NOROÑA Y LA VIOLENCIA DE GÉNERO

La violencia de género no existe (si el agresor es nuestro)

El senador de Morena, Gerardo Fernández Noroña, protagonizó un acto de insensibilidad política abrumadora al arremeter contra Grecia Quiroz, alcaldesa de Uruapan y viuda del alcalde Carlos Manzo. | Fred Álvarez

Escrito en OPINIÓN el

La violencia política en razón de género se define como el conjunto de acciones y conductas que afectan los derechos político-electorales de las mujeres por su condición de género, buscando su abandono de la política o la preservación de un poder sexuado. Bajo esta premisa, lo ocurrido en el pleno del Senado no es un incidente aislado: es violencia de género en su máxima expresión.

Y resulta profundamente indignante —y peor aún, revelador de una doble moral institucional— que en una fecha tan sagrada para la dignidad humana como el 25 de noviembre (Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer), la voz de un legislador oficialista sea utilizada no para condenar la violencia, sino para ejercerla con alevosía desde la máxima tribuna de la nación.

El manual de la violencia en acción

El senador de Morena, Gerardo Fernández Noroña, protagonizó un acto de insensibilidad política abrumadora al arremeter contra Grecia Quiroz, alcaldesa de Uruapan y viuda del alcalde Carlos Manzo, asesinado en circunstancias trágicas.

Utilizando el púlpito del poder y en pleno 25N, Noroña calificó a la alcaldesa de "fascista" y sentenció, con un tono de soberbia pasmosa, la intención del ataque: "A ella la ambición se le despertó y va por la gubernatura de Michoacán". Remató con aire de certeza: "Se los afirmo: va a ser candidata... pero es evidente que está en esa línea".

El "pecado" de Grecia Quiroz fue haber solicitado a la fiscalía  investigar a los morenistas Raúl Morón y Leonel Godoy por posibles nexos con el asesinato de su esposo. Frente a estas serias acusaciones, Noroña no dudó en calificar la postura de la viuda como parte de una "estrategia personal" impulsada por la ambición.

Con ello, el morenista no sólo desestima el dolor de una mujer que exige justicia por el homicidio de su esposo, sino que la revictimiza públicamente, instrumentalizando su duelo. Sus palabras envían un mensaje devastador: la valentía de una mujer para asumir un liderazgo en medio de una crisis es inmediatamente desacreditada y tachada de "oportunismo". La doble moral es flagrante: si la ambición es un motor aplaudido para los hombres en la política, ¿por qué en una mujer, en pleno proceso de duelo y defensa, se convierte en un insulto moral y personal?

Noroña respondió en una rueda de prensa donde ningún medio de la fuente del Senado asistió, por lo que el legislador habló al salón con sillas vacías.

"Estaba terminando la sesión, no me sorprende el vacío de los medios de comunicación que hoy dolosamente están buscando a cuanta senadora puedan para hacer la campaña que traen en mi contra y vengo a dar la cara”.

Negó haber hecho algún comentario misógino y aseguró que expresó una posición política. “Se puede estar de acuerdo o no con mi comentario, pero no tiene un gramo, un miligramo, ni un suspiro de misoginia”, dijo como si fuera la víctima.

Noroña afirmó que las mismas personas que lo han acusado de misógino son las que lo han atacado y hecho una campaña de linchamiento para Fátima Bosch, por ser una mujer humanista”.

"La respuesta es el vacío, porque es una campaña sesgada, perversa, de mala fe, sin seriedad, sin profesionalismo, porque lo menos que puede hacer un medio de comunicación es preguntarle al señalado su opinión, así como se lo preguntaron al más de senadoras posibles", resaltó.

Sin embargo, lo más preocupante no es el agresor habitual, sino la absoluta inacción y el silencio cómplice de las senadoras morenistas, y sobre todo, la reacción de quien debería ser la máxima garante de los derechos de las mujeres en este país.

