LIBRO SOBERANÍA

Soberanía y libertad

La propuesta de Emma Seppälä en su libro, Soberanía, es el reencuentro con la esencia del ser uno mismo: de levantar velos que nos impiden distinguir entre lo que somos y queremos, de lo que se nos dice que somos y queremos. | Carlos Gastélum

Escrito en OPINIÓN el

Aunque el título parecería sugerente, esta no es una columna sobre política. Trata, más bien, sobre la política que cada uno implementa en el trato con uno mismo y con los demás que nos acerca a una vida plena o ingrata según nuestras decisiones.

Hace unos días asistí a la presentación del libro Soberanía, de Emma Seppälä, publicado por Casa Editora Todd. Como psicóloga e investigadora científica, Emma ha dedicado buena parte de su carrera a las ciencias de la felicidad. Imparte clases en Yale, dirige un centro de investigación en Stanford y es conferencista internacional. 

Hablar de las “ciencias de la felicidad” pareciera un tema cursi. Al fin y al cabo: ¿qué es la felicidad? Para algunos: éxito profesional, dinero, poder o fama. Y, sin embargo, hay personas con todo eso que viven profundamente infelices. Lo contrario también ocurre: gente sin reflectores que encuentra paz a partir de equilibrios internos y entornos sanos.

Emma no da la respuesta sobre cómo ser feliz. Pero da herramientas para construir felicidad a través de su idea de Soberanía. Esta implica, en su esencia, contar con libertad interior para mejorar la relación con uno mismo y, al hacerlo, mejorar aquellas que tenemos con los demás. El punto de partida es reconocer esas prácticas arraigadas que nos atan y dañan para comenzar a soltarlas.

Estas ataduras tienen múltiples caretas, siendo las más graves esas creadas por nosotros mismos. Ideas sobre el autocastigo permanente –eres un estúpido, cómo pudiste equivocarte–, imaginar la felicidad mediante el consumismo –si el teléfono de moda hace feliz a otros, lo mismo hará por mí–, reprimir las emociones porque “está mal” –los hombres no lloran–, seguir en una relación tóxica –qué miedo a terminar en soledad–, llenarse el cuerpo de pastillas por causas prevenibles –en lugar de hacer ejercicio–, por mencionar algunos ejemplos, nos generan daño. 

Si bien estas complejidades parecieran tener respuesta en el sentido común –no seas tan severo contigo mismo, come bien, no seas consumista, etc.–, la gran dificultad es que vivimos en un mundo basado en las relaciones personales. Queremos ser y pertenecer a algo, y eso está bien: nos da un sentido de identidad, seguridad y confianza. 

El problema surge, como señala Soberanía, cuando renunciamos a nuestras propias creencias y deseos para someterlos a las de los demás. Más difícil aún es cuando somos incapaces de saber si eso que deseamos surge de nosotros mismos, o es consecuencia de la inercia del contexto que nos programó: familia, trabajo, amistades, medios, publicidad, etc.  

La aproximación de Emma es dar un sentido científico a las consecuencias internas que tenemos por renunciar a nuestras deliberaciones propias. Cuadros como la depresión o la ansiedad, que definitivamente no nos hacen felices, están directamente relacionados con prácticas dañinas del desconocerse a sí mismo. 

Su propuesta, en Soberanía, es el reencuentro con la esencia del ser uno mismo. De levantar velos que nos impiden distinguir entre lo que somos y queremos, de lo que se nos dice que somos y queremos. Lo relata a través de ejercicios prácticos, anécdotas personales, y técnicas concretas para alcanzarlo. Como lo señala, técnicas como la meditación, yoga o la respiración consciente cada vez ganan más terreno como instrumentos benéficos a la salud respaldada por la ciencia. 

No es que se trate de inscribirse a una clase o reproducir videos sin sentido en YouTube. Es, más bien, un ejercicio paso a paso que inicia por saber que uno puede decidir, que puede cambiar las maneras en que se relaciona con su cuerpo, mente e instinto, y que es correcto poner límites. Cuando cultivamos compasión y conciencia hacia nosotros, las relaciones también se pacifican. Esa tranquilidad —la propia y la que damos— acerca la felicidad

Al final, la invitación de Emma es esa: ganar, cada día, la lucha entre la valentía y la condescendencia personal.

 

Carlos Gastélum

@c_gastelum