Aquí en Ciudad Juárez, nació una estrella que venía de Michoacán. Su nombre era Alberto Aguilera Valadez, mejor conocido como Juan Gabriel, el “Divo de Juárez”. Considerado el artista musical más importante de América Latina, vendió más de 150 millones de discos en todo el planeta.
Es realmente admirable el alcance y la influencia de su obra, que produjo más de 1800 composiciones, traducidas a idiomas tan variados como el turco, alemán, francés, italiano, tagalo, japonés, griego, portugués e inglés. Esta vasta diversidad lingüística no solo resalta la universalidad del mensaje contenido en cada pieza musical, sino que también demuestra cómo la música puede unir culturas y generaciones.
Además, el hecho de que más de 1500 artistas y grupos de todo el mundo hayan interpretado estas canciones es un testimonio claro del impacto global y la riqueza artística de su legado. Cada versión y cada interpretación aportan matices únicos que enriquecen aún más esta invaluable contribución al patrimonio cultural internacional.
Te podría interesar
Acabo de terminar de ver la serie de Netflix que hizo la estupenda realizadora María José Cuevas y que produjo Laura Woldenberg. Pero lo más impresionante es descubrir lo que este personaje además hizo, documentó prácticamente toda su vida -en video- desde los setenta, mucho antes de que existieran los celulares con camarita.
Por una extraña obsesión particular, Juan Gabriel siempre contaba con alguien que lo grabara en todo momento, desde caminar por una carretera, hasta cantar en la regadera, pasando por momentos familiares con sus hijos y amigos. El documental es una belleza y un documento visual único, que incluye llamadas telefónicas grabadas, premios, fotografías, credenciales y momentos en los camerinos realmente especiales.
Aunque Netflix cuenta con dos producciones relacionadas con Juan Gabriel: la serie biográfica de ficción "Hasta que te conocí" (lanzada originalmente en 2016) y la reciente serie documental "Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero" (estrenada apenas el 30 de octubre de 2025). Esta última destaca por su originalidad y belleza en términos narrativos y de edición.
En cuatro episodios que son puro vértigo emocional y memoria viva, la nueva serie documental sobre Juan Gabriel revela el extraordinario poder de la documentación hecha por el propio “Divo de Juárez”. El artista, conocido por su sensibilidad inigualable y voz única, se convierte aquí en su propio testigo: el extenso archivo personal que nutre la serie es una muestra asombrosa de su dedicación y conciencia histórica. Más de dos mil cintas de video, medio millón de archivos de audio y un universo de documentos, fotos y testimonios inéditos que se abren como nunca antes, en un homenaje autógrafo a su vida.
La serie se sumerge en la intimidad de Juan Gabriel, exponiendo sus orígenes humildes y los momentos más dolorosos que marcaron su existencia, incluido un episodio de abuso sufrido en su juventud y que, por primera vez, se revela con honestidad y coraje ante las cámaras. El relato avanza desde esos pasajes oscuros hasta el fulgor de su ascenso a la fama, narrando también facetas desconocidas del mito: el hombre detrás del ídolo, el ser humano que armó puentes entre generaciones, que curó sus propias heridas cantando y que, ahora, nos invita a mirar de cerca las huellas profundas de su vida.
Más que una biografía documental, lo que Juan Gabriel legó es un caudal de memoria y arte: su archivo es testimonio y refugio, verdad y revelación. Estos cuatro capítulos nos permiten acompañar al “Divo” en un viaje de luces y sombras, de música y dolor, de autenticidad y amor absoluto por la vida.
Era obvio que estando aquí en Juárez no podía hacer otra cosa esta semana, que ir a conocer el Museo de Juan Gabriel, instalado en su vieja casa. El recorrido no tiene desperdicio, música, más videos que no aparecen en la serie distribuidos en pantallas planas por todas las habitaciones, que incluyen mensajes y videos dirigidos a la cámara para dar la bienvenida los visitantes. Increíble.
Este museo apenas inaugurado en agosto de 2024 aquí en Ciudad Juárez, abrió las puertas de la casa donde este talentoso artista soñó, escribió y vivió su arte. Ubicado en la colonia Partido Romero, el recinto es un espacio íntimo y emotivo que resguarda objetos personales, premios, vestuarios icónicos, manuscritos, instrumentos y fotografías inéditas, conformando un recorrido genuino por la vida y obra de Alberto Aguilera.
Destacan en el museo las habitaciones originales intervenidas con escenografía y material audiovisual, donde el visitante puede sentir la esencia y el legado creativo de Juan Gabriel, así como una sala dedicada a Tin Tan, otra a María Félix y Lola Beltrán, símbolos del cine de oro mexicano y del espíritu fronterizo. El recorrido incluye la habitación que resguarda la urna con las cenizas del artista, en un altar solemne y conmovedor, -protegido por cristales blindados- donde al llegar, los visitantes le aplauden a rabiar.
Desde su apertura, -me cuentan- el museo se ha convertido en un punto de peregrinaje y memoria, atrayendo a miles de admiradores nacionales e internacionales y proyectando a Ciudad Juárez como un nuevo epicentro cultural y orgullo mexicano sin igual.
No cabe duda, hoy Ciudad Juárez se reinventa, resiste y renace tratando de dejar atrás la pesadilla de hace años que se asociaba con el nombre de esta poderosa urbe enclavada al sur del Río Bravo.