La evasión de Sheinbaum

Al ser cuestionada en la mañana sobre las declaraciones de Noroña, la presidenta  Sheinbaum priorizó la sensibilidad y la temporalidad del debate, evadiendo la condena inmediata. La mandataria afirmó que "en estos casos hay que ser muy... hay que respetar, primero", aludiendo al duelo de la alcaldesa. 

Añadió que "todo a su tiempo, todo a su debido tiempo", concluyendo que para el debate político "ya habrá otros momentos", postergando así el posicionamiento institucional.

Esta "no respuesta" de Palacio Nacional representa una alarmante evasión de la responsabilidad política. La presidenta optó por la "diplomacia emocional" y la ambigüedad justo cuando su posición exigía la condena firme al violentador de su propio movimiento.

¡El tiempo para condenar la violencia política de género es hoy! 

El mensaje de la presidenta se queda peligrosamente corto: la "sensibilidad" no es justicia, ni es un muro de contención contra los violentadores. Defender la sensibilidad nunca debe ser un pretexto para ignorar el intento deliberado de desacreditar políticamente a una mujer desde el poder.

Ese posicionamiento, emitido en la mañanera de este miércoles, desmorona la solemnidad del festejo celebrado en Palacio Nacional, el acuerdo firmado con los gobernadores y lo expresado en la sesión solemne del Senado de la República en favor de la mujer.

El patrón histórico de la ambigüedad

Lamentablemente, esta evasión no constituye un evento aislado; es un patrón histórico del movimiento. En retrospectiva, es pertinente recordar el episodio de 2008, cuando la entonces diputada del PRD Ruth Zavaleta Salgado fue objeto de señalamientos que se inscriben en la violencia política de género.

En aquel momento, el líder moral del PRD, Andrés Manuel López Obrador, utilizó una expresión de connotación sexista al criticar la reunión de Zavaleta con el Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño. López Obrador afirmó: "Sería muy bueno que Mouriño, ahora que anda visitando de afanosito, agarrándole la pierna a todo el que se deja, políticamente hablando, que de una vez acepte debatir".

Zavaleta reaccionó con firmeza, aseverando que este tipo de comentarios no eran correctos para un líder que ella había apoyado, y dijo que sus comentarios se rebaja a ser un buscapleitos de taberna". 

– “¿Usted se dejará tocar la pierna?”, le preguntó Enrique Méndez de La Jornada ( 30 de enero de 2008).

– “Políticamente hablando, yo no he tenido más que una llamada por teléfono con Mouriño”, respondió Ruth, y defendió su gestión señalando su trabajo "institucional, profesional y eficaz", y exigió respeto.

El contexto de la crítica, el ataque sexista no condenado y la posterior salida de Zavaleta de la Presidencia de la Cámara generó un antecedente funesto. El tema se zanjó sin que nadie fuera acusado formalmente de violencia de género, validando la tesis de que la ambigüedad se prioriza sobre la condena categórica a los aliados.

Hoy, la historia rima peligrosamente. El silencio de la presidencia del Senado y la tibia o nula postura de figuras como Citlalli Hernández confirman la amarga realidad: la defensa de las mujeres es un mero discurso, no una práctica, cuando el agresor es un aliado.

La crítica no debe centrarse únicamente en Noroña, sino ser un llamado de atención severo al movimiento de la 4T en su conjunto. Lo ocurrido confirma que la violencia política contra las mujeres puede venir incluso de quienes se ostentan como abanderados de la transformación y protectores del género.

Un país que exige a sus mujeres "sensibilidad" mientras las ataca desde el poder, que les pide demostrar valentía y las castiga por aspirar a puestos de elección, ha suspendido la ética democrática. 

La única respuesta digna ante la impunidad de quienes agreden a una mujer —sea por ambición personal o por defender los intereses políticos de su grupo— es el castigo ejemplar al agresor y la vigilancia ciudadana implacable. Porque si esperamos al "momento adecuado" que dicta la conveniencia oficial, la justicia no solo se retrasará, sino que será cómplice de la violencia que juró combatir.

Ojalá -quiera Ala-, muy pronto lleguen esos tiempos.

Fred Álvarez

@fredalvarez