La primera vez que escuché el término “incel” fue en la serie llamada “Adolescence” en la que se retrata las presiones sociales frente a los hombres adolescentes para “conseguir” una pareja y la complejidad para entender cómo un joven “normal” asesina a una compañera de clase. Incel viene del acrónimo en inglés involuntary celibate (traducido como célibe involuntario) que se refiere a grupos en línea, compuestos en su mayoría por hombres heterosexuales, que se sienten frustrados y resentidos por su incapacidad para encontrar una pareja sexual o romántica, culpando de esto a las mujeres por no elegirlos y a los hombres que se consideran sexualmente atractivos.
En ese momento me pareció algo lejano (ubicada en el Reino Unido) y de ficción. Sin embargo, en las últimas semanas se ha difundido la noticia de un joven estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH Sur) en la CDMX quien asesinó a un compañero e hirió a un trabajador, y al intentar huir se lanzó de un edificio causándose fracturas en las piernas. Hoy presenta un proceso legal en el Reclusorio Oriente por homicidio calificado y lesiones dolosas. Durante las investigaciones él declaró que con el acto buscaba no solamente la violencia misma sino comunicar algo:
Más allá de intentar seguir con explicaciones morbosas (como lo han hecho varios medios) o desde una perspectiva psicoanalítica con miras a individualizar, aquí busco bosquejar la problemática desde un análisis sociológico y feminista. Así pues, como los mismos miembros de los foros incel se explican a sí mismos como “parte de un sistema que favorece a ciertos grupos de hombres y excluye a otros”, desde los estudios feministas y de las masculinidades se ha señalado la forma en que el sistema patriarcal afecta a los hombres. Es decir, no todos los hombres poseen los mismos privilegios por ser hombres sino que se encuentran insertos en una matriz de opresiones en las que sólo los hombres blancos, heterosexuales, de clase alta y, en este caso, con capital erótico son los que se posicionan en un lugar privilegiado en la sociedad.
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Entonces, ¿cómo afecta esto a los hombres que no poseen estas características? Entre otras formas, un ejemplo es lo que pasa con las masculinidades jóvenes hoy en día que se sienten excluidas amorosamente y eróticamente frente a quienes representan la masculinidad hegemónica (que, en realidad, son la minoría de los hombres). No obstante, este no es un problema nuevo, desde la década de 1980 la socióloga Raewyn Connell ha venido señalando las implicaciones de la masculinidad hegemónica en las diferentes formas de habitar siendo hombre y, de la misma forma, desde 1990 la antropóloga Rita Segato ha definido el “mandato de masculinidad” como los imperativos que ha de cumplir el varón, para desempeñarse como tal, desde que nace hasta que muere, incluyendo el cómo ha de comportarse frente a las mujeres. Se le impone una visión que ha de tener de las mujeres, en primer término, como objetos de conquista para fines sexuales. Se le enseña a seducir, a conquistar y a tomar a la mujer a la manera de un territorio ganado en una guerra. Así, el mandato pone a los hombres en una constante necesidad de demostración ante sus pares de su potencia para tener aceptación.
Este mandato afecta tanto a los hombres quienes desean representar la masculinidad hegemónica (los llamados incels) tanto a los hombres que la representan (a los que llaman chads, aquellos hombres populares, guapos, exitosos y sexualmente activos) ya que pueden ser objetivos de ataques como pasó en el CCH y, especialmente, a las mujeres que históricamente han sido el “territorio” donde se inscriben las marcas de poder entre hombres, a través del feminicidio y todos los tipos de violencia (como en el caso de la compañera de clase asesinada en la serie “Adolescense”).
Si bien, el problema no es nuevo, las formas en que actualmente se presentan sí contienen características novedosas, como el uso de las tecnologías para crear foros que sirven en la organización de ataques, los términos estigmatizantes y los discursos en las redes sociodigitales que siguen reforzando los estereotipos de género con palabras nuevas. La violencia machista de los llamados incels es un grito de atención, para voltear a ver las masculinidades que se encuentran afectadas, por un lado, por el avance de los feminismos y, por otro, por los discursos que siguen reproduciendo el sistema patriarcal y que ponen en crisis a las masculinidades adolescentes.
Bibliografía
Connell, Raewyn (2015). Masculinidades. UNAM: México.
Segato, Rita Laura. Las estructuras elementales de la violencia. Buenos Aires: Prometeo y Universidad Nacional de Quilmes, 2003.
————. La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de Segundo Estado. México, DF: Ediciones de la Universidad del Claustro de Sor Juana, 2006.
*Karina Avilés Albarrán
Estudiante de Doctorado en Estudios del Desarrollo. Problemas y Perspectivas Latinoamericanas en el Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, maestra en Sociología Política por el mismo y licenciada en Sociología por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco. Sus líneas de investigación se centran en los estudios feministas, violencias y periferias.
