ESTRATEGIA GLOBAL ESTADOUNIDENSE

Del orden internacional al sálvese quien pueda

La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos plantea una agenda con énfasis en el fortalecimiento interno, la soberanía nacional y la reconfiguración del liderazgo estadounidense desde una óptica nacionalista. | Laura Rojas

Escrito en OPINIÓN el

La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos publicada en noviembre de 2025 bajo la presidencia de Donald J. Trump representa un cambio profundo en la visión global de ese país. El documento plantea una agenda centrada exclusivamente en los intereses de Estados Unidos, con énfasis en el fortalecimiento interno, la soberanía nacional y la reconfiguración del liderazgo estadounidense desde una óptica nacionalista. La estrategia denuncia los errores de las élites políticas anteriores, criticando el globalismo, las guerras prolongadas y los tratados comerciales que, según el texto, debilitaron la industria y la clase media estadounidense.

Uno de los puntos más relevantes para México y América Latina es la llamada “Corolario Trump” a la Doctrina Monroe. Bajo este principio, se reafirma el derecho de Estados Unidos a evitar cualquier presencia de potencias extrahemisféricas en América Latina y a intervenir, si es necesario, para preservar su influencia. El documento propone reconfigurar la política hacia la región bajo un enfoque de seguridad, migración y comercio estratégico. Advierte sobre la influencia de actores como China y plantea el fortalecimiento de la presencia militar y económica estadounidense como medida disuasiva.

El combate al narcotráfico y la migración son presentados como amenazas directas a la seguridad nacional. Los cárteles son clasificados como organizaciones terroristas extranjeras, lo que abre la posibilidad de acciones militares contra ellos, incluso en colaboración con gobiernos regionales o de forma unilateral. Esto representa un riesgo para la soberanía mexicana, especialmente si se traduce en presiones para aceptar presencia militar extranjera o cambios en la política de seguridad interior.

La estrategia también propone trasladar parte de la producción global a países cercanos, destacando la importancia del “nearshoring” en América Latina. Esto podría traducirse en oportunidades económicas, particularmente para México, pero también en una relación asimétrica donde Estados Unidos impone sus condiciones. Además, se prioriza la inversión en infraestructura crítica, con un fuerte componente de control sobre cadenas de suministro y sectores estratégicos.

En cuanto al enfoque migratorio, se plantea el fin de la “era de la migración masiva” y se aboga por un sistema rígido de control fronterizo. México continuará siendo clave en este objetivo, presionado para actuar como barrera de contención de flujos migratorios hacia el norte.

Respecto a Europa y otras regiones, el documento critica la pérdida de identidad occidental, el estancamiento económico y la dependencia energética. En lugar de fomentar la integración o el multilateralismo, aboga por que cada nación asuma su defensa y se reafirme como Estado soberano. Estados Unidos no busca más mantener el orden global, sino garantizar que ninguna otra potencia —ya sea en Asia, Medio Oriente o África— adquiera ventaja estratégica. Bajo esta lógica, sus alianzas dependen, más que de principios, de reciprocidad, gasto militar y alineamiento con sus prioridades geoeconómicas.

Esta visión ya ha sido puesta en práctica en decisiones como la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París, el recorte de fondos a organismos multilaterales como la OMS o la UNESCO, la presión constante a los países europeos para aumentar su gasto en defensa dentro de la OTAN, y las acciones unilaterales recientes contra regímenes como el de Venezuela. Todo esto indica un repliegue estratégico que pone fin, al menos en el corto plazo, a la etapa en la que Estados Unidos sostenía gran parte del orden y la seguridad internacional. 

La redefinición de la estrategia global estadounidense está acelerando una reconfiguración de los bloques de poder y alianzas internacionales. En este nuevo escenario, Norteamérica se perfila como un bloque comercial y productivo más integrado. La Unión Europea, aunque institucionalmente unificada, enfrenta tensiones internas y externas que desafían su cohesión. Paralelamente, América Latina, ante la creciente presencia económica de China, podría fortalecer sus lazos con el gigante asiático. 

En conjunto, el orden global se fragmenta en bloques más regionalizados, con menor coordinación multilateral ante los retos globales y mayor competencia entre potencias. Estamos así, viviendo un cambio de época.

 

Laura Rojas

@Laura_Rojas_