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¿Al borde de la desconfianza?

La confianza en el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum podría perder su blindaje si la economía entra en una verdadera crisis. | José Antonio Sosa Plata

Escrito en OPINIÓN el

A pesar de la difícil situación que atraviesa el país en el tema de inseguridad, la popularidad de la presidenta Claudia Sheinbaum sigue siendo muy alta. También la confianza que la gente tiene en muchas de sus políticas públicas y en las decisiones que está tomando.

Si bien existen algunos indicadores en las encuestas que muestran un punto de inflexión negativo en el apoyo de la ciudadanía, no se puede concluir todavía que el “debilitamiento” de su imagen pública pondría en riesgo los resultados en favor de Morena durante las elecciones de 2027.

La derrota es lo que quisieran los partidos de oposición, seguro. Así lo afirman y defienden en la mayoría de los debates, tanto formales como informales. Sin embargo, la esperanza de remontar para ser competitivos a nivel nacional es muy complicada porque el gobierno, aún, no está en la situación de crisis profunda como la que aseguran

Los opositores tienen razón: La inseguridad se mantiene como una de las mayores preocupaciones. Los asesinatos, extorsiones y demás delitos de alto impacto preocupan y tienen inconforme a la mayoría. Las manifestaciones, marchas y bloqueos recientes también están provocando un gran descontento, pero tampoco hay duda de que la confianza de la mayoría en la primera mandataria se mantiene.

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Parece una paradoja sin precedente. Por un lado, porque en los gobiernos del PRI o el PAN, el aumento de la inseguridad en el país, sí afectaba la popularidad y la confianza de los presidentes. Por el otro, porque en mayor o menor medida, el miedo y enojo de la gente terminaban repercutiendo en los resultados de las elecciones.

En otras palabras. Si hoy estuviera gobernando cualquiera de estos dos partidos, el costo de la factura que le pasaría a la sociedad sería muy alto. Pero más aún con una oposición activa, un líder nacional muy fuerte, líderes locales en proceso de consolidación y una narrativa convincente. El resultado en 2018 fue sorpresivo y contundente.

Aunque los indicadores económicos no estuvieron tan mal en los gobiernos de 2000 a 2018, la percepción ciudadana tampoco era muy favorable. La preocupación ciudadana era grande y potenció el voto de castigo. Aún más. A finales del siglo XX comprendimos que la inseguridad y la crisis económica se convertirían en la combinación perfecta para provocar, después de 70 años, la alternancia.

Consulta: Sebastián Rivera. “Confianza y participación política en América Latina”, en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, México, UNAM, Número 235, enero-abril de 2019, pp. 555-584.

Sabemos muy bien que la injusta distribución de la riqueza, la atención prioritaria a los indicadores macroeconómicos, el crecimiento de la economía informal y el aumento injusto de la pobreza contribuyeron a la llegada de Andrés Manuel López Obrador en 2018. 

Pero aunque durante su sexenio no se cumplió todo lo que ofreció en materia económica —sobre todo en términos de crecimiento y generación de empleo–, el expresidente sí demostró tener la habilidad de convertir los programas sociales en la maquinaria electoral más potente y efectiva de toda nuestra historia.

Por si fuera poco, AMLO logró consolidar una estrategia de comunicación política con la que vinculó, en forma excepcional, la entrega de recursos directos con un manejo personal de emociones, que lo hicieron casi “inmune” a los efectos más preocupantes de una inseguridad que no disminuyó y una economía que creció muy poco en términos reales.

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Con el triunfo histórico de la presidenta Claudia Sheinbaum, el paradigma se mantiene, al menos hasta ahora. La inseguridad es un tema que preocupa, y mucho más que antes, pero que aún no se convierte en el factor que haga caer su popularidad como sucedió con otros primeros mandatarios.

Sin embargo, la economía empieza a mostrar señales muy delicadas que pronto podrían configurar el inicio de una nueva crisis. Los efectos del bajo crecimiento, de la enorme deuda pública o de la economía informal —entre otros factores— sí podrían impactar en la confianza y popularidad de la presidenta

Algunos especialistas aseguran que la crisis económica es inevitable y que sólo es cuestión de tiempo. Pero no dicen cuánto. Y si esta situación adversa estalla antes de que existan líderes opositores que puedan convencer a la gente de que tienen la solución, el país entraría en un escenario de inestabilidad política y social muy difícil de controlar porque, entonces, ya no habría ninguna estrategia capaz de controlar la inconformidad.

Recomendación editorial: Niklas Luhmann. Confianza. Barcelona, España: Editorial Anthropos, 2013.  

 

José Antonio Sosa Plata

@sosaplata