Con relación a la construcción de la reforma electoral en las últimas semanas se ha publicado en varios medios de comunicación diversos pronunciamientos de actores políticos, académicos, expertos en la materia, entre otros, que han presentado propuestas que buscan mejorar el marco normativo correspondiente con miras a contar con elecciones más justas, equitativas, igualitarias y libres de violencia.
No obstante, es importante que el Legislativo reflexione sobre la necesidad de incentivar la participación de la ciudadanía que, al menos en la elección presidencial de 2024, que es donde generalmente las personas electoras asisten más copiosamente, se obtuvo un 59.8% de asistencia a las urnas, lo que equivale a decir también, que el 40.2% de las y los ciudadanos con posibilidad de votar no lo hicieron.
Si comparamos la participación ciudadana en las elecciones federales desde que el Instituto Federal Electoral (IFE) fue creado, es decir, a partir de 1990, tenemos que se han registrado 6 elecciones presidenciales en donde la de 1994 ha sido la más representativa ya que se alcanzó una participación del 77.2%. Esto significa que 20 años después la participación de la población electoral bajo 17.4 puntos porcentuales, dato no menor.
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Por ello, es importante reflexionar sobre la importancia que tiene la educación cívica como elemento fundamental en la construcción de ciudadanía, para que tenga los elementos necesarios de información para que cumpla con su derecho a ejercer su sufragio de manera consciente y responsable por las personas candidatas, partido o coaliciones de su preferencia.
La educación cívica es la rama de las ciencias sociales que integra una serie de conocimientos y valores que les permiten a las personas participar de manera efectiva y activamente en los diversos ejercicios de la democracia: elecciones políticas, ejercicios de democracia directa, ejercicios de participación ciudadana, las elecciones judiciales, entre otros.
En este sentido, es necesario fortalecer la educación que se imparte desde las aulas para que se tenga pleno conocimiento de la importancia de los componentes de nuestro sistema democrático y con ello, la ciudadanía cuente con los elementos suficientes para que participe. La educación es la herramienta fundamental que edifica una nación, le da progreso, y en el caso de nuestro régimen político, fortalece la democracia.
El Instituto Nacional Electoral (INE) cuenta con un área especializada de educación cívica que, si bien es positivo, resulta insuficiente para establecer a nivel nacional una cultura cívica. En este sentido, no estaría de más que se generaran los programas en las dependencias gubernamentales en sus tres niveles para que, en colaboración con el INE, se fortaleciera la práctica comunitaria de diversos ejercicios que involucre a la ciudadanía.
Las universidades son instancias de gran oportunidad para incentivar el voto de la población joven que, de acuerdo con registros estadísticos del INE, es el segmento de la ciudadanía que menos participa.
Así, la importancia de la educación cívica se basa en la formación de ciudadanas y ciudadanos críticos, con la capacidad de analizar, discernir y cuestionar las decisiones políticas que pueda considerar le afecten para que su participación sea informada y basada en los valores de tolerancia y el respeto, pero consciente de la importancia de ejercer sus derechos plenamente, entre ellos, el del voto.
La educación cívica construye ciudadanía que va más allá de que participe en elecciones, funda en la población un compromiso con sus vecinas y vecinos, con su comunidad y, por supuesto, con nuestra nación, de ahí que le resulte indispensable participar en diversos ejercicios de nuestra democracia.
En este contexto, la reforma electoral debe considerar la educación cívica como un elemento obligado para generar una mejor sociedad y, en consecuencia, lograr el objetivo que persigue la reforma: elecciones libres, informadas, seguras, con certeza, igualitarias, libre de violencia y participativas.
