Después de poco más de una veintena de bombardeos a “presuntas” lanchas de narcotraficantes supuestamente provenientes de Venezuela y de cuando menos cuatro meses de asedio al gobierno de Maduro, al día de hoy, las polémicas acciones de la milicia estadounidense en las aguas del Caribe, podrían enfrentar una demanda por crímenes de guerra.
El despliegue de al menos 14 buques de guerra es uno de los mayores ejercicios de las fuerzas navales estadounidenses en varias décadas. Pero ¿qué detonó éste, al parecer intempestivo despliegue militar en el “combate al narcotráfico”? según palabras de Donald Trump.
El asunto es que el despliegue de la flota naval militar de los Estados Unidos en aguas cercanas a la frontera continental de Venezuela, inició paralelamente cuando Trump puso en marcha su plan para terminar con la guerra en Ucrania, por supuesto las actividades de los agentes de la CIA, en territorio venezolano llevan mucho más tiempo, pero amén de eso, la idea de pacificación en Ucrania parece ser una moneda de cambio para la Casa Blanca.
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Para Trump la guerra en Ucrania dejó de ser una prioridad geoestratégica que lejos de traerle beneficios, corría el riesgo de arrastrarlo a una conflagración más grande de la que difícilmente alguno de los involucrados saldría bien librado, por ello, la premura desde Washington de terminar la guerra en la que Moscú, tiene puesta todas baterías para evitar la cercanía de la OTAN en sus fronteras y el riesgo para su seguridad que ello significa.
Así fue que vimos cómo Trump de pronto dejó solo a Zelenski y a la Unión Europea (UE) que aún mantiene la idea de hacerle frente a Rusia pese a las advertencias de Washington que señala que solos no podrán con el ejército ruso, pero esa sentencia, no era una advertencia para obtener algo de los países europeos sino, la decisión de retirar los apoyos a Ucrania para seguir esa lucha que, como reconoció el propio Trump, tarde que temprano tendrá el mismo final, la derrota de Ucrania y la extensión de las fronteras rusas hacia el Oeste.
Pero si esta es la jugada ¿qué es lo que está en juego? Bueno, pues además de mantener cada parte su posición de liderazgo hegemónico regional, la lucha como ya se ha señalado en este espacio en otras ocasiones, la disputa se centra en el control del mercado del Gas Natural, Estados Unidos y Rusia, son los dos grandes productores del energético a nivel global, pero es Rusia junto con Irán, quienes poseen los mayores yacimientos de gas.
Y mientras que los Estados Unidos, deben recurrir al fracking para mantener su actual nivel de producción, lo que la hace más onerosa además de que las reservas estadounidenses son menores a las de sus competidores, sin mencionar que dicha práctica tiene un mayor impacto ambiental, le significan una posición de desventaja.
Según datos de la Agencia Internacional de Energía (AIE) Rusia posee 36.7% de las reservas probadas de Gas Natural en el mundo, Irán el 26.1% y Estados Unidos el 10.3%. Los dos primeros países, ambos rivales de Washington en varios terrenos geoestratégicos, poseen juntos más del 50% del gas que el planeta demandará en los próximos años. Venezuela ocupa el noveno lugar del top mundial de reservas mundiales de Gas Natural con alrededor del 4% de reservas probadas.
A nivel global existe un consenso sobre el Gas Natural como el principal sustituto en el futuro para la producción de energía eléctrica y en un mundo cada vez más conectado digitalmente y en el que la demanda aumentará cada vez más debido a la tendencia de electrificar las principales actividades como el transporte y los centros de producción industrial, se requerirán mayores cantidades de electricidad, y el Gas Natural, será el núcleo energético con el que funcione el mundo en las próximas décadas.
Por supuesto que esta “guerra de baja intensidad” contra Venezuela tiene por objetivo derrocar al gobierno de Maduro y volver a “establecer” su influencia y dominio en la región, pero, sobre todo, “gestionar” a través de sus multinacionales los recursos energéticos del país Sudamericano.
El intercambio de Ucrania por Venezuela es evidente, los gobiernos de Putin y Maduro, no hace muchos meses firmaron un “acuerdo estratégico” que incluye asistencia militar al país Sudameticano en caso de ser “necesario”. No debemos olvidar que al inicio de las maniobras navales estadounidenses en aguas venezolanas, Moscú declaró que enviaría además de aviones de combate, misiles al gobierno de Maduro para hacer frente a una posible agresión directa.
Venezuela es también aliado de los países BRICS que, entre sus acuerdos, está el apoyo militar a algunos de sus miembros en caso de ser atacados por un país ajeno al bloque que inicialmente sólo era comercial pero que, con la escalada de los acontecimientos globales con la segunda llegada de Trump a la Casa Blanca, los objetivos de estos países han escalado a temas de seguridad e intercambio de tecnología.
Por supuesto que si Estados Unidos ataca directamente Venezuela, difícilmente veremos en las redes sociales perfiles con la bandera venezolana en defensa de su libertad y soberanía, pues para quienes se oponen al gobierno de Maduro, cuestionable por supuesto pero obtenido en las urnas, no importa la manera en que sea derrocado, a lo que aspiran todos ellos dicen, es a la “libertad” de comerciar y hacer negocios a modo sin beneficio tangible para la población, eso ya ocurrió en la década de los 90 que, para algunos, esa faceta fue la época dorada y para otros, fue el periodo de pauperización de la población venezolana.
Hoy Venezuela está más aislada con el cerco aéreo ordenado desde Washington, pero desatar una guerra directa sería un suicidio así que, a la manera de la CIA buscarán asesinar a Maduro para colocar a la premio Nobel de la Paz, en la silla presidencial.
Taiwán también está en juego y la posición de China al igual que la de Moscú, es inamovible, aunque Japón con su nueva ministra de ultraderecha, ya dio señales de que iniciarán ejercicios militares en caso de que el gobierno de la isla de Taiwán pase a la administración de Beijing.
