Como varios exmandatarios, Andrés Manuel López Obrador aseguró el año pasado que él sí se iba a retirar de la política, que se iba a jubilar, que no se iba a ir del país y que se iba a dedicar a la investigación de las sociedades prehispánicas. Es más, aseguró que ni se iba a dejar fotografiar.
No todos le creyeron. Ahora, con el arranque de la promoción de su nuevo libro, “Grandeza”, reaparece en un video y aprovecha la ocasión para hacer pronunciamientos políticos que no pueden pasar desapercibidos. Es más, por la forma en que fueron dichos, abrieron la puerta a diversas especulaciones.
Como siempre lo hizo, en esta ocasión también hay un cálculo político detrás de sus palabras. Algunas fueron premeditadamente ambiguas. Otras no tanto. Hay señales de lo que podría hacer en ciertas circunstancias y advertencias si sucedieran otras. Sin embargo, lo que no se puede perder de vista es su derecho a expresarse y participar libremente en el espacio público.
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Las reglas no escritas de lo que debe o no hacer un expresidente de la República ya no aplican desde finales del siglo pasado. El activismo de Carlos Salinas de Gortari luego del conflicto que tuvo con Ernesto Zedillo, y la llegada al poder de Vicente Fox, fueron los factores que favorecieron el cambio de paradigma.
Por si no lo viste: Sheinbaum afirma que no hay razones para el regreso de AMLO a la vida pública.
Aunque las actividades de los expresidentes han sido limitadas y esporádicas, casi siempre terminan llamando la atención. La razón es obvia. En los tiempos dominados por el PRI, su silencio no era suficiente. Muchos de ellos terminaban en el exilio. Eran los tiempos de las llamadas “reglas no escritas” que los obligaban a mantener el poder real y simbólico de los nuevos titulares del Poder Ejecutivo.
José López Portillo pasó varios años en Europa. Luis Echeverría Álvarez se fue a Australia como embajador, pero no por gusto, sino por orden de López Portillo. Carlos Salinas de Gortari ha vivido, entre otros lugares, en Irlanda y Reino Unido.
Ernesto Zedillo se fue a Estados Unidos. De Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto se cree que viven en España. Sólo Miguel de la Madrid, Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador se quedaron en México, aunque de este último se ha especulado que no todo el tiempo lo ha pasado en su rancho de Tabasco.
Los ex presidentes más activos han sido Vicente Fox y Felipe Calderón. Para sorpresa de muchos, Ernesto Zedillo tomó la decisión de regresar al espacio público mexicano con motivo de la Reforma Judicial y logró mantener una confrontación, de varios días, con la presidenta Claudia Sheinbaum.
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Durante el primer año de la presidenta Claudia Sheinbaum, casi a diario estuvo presente la imagen de López Obrador: que si era el poder tras el trono; que si en el país se había conformado una nueva forma de maximato; que si muchas decisiones importantes las tomaba él; que si seguía gobernando parte del país a través de el equipo de colaboradores directos que tiene en los tres poderes de la Unión.
Por supuesto que resulta difícil de creer que AMLO permanezca lejano, inmóvil o despreocupado de lo que ha estado sucediendo en la agenda política del país. Los escándalos de corrupción en torno a sus hijos, amigos de sus hijos, amigos personales y subordinados hacen impensable que la decisión de retiro sea definitiva.
Lo mismo sucede con los graves problemas que sigue enfrentando el país —muchos de los cuales se comprometió a erradicar— además de las críticas, cuestionamientos y denuncias que se han presentado sobre las obras emblemáticas que realizó durante su sexenio. A como van las cosas, será todo un reto mantenerse en silencio o a la distancia sin hacer nada.
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Lo sucedido hace unos días así lo confirma. El expresidente Andrés Manuel López Obrador vuelve a hacer política con su video y con las reacciones que generó en la presidenta Claudia Sheinbaum. La especulación creció a tal grado, que unos dijeron que se trataba de “una bocanada de oxígeno” para la jefa del Ejecutivo en un momento crítico de su sexenio. Otros, aseguraron que la intromisión sólo debilitaba su liderazgo. Y hubo más.
De lo que no hay duda es que el silencio de AMLO se rompió y tal vez hubo un acuerdo con la primera mandataria para fijar los límites. Tampoco de que ambos están en su derecho. No hay reglas escritas o no escritas que lo impidan. Si existen, aún no las conocemos. En México se viven otros tiempos, estemos de acuerdo —o no— con las decisiones que se están tomando desde la cúpula del poder.
Aún más. Si el expresidente decide participar, no tendría que haber ningún problema para la democracia ni para las libertades a las que todas y todos tenemos derecho. Lo que se calificaría mal el pueblo sería la incongruencia, la mentira o la protección de personas que cometan cualquier acto de impunidad o corrupción, su pretexto de que los males del país se generaron en el pasado. O que se asegure que hoy tampoco hay problemas graves, deshonestidad, crisis, favoritismo ni equivocaciones.
Recomendación editorial: Julio Scherer García. Los presidentes (nueva edición). México: Editorial Grijalbo, 2015.
