Ayer se cumplieron dos años de la “incursión” de Hamás en “territorio” judío, hecho que derivó en la escalada que hoy tiene en estado de sitio a la franja de Gaza y que, ya alcanzó, el calificativo de genocidio perpetrado por el ejército israelí; que en palabras de Netanyahu, tienen por objetivo, “desplazar” o “eliminar” a toda la población palestina que ocupa un espacio de tierra que, hoy es sólo una fracción de lo que era hace 77 años, justo cuando los países europeos y Estados Unidos, le dieron la potestad al entonces inexistente Estado Judío, de recuperar “ un territorio” habitado por varios siglos, por los pueblos prominentemente árabes.
En este marco, Donald Trump (suspirante del premio Nobel de la Paz) ha comenzado una serie de conversaciones tanto con el gobierno de Israel como con el grupo islámico Hamás. Grupo insurgente considerado en todo el mundo como terrorista.
La propuesta de Trump radica en tres puntos fundamentales a nuestra manera de entender. El documento sobre el que ya hablaron ambas partes involucradas radica en el desarme de Hamás, la construcción de un “gobierno de transición” supervisado por actores externos liderados por el presidente de Estados Unidos y la retirada “paulatina” del ejército israelí de la franja de Gaza.
Te podría interesar
El asunto es que la confianza para lograr los acuerdos de Paz entre las partes relacionadas es prácticamente nula, pues los intentos de acercamiento previos a este momento, han terminado en ataques principalmente por parte de Israel en la persecución sin tregua de los líderes de Hamás, acciones que derivaron en el bombardeo a Qatar que llevaban por objetivo, eliminar a los líderes del grupo islamista.
Netanyahu ha dicho desde el principio del conflicto que su objetivo principal es “desaparecer por las buenas o por las malas” al grupo islamista. Además, muy a su manera, Donald Trump inició la negociaciones de paz bajo la amenaza de que, en caso de que Hamás no acepte las condiciones de la negociación, entonces la “situación empeoraría”.
Vale decir que dentro de las condiciones de la negociación del alto total al fuego en Gaza, por parte de Netanyahu, no desea que el “nuevo gobierno de transición” deje la “autonomía” de la región en manos de palestinos y mucho menos de Hamás o de la Autoridad Palestina, mientras que, por parte del grupo de asesores de esa coalición de gobierno, además de ser afines a los principios y preceptos de occidente, deberán sentar las bases para desarmar a Hamás, lo cual se prevé casi imposible.
La propuesta de paz de Trump bien podría ser interpretada como la fórmula tecnócrata para construir el resort que, al asumir el cargo, declaró debería ser la franja de Gaza.
Lo más destacado de la propuesta de negociaciones de paz es, por el momento, detener el bloqueo de ayuda humanitaria, el alto al genocidio que está cometiendo el ejército israelí, el cual ya fue condenado por varios países, y la posibilidad de apaciguar una región que está apunto de estallar por completo y que podría derivar en una conflagración mundial.
La postura de Netanyahu y sus condiciones de paz, no incluyen dejar de construir los asentamientos judíos en territorio palestino y exige como ya señalamos, que el gobierno palestino no cuente con ejército ni armas que pudieran “considerarse” en el futuro, un peligro para su “paz” o mejor dicho para su proceso de expansión en territorio palestino.
La propuesta que está sobre la mesa, no contempla el plan de dos Estados en toda la extensión de la palabra, lo que es para muchos, la solución más salomónica para terminar con el conflicto. Y aunque las condiciones no son necesariamente las mismas cuando Trump propuso los puntos de paz para la guerra en Ucrania, de acuerdo con el temperamento del presidente estadounidense y su habitual costumbre de cambiar de opinión de un momento a otro, las conversaciones de este momento no son garantía de que la guerra y la ofensiva de exterminio de Netanyahu llegarán a su fin.
El conflicto tiene un contexto mucho más complejo que sólo la disputa territorial y de fronteras, el un asunto de larga cultura y creencias dogmáticas de ambas partes, que hace 77 años occidente ayudó a incendiar, hoy más que nunca sigue vivo, es una guerra ya cobró cientos de miles de vidas para ambos bandos del que, desde el punto de vista de occidente, es responsabilidad de un solo bando, el palestino.
El conflicto no ha terminado, pues ningún acuerdo que No respete la cultura árabe y los principios de autonomía y soberanía del pueblo palestino, será suficiente para acabar con una guerra que está cimentada en la avaricia, el despojo y la extracción de los recursos por parte de unos pocos.
Así que, aunque Trump logrará un alto al fuego en este momento que es lo que todos esperamos, no será suficiente para terminar con el conflicto porque, como ya lo dijo Netanyahu, la única manera de acabar con esta guerra es con el exterminio y la expulsión del pueblo palestino. Por lo que, si a alguien aventuradamente se le ocurre otorgarle el premio Nobel de la paz al presidente de Estados Unidos, lo estará haciendo bajo principios de hipocresía y complacencia del despojo y exterminio de un pueblo que occidente sometió.
