LINCHAMIENTO EN REDES

¿A quién lincharemos hoy?

Es importante entender el efecto amplificador que tienen los linchamientos virtuales, que en no pocas ocasiones, tienen consecuencias en la vida real. | Mario Campos

Escrito en OPINIÓN el

Richard Hart es un empresario y panadero inglés que reside en México desde 2023 y que esta semana se convirtió en uno de los villanos favoritos de las redes sociales nacionales. ¿La razón? Unas torpes declaraciones hechas en un podcast en abril de este año, que para su desgracia, se volvieron virales en las últimas semanas. 

Sus expresiones sobre la cultura del pan en México, la calidad de las harinas y el bolillo mexicano, provocaron tal indignación que luego del linchamiento en redes  –que incluyó la difusión de imágenes alteradas de su negocio “grafiteado”– le llevaron a ofrecer disculpas en un post en el que reconoció su error. Por supuesto, en medio de la indignación nada valieron sus declaraciones en años anteriores en las que ha hablado maravillas de México.

El caso importa, entre otras cosas, porque es el ejemplo más reciente de la dinámica que trajeron las redes sociales desde su llegada y que el filósofo Byul Chun-Han describió en su libro En el enjambre como shitstorms o “tormentas de mierda”, esas cruzadas en las que usuarios de las más diversas plataformas deciden emitir un juicio masivo en contra de alguien, que en opinión de la masa digital, ha transgredido una conducta socialmente permitida.

El fenómeno lleva años entre nosotros, y lo hemos visto pasar en los cientos de lords y ladies que han sido exhibidos en redes sociales, con o sin razón. Ya se sabe que estos fenómenos son expresiones del empoderamiento de la voz de los usuarios que trajeron las redes, de la cultura de la cancelación –que busca suprimir a alguien del espacio público por su conducta– y hasta de fenómenos como el anonimato y los discursos de odio que se encuentran tan cómodos en algunas plataformas como X.

Lo que suele ser menos mencionado es el efecto que estas campañas pueden tener. Apenas esta semana hizo una aparición en medios otra de las villanas del 2025, Kristin Cabot; quizá su nombre no sea tan conocido pero sin duda es identificable si la presento como la mujer del video del concierto de Coldplay. En una entrevista en el New York Times, Cabot da cuenta de cómo la viralización de su imagen, y la reacción del juicio moral del ciberespacio, le cambió la vida. Desde la pérdida del empleo –que le ofrecía mantener la empresa– hasta las afectaciones en la vida cotidiana que han ido desde 500 y 600 llamadas por día, hasta amenazas de muerte, pasando por agresiones en el supermercado.

Más allá de la opinión personal que cada quien pueda tener sobre los actos de los protagonistas de esas historias, lo relevante es entender el efecto amplificador que tienen los linchamientos virtuales, que en no pocas ocasiones, tienen consecuencias en la vida real. Memes, hashtags y tendencias que parecen inocuos pero que tienen efectos concretos en las vidas de cientos de personas.

Si bien habrá quien celebre estos linchamientos como castigos ejemplares, el tema debería preocupar, entre otras cosas, por el efecto que tienen en la capacidad de indignación real de la sociedad; como bien resumió en un cartón el monero español Riki Blanco, “nos quejamos tanto que luego no tenemos fuerza para protestar”. Porque el enojo digital en realidad sirve para muy poco.

Esos ajusticiamientos en nada abonan a la comprensión de los problemas y sus causas, y casi nunca apuntan a alguna solución. Sin duda es más fácil enojarse con un panadero extranjero –y volverlo el símbolo de la gentrificación– que hablar de la ausencia de políticas de vivienda por décadas; claro que es más sencillo poner un tuit enojado, que discutir sobre la movilidad en la ciudad, o la infraestructura que haga más habitable la ciudad en otras partes.

No pretendo desmontar esta inercia que lleva ya tantos años entre nosotros, sin embargo, si este texto logra que algún lector se pregunte sobre las consecuencias o la utilidad antes de subirse a la próxima shitstorm, habrá valido la pena. 

 

Mario Campos

@mariocampos