ACOSO SEXUAL LABORAL

Hablemos del acoso sexual en el trabajo

Poco se habla de la violencia sexual que se presenta cotidianamente en espacios laborales, lo que lamentablemente es muy común y además poco perceptible ante su normalización en una sociedad machista. | Agustín Castilla

Escrito en OPINIÓN el

En las últimas semanas, derivado del acoso sexual que sufrió la presidenta Claudia Sheinbaum el pasado 4 de noviembre, mientras caminaba por el Centro Histórico de la Ciudad de México rodeada de su equipo de seguridad, personas funcionarias y periodistas, se ha discutido mucho sobre este tema que afecta principalmente a las mujeres prácticamente en cualquier espacio público. Aunque en la mayoría de las ocasiones no se denuncia, el acoso y hostigamiento sexual se han disparado más del doble en los últimos años. Mientras que en 2018 se registraban alrededor de 500 casos mensuales, para 2025 el promedio al mes rebasa los mil 100 casos sin contar la cifra negra, 

Sin embargo, se habla poco de la violencia sexual que se presenta cotidianamente en espacios laborales, lo que lamentablemente es muy común y además poco perceptible ante su normalización en una sociedad machista. Una investigación de ENKOLL arroja que el 77% de las mujeres ha padecido acoso sexual en algún momento de sus vidas, y el 44% fue en su lugar de trabajo. 

Se trata del ejercicio abusivo de poder que se manifiesta en conductas relacionadas con la sexualidad y una connotación lasciva que atentan contra la integridad física, psicológica e incluso económica de las mujeres –cada vez con más frecuencia son el único sostén de sus familias–, minando su autoestima y negando igualdad de trato y oportunidades. En lo que se refiere al acoso, este puede ser lineal ya sea con compañeros, clientes o proveedores, pero cuando existe una relación de subordinación de la víctima frente a sus jefes o supervisores se le conoce como hostigamiento. Hay que dejar en claro que no estamos ante conductas inofensivas, simples coqueteos o bromas que se exageran como muchas veces se pretende justificar, son agresiones sexuales sumamente invasivas a la esfera íntima de una persona. 

Tan solo imaginemos por un momento la angustia que debe sentir una mujer al llegar cada mañana al trabajo –igual en una oficina gubernamental, una empresa, fábrica o comercio– en el que pasa gran parte de su vida, y que su jefe o un compañero la inviten con insistencia a cenar o a un bar, le hagan insinuaciones constantes y, ante la negativa, realicen comentarios ofensivos sobre su persona, sobre su cuerpo, le impongan sobrecargas laborales, con cualquier pretexto le impidan cumplir con su horario de salida, la regañen injustamente por supuestos errores que no cometió, o la excluyan y obstaculicen cualquier posibilidad de desarrollo laboral e incluso amenacen con despedirla. 

Todo esto y más sufren cada día –aunque no exclusivamente– miles de mujeres y, hay que decirlo con todas sus letras, pretender favores sexuales tratando de aprovecharse de la necesidad de la gente es de lo más bajo. Sin embargo, cuando se atreven a denunciar, generalmente las ignoran, se minimiza lo sucedido y corren el riesgo que se intensifiquen las actitudes negativas hacia las víctimas. 

Apenas en 2022 nuestro país ratificó el Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre violencia y acoso, en el que se obliga a adoptar una estrategia integral que aborde las causas de la discriminación, así como a combatir esas conductas a través de una cultura laboral basada en el respeto y la dignidad de las personas y a establecer mecanismos de apoyo y reparación. También contamos con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Sin embargo, estamos lejos de que las normas se traduzcan en programas, protocolos y medidas efectivas que permitan desterrar el acoso y hostigamiento sexual en todos los espacios de nuestras vidas, lo que necesariamente tendría que pasar por un profundo cambio en la educación tanto en la escuela como en el hogar.

 

Agustín Castilla

@agus_castilla