CHINA, EU Y LAS TIERRAS RARAS

Pausa en la pugna por las tierras raras

Parece que la cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico en Busan sólo dio una pausa a la pugna entre China y EU por el control de las tierras raras y los minerales críticos. | Alicia Fuentes

Escrito en OPINIÓN el

Aparentemente, la reunión que sostuvieron los presidentes Donald Trump y Xi Jinping en Busan, Corea del Sur, el pasado 30 de octubre fue “increíble”, según el presidente estadounidense, pues ambos mandatarios alcanzaron una serie de acuerdos para reducir las tensiones de la guerra comercial que Estados Unidos y China han ido escalando. Sin embargo, al observar más de cerca, parece que Busan sólo dio una pausa a la pugna por el control de las tierras raras y los minerales críticos, insumos que hoy son esenciales para las industrias de energía renovable, baterías de autos eléctricos, teléfonos inteligentes y sistemas de armas de alto rendimiento, por mencionar algunas. A partir de ahora, ambos países han desplegado sus estrategias para reducir vulnerabilidades e incrementar alternativas. 

A la negociación de Busan, Xi Jinping se presentó con un as de espadas, pues el cálculo que su país hizo al imponer controles a las exportaciones de tierras raras el 9 de octubre pasado le sirvió para que Donald Trump accediera a reducir del 20% al 10% los aranceles que su gobierno impuso al coloso asiático en represalia por el tráfico de fentanilo; a cambio, Pekín aceptó suspender por un año sus controles a la exportación de tierras raras a Washington, sin duda un alivio para las industrias estadounidenses que necesitan de dichas materias primas. 

En el simulado escenario “ganar-ganar” en Busan, China hizo una maniobra más; pues a pesar de que hoy China controla cerca del 90% de la producción mundial y el 99% de procesamiento de tierras raras, la pausa otorgada a Estados Unidos es una estratagema china no sólo para mantener su influencia, también para reducir sus vulnerabilidades en la fabricación y procesamiento de estos importantes minerales. 

El dominio de China sobre las tierras raras no es algo fortuito que ocurrió en un plazo corto. Este monopolio es resultado de una estrategia industrial planificada deliberadamente desde el Estado a costa de asumir costos ambientales y sociales a lo largo de 40 años, y que conlleva desde acaparar suministros externos de minerales en bruto, hasta desarrollar la capacidad de procesamiento y establecer toda una cadena industrial casi perfecta. Por ejemplo, la región de Kachin, Myanmar, proporciona aproximadamente la mitad de los insumos de tierras raras de China; por otro lado, tras décadas de investigación y desarrollo, China ha logrado dominar el proceso de extracción por solventes, método rudimentario y muy contaminante, pero que representa una curva de aprendizaje técnico del que carece Estados Unidos; además de que China posee una proporción cada vez mayor de patentes clave en química de separación y fabricación de imanes; finalmente, China ha consolidado la cadena de tierras raras más completa del mundo, desde la mina hasta el imán, en la coexisten economías de escala que hacen que cualquier nuevo competidor sea económicamente inviable. Este esquema industrial prácticamente vio su cúspide en 2021 con la fusión de los seis grupos industriales en dos supergigantes: Northern Rare Earth y China Rare Earth Group

A lo anterior se suma que, desde 2020, China ha ido consolidando un marco legal extraterritorial para reforzar y dar legitimidad a su dominio en tierras raras. El proceso de concesión de licencias de exportación de siete tierras raras anunciado por el Ministerio de Comercio chino el 4 de abril de 2025, al que el 9 de octubre de 2025 se le añadieron cinco tierras raras más, constituyeron un despliegue más en su estrategia. Estos controles básicamente exigen que las empresas extranjeras que utilicen tierras raras o tecnología china obtengan aprobación de Pekín para sus exportaciones, incluso si sus productos contienen solo un 0,1% de materiales de origen chino en valor. Los controles chinos de octubre son precisamente la pausa acordada durante la reunión de Trump-Xi Jinping en Busan, pues los anunciados en abril siguen vigentes. 

Pero pese a estos puntos fuertes, Pekín afronta vulnerabilidades que podrían poner en jaque su imperio de tierras raras si países como Japón y Alemania deciden aliarse. Si bien China produce el 90% de tierras raras del mundo, no controla toda la cadena de valor, pues las patentes base de los imanes de mayor rendimiento, que son esenciales para los motores de vehículos eléctricos y los sistemas de defensa avanzados, están en manos de empresas japonesas. Y no sólo dichas patentes, los equipos de los que dependen las principales fábricas chinas en el procesamiento están en manos alemanas y japonesas. A esto se añade que China depende de la región de Kachin, Myanmar, zona de la que proviene la mitad de su suministro de tierras raras y que es controlada por grupos armados que operan en zonas de conflicto.

Es cierto, a primera vista las concesiones hechas por Xi Jinping y Trump parecen dirigirse a un puerto seguro en términos de equilibrio de poder entre Estados Unidos y China; no obstante, la cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Busan dista de ser una victoria estadounidense o china, en todo caso, fue un reconocimiento de dependencias y una pausa calculada por ambas potencias. Con esto en mente, China tendrá que cerrar sus brechas tecnológicas y diversificar el suministro de tierras raras, mientras que Estados Unidos tendrá que desarrollar su capacidad de procesamiento e independencia. En pocas palabras, ambas potencias se han dado tiempo para mejorar su posición en la geopolítica de las tierras raras, en tanto, el resto de los países están atentos. 

Alicia Fuentes

@alifur1