PRENSA INCÓMODA

Quién es quién... en atacar a la prensa

¿La prensa es incómoda para el gobierno? solo si hace bien su trabajo, y algo deben estar haciendo bien los periodistas de México y de Estados Unidos que resultan tan molestos al poder. | Mario Campos

Escrito en OPINIÓN el

¿La prensa es incómoda para el gobierno? Solo si hace bien su trabajo. Y algo deben estar haciendo bien los periodistas de México y de Estados Unidos que resultan tan molestos al poder.

Por eso, esta semana el gobierno de Donald Trump lanzó “El Salón de la vergüenza”, una sección en el sitio oficial de la Casa Blanca dedicado a “exhibir” a los medios, que según el gobierno, manipulan y mienten con la información publicada.

Es, ni más ni menos, que la versión estadounidense del penoso invento de López Obrador llamado “Quién es quién en las mentiras”, ejercicio denunciado muchas veces por Artículo 19, y que Claudia Sheinbaum mantiene en una versión light como el “Detector de mentiras”.

En todos los casos se trata de acciones desde el gobierno para desacreditar el trabajo de los periodistas y los medios de comunicación, bajo el supuesto amparo del derecho de réplica. Estos y otros gobiernos buscan convertirse en los definidores únicos de lo que el periodismo puede o no decir o hacer.

El objetivo es sencillo: eliminar los contrapesos para que puedan imponer su relato como la verdad. Por eso, en los últimos años hemos visto ataques sistemáticos contra actores que ofrecen información propia, independiente y con credibilidad. En México, por ejemplo, el gobierno de la 4T desapareció el Coneval que evaluaba la política social; eliminó el INAI que era un instrumento para tener acceso a la información; en Estados Unidos, Donald Trump corrió al responsable de la institución que ofreció datos sobre el pobre crecimiento del empleo.

El sentido de todo eso es lograr imponer lo que en EU han llamado los “alternative facts” y que en México AMLO bautizó cínicamente como “los otros datos”. En ese proceso los medios de comunicación resultan incómodos cuando hacen bien su trabajo y no solo se limitan a repetir lo que dicen los actores políticos sino que contrastan, verifican, confirman o desmienten.

Frente a esa incómoda tarea de vigilancia la clase política prefiere la descalificación.

Por eso las consignas recurrentes de AMLO contra el sueldo de Loret o los ataques de Fernández Noroña contra Azucena Uresti, versiones domésticas de lo que Trump ha llevado a un nivel todavía más bajo con insultos a las periodistas (casi siempre mujeres) que lo confrontan. Tan solo en las últimas dos semanas a una reportera la llamo “cerdita” y a otra le dijo “estúpida” solo por cuestionarlo.

Expresiones que son el reflejo de la misma pulsión que busca deshacerse de un periodismo que incomoda, que no se deja -esta semana el New York Times demandó al gobierno de Trump- y que resulta una piedra en el zapato que pese a todo, y para fortuna de todos, no se han logrado quitar.

Mario Campos

@mariocampos