El asedio que Estados Unidos ha impuesto al régimen de Nicolás Maduro parece haber superado ya la etapa de la disuasión. Y es que, si bien el sistemático “bombardeo de narcolanchas”, como lo ha denominado el Secretario de Estado a través de distintos voceros, ha sido patente y sostenido, la situación escaló con el despliegue de uno de sus destructores nucleares el USS Gerald Ford con una flota ampliada con buques de asalto, un submarino, destructores y aeronaves de combate, incluidos cazas F-35B y aviones de patrulla P-8 y la movilización casi total del SOUTHCOM (United States Southern Command), el Comando Sur de Estados Unidos, responsable de las acciones militares del Departamento de Defensa en 31 países y 16 territorios o dependencias del Caribe, Centroamérica y Sudamérica.
El SOUTHCOM, entre sus funciones, coordina la cooperación en seguridad con las fuerzas armadas regionales, apoya la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, y protege rutas marítimas, infraestructura crítica y recursos estratégicos.
En este contexto, el presidente Donald Trump ya advirtió la posibilidad de acciones encubiertas para poner fin al régimen de Maduro, además de su eventual designación como organización terrorista internacional, lo que permitiría autorizar acciones letales contra su liderazgo. A ello se sumarían sanciones económicas, embargos, y maniobras militares conjuntas, conformando una escalada militar y diplomática sin precedentes, en la que el único espacio de negociación que parece quedarle a Venezuela es no morir y entregar el poder.
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El reciente Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado, quien podría representar los intereses occidentales y democráticos en la nación, marca un punto de inflexión y un momento de no retorno. Todo indica que la comunidad internacional —y particularmente Washington— ha decidido cerrar el ciclo de tolerancia hacia el régimen chavista.
Las cifras retratan la magnitud de la tragedia: una inflación desbordada de 172% en abril de este año, con proyecciones del FMI que la sitúan en 270%, un PIB per cápita desplomado y una deuda impagable. Más del 50% de la población vive en condiciones de pobreza extrema, mientras el salario mínimo mensual resulta pírrico. Venezuela, una nación que alguna vez fue la más próspera del continente gracias a su petróleo, hoy se encuentra sumida en un colapso económico y moral sin precedentes.
Y es que la izquierda sudamericana parece entrar en franca decadencia. Lo ocurrido en Colombia es un ejemplo: la reciente inclusión de Gustavo Petro, su esposa y su secretario del Interior en la lista de sancionados de la OFAC por presuntos vínculos con actividades ilícitas confirma el deterioro de su gobierno y anticipa un efecto dominó que podría extenderse a otros liderazgos de la región, como Brasil y Nicaragua.
Petro, además, parece carecer de contención política, diplomática y verbal. Se lanza a controversias en las que nadie lo ha convocado: desde romper relaciones con Israel hasta su fallida política de “Paz Total”. En esta última, los instrumentos de negociación y amnistía —recurrentes en la historia reciente de Colombia— han llegado al punto de convertirse en una patente de corso bajo la justificación de una supuesta reintegración o reincorporación, pero que en realidad han debilitado la autoridad del Estado y banalizado los mecanismos de justicia.
A ello se suma el atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, un hecho que revive los episodios más convulsos de la política colombiana y coquetea con el autoritarismo. Si bien no existen pruebas directas que vinculen al gobierno de Petro con el ataque, la seguridad, la polarización política y el ambiente electoral rumbo a 2026 se encuentran en un estado de profundo deterioro.
Moneda al aire: el colapso del Foro de São Paulo
Desde la década de los noventa, el Foro de São Paulo, fundado por el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil, tuvo como propósito articular a los partidos y movimientos de izquierda de América Latina y el Caribe tras la caída del bloque soviético y el auge del neoliberalismo. En este espacio convergen el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua y sectores del kirchnerismo argentino, entre otros, todos ellos unidos en un frente común contra la hegemonía estadounidense.
Sin embargo, el mapa político regional ha cambiado drásticamente. Los escándalos de corrupción, las sanciones internacionales y la pérdida de legitimidad de varios de sus líderes han dejado al Foro fuera de ruta. La integración bolivariana que alguna vez representó su eje ideológico comienza a desmoronarse elección tras elección, como quedó evidenciado recientemente en Argentina, donde el voto ciudadano marcó un claro rechazo al proyecto regional de la izquierda latinoamericana, que mucho prometía.
Salinas Pliego
El presidente de Grupo Salinas busca puntos de coincidencia que le permitan avanzar hacia una negociación en el conflicto que mantiene con la Hacienda Pública por sus obligaciones fiscales. Sin embargo, la negativa sostenida con la que se ha encontrado lo coloca en una posición estratégica pero delicada, en la que solo podría avanzar bajo las condiciones impuestas por el propio régimen. Será interesante observar qué herramientas políticas, jurídicas o mediáticas es capaz de utilizar para resistir la presión del Estado o si, por el contrario, terminará cediendo ante el poder institucional que parece que al final lo tiene tras las cuerdas.
