El llamado de la presidenta Claudia Sheinbaum a los movimientos de izquierda de América Latina, para reflexionar y analizar por qué triunfó el candidato conservador José Antonio Kast en Chile, es oportuno y tiene sentido. Pero no sólo por cuestiones ideológicas. También por una elemental razón de sobrevivencia política.
Si bien es cierto que la primera mandataria no presentó a los medios un análisis más profundo de dicho resultado, sí aprovechó la ocasión para resaltar la importancia que tiene para el movimiento de la Cuarta Transformación mantener “la cohesión interna y el amplio apoyo popular, sustentado en los resultados de gobierno”.
En el mismo sentido, habló del peso que tiene la honestidad de las autoridades, el hecho de no abandonar los principios a los que se comprometieron con el pueblo y la visión a futuro sobre la que se sustenta su proyecto de nación. No obstante, y a pesar de los triunfos que ha logrado la derecha en América Latina, reconoció su respeto a los resultados finales en Chile, pues fue una elección democrática.
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En términos concretos, esta postura de la presidenta corresponde con la de una auténtica estadista. Defiende una causa, pero también la legitimidad de los procesos electorales. Sin embargo, hay un contraste en su opinión si se le compara con las declaraciones que ha hecho en relación con el Premio Nobel que se le otorgó a la lideresa opositora venezolana, María Corina Machado.
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El análisis y visión de una estadista no la obliga a renunciar a sus causas, convicciones, lealtades, compromisos y creencias. Por el contrario. Lo que no debería hacer es enviar señales tan contrastantes a sus militantes y simpatizantes, pero menos a la población. La gente valora el cumplimiento de la palabra, la eficacia y los resultados, pero también la autenticidad y la congruencia.
Desde el resurgimiento del populismo en varias naciones, está claro que los giros políticos hacia los extremos no surgen de las convicciones ideológicas de la ciudadanía. Son resultado de un nuevo mercado electoral, en el que la gente termina decidiendo por “el mejor postor”. En otras palabras, los estudios de opinión confirman que la conveniencia y el beneficio directo son determinantes a la hora de votar.
¿De qué otra forma podría haber votado, por ejemplo, el pueblo argentino en las elecciones donde ganó hace dos años Javier Milei? ¿Fue por ser un personaje de derecha o porque el pueblo creyó en las soluciones que ofreció para resolver la grave crisis económica en que estaba sumido su país?
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Algo similar sucedió en Chile. La mayoría tuvo la percepción de que José Antonio Kast era su mejor opción porque creyó en su narrativa: "Sin seguridad no hay paz, sin paz no hay democracia y sin democracia no hay libertad. Chile volverá a ser libre del crimen, de la angustia y del temor”.
El mensaje era lo que esperaban escuchar los chilenos. Y sobre el cumplimiento de esta promesa dependerá el futuro político de su presidente. No habrá importado qué partido lo postuló. No se le evaluará por su posición política. La popularidad dependerá muy poco de su carisma o de las simpatías personales que pueda despertar.
En comunicación política, las opiniones favorables —sí, esas que dan popularidad— se explican por las acciones en favor de la población y de la solución a sus necesidades más sensibles. Al menos en términos de percepción, porque muchos de los líderes no cumplen cabalmente con las promesas que hicieron durante sus campañas.
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Sobre esta base se tienen que analizar, entonces, los mensajes de la presidenta Sheinbaum sobre lo que está pasando en América Latina. Sin duda, es muy importante la honestidad de las autoridades y defender los principios a los que se comprometieron con el pueblo. También el imperativo de mantener la unidad de su movimiento.
Sin embargo, también hay señales de que no todo marcha bien. Hay preocupación de la población en diversos temas esenciales de su vida cotidiana que se contraponen con algunas actitudes “triunfalistas” de algunos de sus voceros, más de aquellos que no reconocen ni errores, ni acciones de corrupción ni incumplimientos.
Los argumentos de “nosotros sí lo estamos haciendo muy bien” y “los opositores siempre lo han hecho muy mal” hoy resultan poco creíbles. La jefa del Ejecutivo había sorteado esta contradicción, hasta que se incrementaron las denuncias de corrupción de personajes vinculados a su movimiento. La consecuencia es lógica, pues se están generando dudas sobre si hará su mayor esfuerzo por erradicar la corrupción de nuestro sistema político.
Pero eso no es todo: enviar mensajes encontrados en estos momentos sólo incrementa la desconfianza, alimenta la crítica de los adversarios, debilita el vínculo emocional con la ciudadanía y afianza la creencia, bien fundada, de que aún los movimientos políticos de mayor fuerza en América Latina pueden caer si no hay congruencia y consistencia discursiva, además de resultados concretos en favor de la mayoría.
Recomendación editorial: Henry Kissinger. Liderazgo: seis estudios sobre estrategia mundial. Madrid, España: Editorial Debate, 2023.
