ACUERDO DE PAZ ENTRE ISRAEL Y HAMÁS

¿Quién gana del acuerdo entre Israel y Hamás?

Con el acuerdo de paz en Medio Oriente ganan Trump y Netanyahu, y los regímenes árabes; pierden Hamás, la Autoridad Palestina, y esperemos que gane el pueblo palestino que merece vivir en paz. | Laura Rojas

Escrito en OPINIÓN el

El acuerdo entre Israel y Hamás, impulsado por la administración Trump y adoptado la semana pasada, ha sido recibido con alivio en el mundo. Pero más allá de las sonrisas diplomáticas, el frágil pacto no garantiza una paz duradera, aunque sí reacomoda las piezas del tablero político internacional. ¿Quiénes son los ganadores y perdedores de esta jugada?

Para Donald Trump, el acuerdo es oro político. Logra mostrarse como el artífice de un alto al fuego en Gaza justo cuando su gobierno enfrentaba críticas por respaldar una ofensiva que la ONU ha descrito como posible genocidio. Con esta jugada, Estados Unidos deja de ser el “cómplice pasivo” de Israel para volver a ser el mediador indispensable. El pacto, además, abre las puertas de regreso a sus aliados árabes del Golfo, molestos por la intransigencia israelí. Países como Arabia Saudí y Qatar, que buscan estabilidad para sostener sus planes de diversificación económica, encuentran en Trump un interlocutor útil. Washington refuerza su rol hegemónico en la región y, de paso, se reposiciona frente a China, Rusia, la Unión Europea y la ONU, que observan desde la barrera.

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Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí también sale fortalecido. Aunque debió tragar algunos sapos —como una disculpa pública a Qatar y la mención de un futuro Estado palestino—, el núcleo del acuerdo le favorece. Recuperará a los rehenes, impone la rendición de Hamás y evita compromisos reales sobre la retirada de Gaza —ya que segurirá teniendo presencia en el 53% del territorio de su territorio— o el respeto a los derechos palestinos. Netanyahu necesitaba resultados antes de un año electoral complicado. La guerra estaba desgastando a la sociedad israelí y su imagen internacional. Ahora puede presentarse como un líder que “restauró la seguridad” sin ceder lo esencial. 

Para Hamás, el acuerdo es una rendición sin matices. Debe entregar rehenes y armas, renunciar al poder político y aceptar una administración internacional que, en la práctica, le quita toda soberanía sobre Gaza. A cambio, recibe la promesa —solo eso— de que Israel detendrá los bombardeos. La organización queda devastada, con su liderazgo fracturado y sin apoyo regional. Pero sería ingenuo pensar que el problema se acaba aquí. El dolor y la rabia acumulados durante años de bloqueo y destrucción seguirán alimentando nuevas formas de resistencia. 

El gran ausente del acuerdo es la Autoridad Palestina. No participará en el gobierno provisional de Gaza y el texto no menciona a Cisjordania. Aun así, el alto el fuego representa un pequeño alivio. Aunque su legitimidad sigue en crisis, la tregua evita una catástrofe mayor y mantiene viva, aunque sea de forma tenue, la esperanza de una solución negociada.

Los gobiernos árabes moderados, especialmente los del Golfo, salen bien librados. La matanza en Gaza había generado un profundo malestar en sus sociedades, y el acuerdo les permite presentarse como promotores de paz sin enfrentarse ni a Israel ni a Estados Unidos, apostando por la estabilidad como valor supremo.

La Unión Europea confirma su irrelevancia: sin liderazgo ni iniciativa, se limita a aplaudir desde la distancia. China, que intentó posicionarse como mediadora entre Irán y Arabia Saudí, también pierde terreno

Las Naciones Unidas, marginadas de la negociación, se conforman con distribuir ayuda humanitaria. Su papel, simbólico y limitado, refleja una verdad incómoda: las reglas del derecho internacional cuentan poco cuando las grandes potencias deciden moverse por su cuenta.

Este acuerdo, presentado como un triunfo del pragmatismo, deja un saldo desigual. Ganan Trump y Netanyahu; ganan los regímenes árabes con el regreso de la estabilidad regional. Pierden Hamás, la Autoridad Palestina, y esperemos que gane el pueblo palestino que no merece menos que los demás pueblos del mundo: un Estado bajo el cual puedan vivir en paz

Laura Rojas

@Laura_Rojas_