010) donde señalaba la necesidad urgente de conocer y revivir en el siglo XXI, “las razones políticas, pero sobre todo sociales y humanas de por qué se pervirtió la maravillosa idea de que los hombres podían vivir en una sociedad igualitaria, en la que no sólo habría salud y educación gratuita, sino y sobre todo el máximo de libertad en el máximo de democracia, para hacer verdaderamente más plena y total la existencia humana”.  

La urgencia y pertinencia de ese conocimiento –indicaba– viene de las realidades de nuestro propio mundo de hoy, asolado por crisis económicas, ecológicas, migratorias, religiosas. Un mundo que se suele ufanarse de su democracia, pero en el que millones de humanos sufren, cuando menos (o más) hambre y miseria crónica, lo que nos obliga a pensar en la necesidad de refundar una utopía de un mundo mejor; que no cometa los errores y horrores de la que marcó con su existencia y fracasó el siglo veinte.  

Para empezar, Padura ha dejado en claro que no es politólogo, ni sociólogo y tampoco economista, pero es un escritor que, más que imaginación –como ha dicho–  observa la realidad, “y esa observación y conocimiento de la realidad es lo que alimenta mis obsesiones”.  

Como observador, percibe que “la democracia se ha ido resquebrajando de una manera galopante”. Lo que ocurre en Estados Unidos con la administración de Donald Trump y los métodos que está aplicando, incluso de limitar las libertades, “son noticias que hemos leído todos los días y es preocupante”. Y en América Latina, por supuesto, hay un problema gravísimo (social, político y económico) y es que vivimos en la región más desigual del mundo.  

Recordó su primer viaje a México en 1989 y el recorrido que hizo por carretera de la Ciudad de México a Guadalajara, donde “paramos en dos o tres pequeños pueblos para tomar café, comer algo, y vi la pobreza insultante que existía en esos lugares. Dije: aquí tiene que llegar la revolución. Va a llegar mañana o pasado, pero tiene que llegar”.  

En Cuba también se ha visto el crecimiento de esa pobreza. En su época de universitario, en los años setenta,existía una “pobreza digna”. Explicó: “Todos llegamos a la universidad. Mi generación es mayoritariamente universitaria. Todos teníamos dos camisas, un pantalón y un par de zapatos. Y teníamos una enseñanza universitaria de calidad. Eso era importante. Pero incluso esas posibilidades se han deteriorado y los niveles de pobreza se han incrementado”. 

Efectivamente, las novelas de Padura constituyen una reseña de la crisis cubana, señaló Pierre Lemaitre en el Diccionario Apasionado de la Novela Negra (2022). De hecho, las investigaciones de su detective Mario Conde comienzan en 1989, el año bisagra de la caída del Muro. Con la desintegración de la URSS, Cuba pierde su (único) apoyo financiero. La crisis, que no es sólo material, acaba con las esperanzas de toda una generación de cubanos.  

En la figura de Mario Conde, Padura ha depositado buena parte de sus propias nostalgias y obsesiones. El detective, un personaje que ha aparecido por lo menos diez novelas desde 1991 (Pasado Perfecto) hasta 2022 (Personas decentes) es como Padura un observador nostálgico y desencantado, lúcido y crítico, que retrata la vida cotidiana y las fracturas sociales de La Habana.

 

Ricardo del Muro

#RicardoDelMuro