Como ya nos hemos tenido que acostumbrar, hay dos versiones de la realidad: aquella que es acorde con los datos y obliga a un actuar efectivo, y la de los otros datos, más próxima a los deseos y las buenas intenciones. Acerquémonos a estos últimos primeros y luego enfrentemos la más cruel posibilidad.
El México del no pasará nada
Hay un México en el que hay que estar expectantes a las deportaciones, mayores que antaño, pero donde podremos quedarnos con los migrantes de origen mexicano y que los nacionales de otras latitudes sean despachados a sus tierras.
Hay un México en el que la racionalidad se impone y el comercio no se ve mayormente afectado por la imposición unilateral y arbitraria de aranceles, fuera de toda lógica de acuerdos previos y dónde se de una serena negociación paulatina entre las partes que permite un recambio gradual del origen de productos que hoy en día pudieran tener componentes de regiones indeseadas.
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Hay un México en que las pruebas de producción de fentanilo son montajes y nuestro país es solamente un paso en el trasiego de este dañino producto y se puede contener su tránsito cerrando los puntos ilegales de recorrido, aunque la causa siempre ha sido del otro, del que consume, y no de quien sirve de puente, y que como destinatario final tendrá que asumir su responsabilidad compartida.
El México de lo que puede pasar
Hay un México que puede enfrentar un aumento significativo del volumen de deportaciones, no tanto como creen y difunden los demás, pero sí suficiente para crear un colapso en localidades fronterizas y donde la distinción de propios y ajenos será problema nuestro y no de un vecino que desechará por igual a Tiros y Troyanos, con el apoyo de policías y guardias formales de Estados Unidos, pero también de milicias ilegales improvisadas con voluntarios radicales.
Hay un México en que se juega rudo, a ver quién arriesga más en cada arrancón, de muchos, y las apuestas se suben en cada ronda, por lo que las amenazas de imposición de aranceles no responde a una lógica comercial sino a un juego político cara a doblegar al enemigo y lucir su cabeza como trofeo, así no se gane realmente, y donde todo se prepara para un escenario de confrontación y no de negociación de un nuevo acuerdo comercial, trilateral si bien va, bilaterales si es lo deseado por el socio mayor.
Hay un México en que no bastan y salen sobrando las pruebas de producción de fentanilo, pues por decreto de la autoridad máxima esa producción ocurre y más de lo demostrable, además de un incontenido trasiego, y lo que se requiere es dar tres pasos: declarar terroristas a los grupos del crimen organizado que deseen o les convenga; combatirlos con medidas financieras que proscriba empresas, bancos, personas, además de los grupos marcados, en una lista dinámica que se integrará a su santa voluntad y que se utilizará como amenaza recurrente para todos los demás que sea propicio; y en el extremo, no inevitable pero si posible, con incursiones de comandos armados de fuerzas especiales para la detención ilegal o el secuestro de cabecillas que ellos hayan decidido que son tales, con la incursión de drones y equipos orientados a precisar objetivos y al lanzamiento de armas de destrucción de laboratorios clandestinos que ellos digan que han sido localizados y que pueden desactivarse de manera remota.
Solo en el extremo del extremo, en el cuarto nivel de ensoñación desde el origen, se verán incursiones de grupos armados regulares que con el permiso tácito o expreso de los nuestros ocupen temporalmente locaciones precisas para aniquilar organizaciones o grupos a su parecer arraigados en comunidades que tengan detectadas, con miras a su erradicación: Pero eso sería un paso postrer difícil de darse, aunque en la peor pesadilla pudiera convertirse en realidad.
Dos Méxicos, dos futuros, dos trumpismos. La realidad, como siempre, se ha de situar en medio, un poquito más acá, un tantito más allá… ¿Usted dónde la pone?