#ANÁLISISDELANOTICIA

2025, el año de las guerras con un orden internacional en crisis

Las guerras y conflictos son, sin duda, uno de los grandes retos de nuestro tiempo, pero no surgen de la nada: son el resultado de problemas no resueltos y de instituciones debilitadas. | Cristopher Ballinas

Escrito en OPINIÓN el

Al acercarnos al final del año, resulta habitual hacer balances y repasar los acontecimientos que marcaron la agenda global, constatando que muchas de las predicciones formuladas por analistas y opinólogos al inicio quedaron reducidas a meras afirmaciones coyunturales. Las elecciones, los escándalos políticos y económicos o las disputas comerciales que parecían dominar el panorama hoy apenas ocupan espacio en los titulares. Lo que sí ha persistido, y seguirá definiendo el rumbo de los próximos lustros, son los conflictos armados y las guerras que se multiplican en distintas regiones del mundo.

El Armed Conflict Survey 2025, presentado recientemente por el International Institute for Strategic Studies, confirma que los conflictos se han vuelto más frecuentes, prolongados y complejos. Uno de los fenómenos más preocupantes es el resurgimiento de las disputas interestatales, alimentadas por la creciente rivalidad entre las grandes potencias. Estas tensiones se manifiestan tanto en incidentes fronterizos y demostraciones militares como en disputas diplomáticas que buscan reafirmar posiciones de poder. El impacto trasciende a los Estados directamente implicados y arrastra a países medianos y pequeños, obligados a redefinir alianzas y estrategias en un entorno cada vez más incierto.

A ello se suma la erosión del multilateralismo y la fragmentación del orden internacional basado en normas. Instituciones como la Organización de las Naciones Unidas e iniciativas regionales han visto debilitada su capacidad de generar consensos, mientras proliferan acuerdos bilaterales y regionales que fragmentan el sistema global. La percepción de que las reglas se aplican de manera selectiva mina la confianza en los mecanismos internacionales y deja a los Estados más vulnerables sin herramientas efectivas para defender sus intereses. La ausencia de un espacio neutral y seguro de diálogo incrementa el riesgo de que los conflictos se resuelvan por la fuerza y no mediante la diplomacia.

Los conflictos prolongados, las crisis climáticas y los desplazamientos masivos han generado una demanda sin precedentes de ayuda, pero los fondos y capacidades de las agencias internacionales resultan insuficientes aumentando la creciente brecha entre las necesidades humanitarias y los recursos disponibles. La politización de la asistencia agrava la situación, dejando a millones en vulnerabilidad extrema y alimentando la inestabilidad a largo plazo. La falta de atención adecuada abre la puerta a nuevas olas de migración y al fortalecimiento de grupos armados que explotan la desesperación de las comunidades.

Precisamente, los grupos armados no estatales se han consolidado como actores centrales en numerosos conflictos. Su capacidad de controlar territorios, imponer normas y gestionar recursos los convierte en cuasi-Estados que desafían la autoridad gubernamental. Al operar con mayor flexibilidad y, en muchos casos, con impunidad, complican los esfuerzos de paz y se financian mediante economías ilícitas que refuerzan su autonomía. Ignorar su papel sería un error estratégico, pues su influencia no solo perpetúa los conflictos actuales, sino que también reconfigura el equilibrio de poder en regiones enteras.

Junto con esto, el vínculo entre migración e inseguridad se ha vuelto más evidente. Los desplazamientos masivos generan tensiones sociales y alimentan discursos xenófobos, reforzando controles fronterizos sin atender las causas profundas del fenómeno. Esta narrativa simplista, aunque políticamente rentable, incrementa la vulnerabilidad de los migrantes y los expone a redes criminales y explotación.

Las guerras y conflictos son, sin duda, uno de los grandes retos de nuestro tiempo. Pero no surgen de la nada: son el resultado de problemas no resueltos y de instituciones debilitadas. Vemos los síntomas, pero pocas veces atendemos las raíces. Los conflictos no son hechos lejanos; sus causas están estrechamente vinculadas a los desafíos que enfrentamos en casa. La solución exige un compromiso global y el fortalecimiento constante de las instituciones de paz, necesitamos construir un futuro menos marcado por la división y más orientado a la cooperación.

Cristopher Ballinas

@crisballinas