JAPÓN

Qué tiene de especial Japón

Existen varios factores que, al menos desde la perspectiva mexicana, hacen de Japón un destino viable e interesante. | Carlos Gastélum

Escrito en OPINIÓN el

Este año he sabido de varias personas que fueron a Japón de vacaciones, más allá de las figuras públicas que han salido en los medios. Conocidos, amigos, compañeros de trabajo, decidieron romper el cochinito para viajar los más de 11 mil kilómetros que separan a la Ciudad de México de Tokio. Para este año se espera que cerca de 40 millones de turistas de todo el mundo visiten el país asiático, 15 millones más que en 2023. Como referencia, en México recibimos 45 millones en 2024.

Existen varios factores que, al menos desde la perspectiva mexicana, hacen de Japón un destino viable e interesante.

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El principal es el económico. Tradicionalmente se ha pensado en ese país como un destino “come dinero”: lejano, costoso e inaccesible. Sin embargo, la depreciación del yen ha generado un abaratamiento significativo para el turista internacional. La primera vez que fui, en 2016, el tipo de cambio era de 110 yenes por dólar, cuando el dólar costaba 18.6 pesos (más o menos lo que tenemos hoy, sin ajustar por inflación).

En 2025, la moneda japonesa ha perdido terreno: el promedio ronda los 150 yenes por dólar. Es decir, aproximadamente un 40% de depreciación frente a una inflación anual baja de alrededor del 2.5%. Para un viajero mexicano, hoy Japón resulta más barato que hace unos años.

Desde la capital del país podría pensarse que Japón rivaliza con las ocurrencias de ciertos restaurantes de la Condesa y sus nombres pomposos. En realidad —y sin negar que allá también hay lugares ocurrentes— los sitios cotidianos suelen ser más baratos que el restaurante de los búhos o que algunas fondas “gourmet” de la San Miguel Chapultepec. El hospedaje tampoco es una limitante mayor, salvo que se quiera probar un ryokan (hotel tradicional), que sí encarece la estancia.

Es verdad que la principal barrera es cruzar el océano, pero los precios y la mayor oferta aérea lo han vuelto más asequible. En temporadas bajas, se consiguen boletos que no desfondan los ahorros y cuestan similar a volar a Berlín o Buenos Aires.

Hay cosas definitivamente más caras que aquí. El metro, los trenes y el shinkansen (tren bala) pondrían los pelos de punta a cualquier usuario de transporte público en México. Sin embargo, cuando todo llega a su hora, no hay sobresaltos por carteristas ocasionales y los servicios cumplen lo que prometen, parte de ese terror monetario se compensa.

De las cinco veces que he visitado Japón —y por las pláticas con quienes también han ido— creo que eso es lo que más quisiéramos para nuestras ciudades: que lo básico funcione. No es envidia, es la añoranza de promesas públicas incumplidas. Ese es, quizá, el recuerdo más valioso que uno trae de regreso: haber estado en un lugar donde, al menos, lo esencial sí opera.

Hay muchas otras razones por las que Japón “bien vale una misa”: su cultura, la amabilidad de su gente, la grandeza de su historia y sus paisajes. También es un país con problemas: relaciones sociales complejas, baja tasa de reemplazo poblacional, dinámicas laborales muy exigentes, aislamiento y retos serios de salud mental. A eso se suma la presión creciente de la población hacia el gobierno por los excesos del turismo que no entiende —ni respeta— ciertos códigos culturales locales.

 

Carlos Gastélum

@c_gastelum