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Irrumpe la Generación Z desconfiando de los políticos

En la antesala de las elecciones de 2027 y 2030 se observa que los jóvenes desconfían y están cada vez más alejados de los partidos que, reacios al cambio, mantienen dirigentes, agendas y discursos obsoletos. | Ricardo del Muro

Escrito en OPINIÓN el

En la antesala de las elecciones de 2027 y 2030, se observa una “fractura generacional” en la vida política del país, donde los jóvenes desconfían y están cada vez más alejados de los partidos que, reacios al cambio, mantienen dirigentes, agendas y discursos obsoletos. A pesar de la evidente hegemonía de Morena, en los próximos años es previsible un choque cultural donde los políticos adultos de la Generación X y Millennials tienden a ser desplazados por los jóvenes de la Generación Z.  

El blindaje del Palacio Nacional y las sobredimensionadas expectativas de los grupos opositores ante la marcha –denominada Generación Z– del 12 de noviembre, muestran los sentimientos encontrados, desde el temor extremo hasta el optimismo desbordado, que tiene la clase política ante la irrupción de los Centennials, los jóvenes nacidos entre 1997 y 2012 que definirán el futuro político de México.  

La Generación Z, marcada por su hiperconectividad, activismo digital, conciencia social y la desconfianza profunda hacia las instituciones y la política tradicional, podría encabezar en México dos rutas de cambio similares a las observadas en otros países: una vía institucional, como ocurrió en lugares donde la presión juvenil derivó en reformas ambientales, agendas de derechos y renovación partidista –casos como Alemania, Chile o Corea del Sur– o una ruptura, como sucedió en Nepal y Madagascar, donde los manifestantes contra la corrupción lograron derribar gobiernos.  

En las últimas cuatro décadas, la sociedad mexicana ha experimentado un profundo cambio en sus valores y creencias sobre la familia, el trabajo, la religión, el nacionalismo, la deferencia hacia la autoridad, los roles de género y otros aspectos culturales, como ha documentado el politólogo Alejandro Moreno Álvarez en su reciente libro “La evolución cultural de México (1982 – 2023)”, editado por Banamex.  

Un cambio marcado por diferencias y resistencias, además de una creciente polarización generacional que se ha acentuado con el arribo de buena parte de la Generación Z –casi toda ella nacida en este siglo– a la edad adulta, y el reemplazo de la Generación Posrevolución nacida en la primera mitad del siglo pasado.  

A partir de este libro, donde el doctor Moreno analizó una serie de encuestas de valores que documentan la transformación cultural de la sociedad mexicana, se aportan elementos que permitirán a los sociólogos y politólogos analizar los novedosos fenómenos sociopolíticos que se observan en México.  

En todo presente, afirma el filósofo José Ortega y Gasset (1929) coexisten tres generaciones: los jóvenes, los hombres maduros, los viejos. Esto significa que toda actualidad histórica, todo “hoy” envuelve en rigor tres tiempos distintos: “Hoy” es para unos veinte años, para otros cuarenta, para otros sesenta: y eso, que siendo tres modos de vida tan distintos tengan que ser el mismo “hoy” declara sobradamente el dinámico dramatismo, el conflicto y colisión que constituye el fondo de la materia histórica, de toda convivencia actual.  

Un planteamiento que sirve para intentar comprender al Congreso mexicano, donde el debate legislativo ha degenerado en pleitos de vecindad, grillas e insultos entre una mayoría de autómatas levantadedos y una simbólica oposición partidista, lo que es un reflejo de un sistema político anquilosado, donde la Generación X, integrada por legisladores de entre 38 y 55 años, ocupa la mayoría de las curules, pero la toma de decisiones sigue concentrada en una minoría de ancianos, pertenecientes a los boomers, como el diputado Ricardo Monreal (65 años) y el senador Adán Augusto López (62 años).   

Los enfrentamientos verbales, aderezados con todo tipo de calificativos, como los que regularmente escenifican la senadora Lily Tellez (58 años) y el senador Gerardo Fernández Noroña (65 años), son ejemplo del desfase que hay en el Congreso, donde los legisladores de la Generación X –nacidos entre 1965 y 1980– representan a los mexicanos que crecieron bajo el signo simultáneo de la crisis económica y familiar.  

Mientras sus padres vivieron el auge del desarrollo estabilizador, esta generación llegó a la adolescencia en medio de devaluaciones, inflación y pérdida del salario real, desde 1976 hasta el “error de diciembre” de 1994, justo cuando ingresaban al mercado laboral. La promesa de movilidad social que ofrecía el PRI degeneró en el capitalismo salvaje neoliberal y el cambio político que planteó Morena en 2018 tiende a reproducir los viejos vicios priístas. 

En lo político, señala Moreno, las actitudes hacia el carácter democrático del país se han polarizado. Las encuestas registran un amplio respaldo a la democracia, pero también el crecimiento de apoyos a otras formas de gobierno, incluidos el populismo y el autoritarismo.  

A pesar de ello, los valores de autoexpresión hacia los que se ha ido moviendo la sociedad mexicana constituyen, como esperaría la teoría del cambio de valores, un apoyo cultural importante a la democracia liberal, así como a los derechos y libertades de las personas. Sin embargo, prevalece en México un sentido de falta de representación política.  

A diferencia de la Generación X y los Millennials, dos generaciones “sandwich” que, bajo la supervisión de los boomers, han aceptado a regañadientes o han reformado el sistema político heredado de la posrevolución, se abre paso una nueva generación (los G-Z) que ya es decisiva en términos electorales, pero que desconfía de los partidos y percibe la política como un espacio ineficaz y corrupto.  

Los datos de participación electoral muestran una paradoja, donde los jóvenes de 18 a 29 años representan una cuarta parte de la población mexicana, entre 25 y 30 por ciento; sin embargo, su participación en la elección de 2024, pasó del entusiasmo a los 18 años (61.3%) a una baja votación, con apenas 50 por ciento en el grupo de 20 a 29 años, casi 10 puntos porcentuales por debajo de la participación general y 20 en relación a los adultos mayores. 

En las “voces de una nueva generación” que presenta Moreno en su libro, una joven (Mónica) señala: “No creo que la característica definitoria de nuestra generación sea la indiferencia. Por el contrario, nuestro valor más preciado es el compromiso social. Vivimos en una época en la que cada vez estamos más conectados, pero paradójicamente, las personas se sienten cada vez más solitarias. En este contexto, ser parte de una generación comprometida socialmente no es una tarea fácil”.

 

Ricardo del Muro

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