Para comprender mejor el proyecto de “relanzamiento del PAN” que se acaba de anunciar, hay que comenzar el análisis respondiendo algunas preguntas básicas: ¿Será una renovación a fondo? No. ¿La dirigencia del partido va por una recuperación de su identidad y sus valores originales, a partir de renunciar a las alianzas electorales? Sí ¿Es posible que el partido logre restablecer el sistema de contrapesos y acabar con el dominio de Morena? No, al menos en el corto plazo.
Las confusiones que provocó el evento del sábado pasado —y las entrevistas que han dado desde entonces sus dirigentes y voceros— no permiten ver con claridad cuáles fueron los verdaderos objetivos de su “cambio de imagen”. Para algunos, se trata de la aplicación de un simple maquillaje. Para otros, la propuesta es la mejor opción para sacarlo de la crisis en la que está inmerso y recuperar parte de su competitividad.
Aunque algunos analistas piensan que en el gobierno de Morena hay preocupación por el realineamiento del PAN, lo cierto es que no existe un gran riesgo para que los resultados de las elecciones de 2027 sean muy distintos a lo que proyectan las encuestas. Y menos si la reforma electoral se aprueba en los términos que hasta hoy conocemos. Por lo tanto, el reacomodo de fondo para ese momento es poco probable.
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¿Cuáles fueron los cambios más relevantes que se anunciaron? Uno, que el PAN regresa a la derecha, recuperando algunos de los más importantes valores ideológicos y éticos que tuvo el siglo pasado. ¿A qué tipo de derecha se refiere? No quedó claro. Dos, se acabaron las alianzas electorales, principalmente con el PRI. ¿Será el fin del PRIAN? Parece que sí. Tres, el partido se abre a la ciudadanía y a las candidaturas externas, como nunca antes lo había hecho. Será con el apoyo de los medios digitales más avanzados. Ya veremos cómo funciona el nuevo sistema.
Aún más. Será imperativo que dirigentes y voceros se ajusten a una misma narrativa. El objetivo es lograr claridad, precisión y coherencia. También tienen nuevo logotipo y lema. Pero las críticas a los dos recursos fueron, seguramente, más de las que esperaban. Y de lo que no hay duda es que la prioridad fue enviar un mensaje interno a sus bases. Los primeros recursos propagandísticos así lo confirman: “No hay que rendirse”.
En suma. Si consideramos que el anuncio del sábado pasado es la primera fase de un proyecto más amplio y complejo, el PAN parece haber reaccionado bien. Muy tarde, pero con la voluntad de corregir. Si se trata de luchar contra la crisis de representación; si lo que se busca es defender la democracia que hemos estado construyendo desde hace tiempo; y si la modernización anunciada apunta a reconfigurar el sistema de partidos con un sistema de contrapesos eficiente, lo deseable es que funcione.
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En contraste, no se pueden ignorar las críticas. Hay que subrayar las siguientes: Para el nuevo PAN, no se presentó, aún, ningún proyecto alternativo de nación. Tampoco se presentaron los nuevos liderazgos que sin duda necesita. Mucho menos hubo renovación de sus dirigencias, sobre todo las que no han dado resultados. Además, el control de los procesos de toma de decisiones seguirá en las mismas manos.
Por si fuera poco: Durante el evento, no se presentaron propuestas de fondo para impulsar líderes que representen un cambio generacional. Menos aún se habl?? de la formación de nuevos cuadros como una de sus prioridades. En el nuevo ecosistema político y comunicacional, un partido sin líderes renovados y fuertes —que estén bien preparados y entrenados, que emocionen y convenzan— no tiene futuro.
En síntesis, de acuerdo con la opinión de los expertos: A un partido en crisis no se le salva con marketing político ni con discursos confusos y estruendosos. A pesar de que el “hubiera” no existe, lo más recomendable habría sido ir más lejos y más a fondo. Para un instituto político en crisis, el tiempo es un recurso escaso. La buena noticia es que tomaron la decisión y ya empezaron. Lo malo es que, a como van, les podría llevar años consolidarlo y en cada paso la tarea será más compleja.
Pero seamos razonables y demos al PAN un voto de confianza. A final de cuentas, es prematuro alabar o descalificar el proyecto de relanzamiento del PAN. Seguro sus dirigentes levantaron encuestas, hicieron proyecciones para el proceso electoral de 2027, realizaron un análisis de costo-beneficio y valoraron los efectos de acabar con las alianzas. También debieron valorar algo mucho más importante: convertirse en un verdadero contrapeso y fuerte competidor del partido en el poder, para las elecciones presidenciales de 2030.
Pero eso no es todo. De los argumentos anteriores, se desprende una conclusión que emerge clara e inobjetable: la crisis del PRI se profundizará al terminar la alianza electoral con el PAN. En otras palabras, el tricolor está condenado a convertirse en un micropartido o, de plano, a desaparecer. Asistimos a la crónica de una muerte anunciada. Y eso es lo que más le conviene hoy al PAN.
Sin embargo, lo que queda por ver es si el proyecto del nuevo partido dará los resultados que espera su actual dirigencia. Por ahora, se pueden anticipar dos escenarios. Uno optimista, que coloca al blanquiazul en la posición de competitividad y contrapeso que sin duda busca. El pesimista, que el sistema de partidos puede desembocar en una fragmentación que lo convertiría en una fuerza política mucho más pequeña de lo que ya es.
Recomendación editorial: Juan Reyes del Campillo Lona. Cambios en el sistema de partidos. Dimensiones dinámicas de la competencia electoral en México (1994-2018). México: Universidad Autónoma Metropolitana (UAM-Xochimilco), 2021.
