En 1982 cuando trabajaba como dependiente en una tienda de regalos en las calles del centro de esta ciudad, escuche por primera vez la frase “mejor que nos anexen”, haciendo referencia a Estados Unidos, esto ocurrió en una conversación entre el dueño del establecimiento y un amigo suyo que trabaja en un banco, a raíz de la nacionalización de la banca.
Por la pronunciada calvicie del dueño, era difícil calcular su edad, pero rondaba los 40 años y junto con su amigo dependiente de un banco, participaron en la especulación del peso comprando dólares a los coyotes que se apoderaron de las calles del centro de esta ciudad en aquellos años de devaluación y crisis financiera.
Hoy, luego de muchos años, he vuelto a escuchar con vehemencia esa súplica como un anhelo que cure la frustración de quienes se sienten “despojados” por el gobierno. Esto viene a colación en el contexto del segundo periodo de Donald Trump en la Casa Blanca, quien antes de entrar en funciones mencionó que su gobierno tipificaría a los cárteles mexicanos como terroristas.
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Dicha declaración tiene muchas connotaciones que implican la entrada del ejército estadounidense a territorio mexicano, algo que muchos comentócratas, comunicadores, políticos y algunos “ciudadanos” sueñan que suceda. La verdad es que a tantos años de haber escuchado aquella frase, nunca imaginé volver a escucharla y mucho menos como un deseo que humedece los anhelos de algunos que se piensan mexicanos.
No vale la pena repetir en este espacio los nombres de quienes así piensan, están a la luz. Lo que sí es importante decir, es que el contexto global ha cambiado, y por mucho, no es el que privaba en los años 80.
Llevar a cabo el movimiento mencionado por Trump contra los cárteles mexicanos, sería una clara intervención en México que abriría las puertas a un conflicto mucho mayor que el hoy ocurre en Ucrania. Lo hemos mencionado en este espacio, México no es Ucrania, nuestro país, juega un papel más estratégico en la reconfiguración de la geopolítica global que, ante cualquier acto de intervención, abriría las puertas a China y a Rusia para actuar como mejor lo consideren en sus respectivas zonas de influencia.
No sólo eso, México es hoy el principal socio comercial de Estados Unidos, cierto, con cosas por mejorar, pero si la política de Trump en realidad pasa por devolverle la grandeza a la Unión Americana, esta no deberá sustentarse en la intervención militar en suelo mexicano bajo ningún argumento.
La pregunta es ¿qué tanto deben apretar desde la Casa Blanca en un mundo que camina a la multipolaridad? Hoy más que nunca, la Unión Americana necesita de la complicidad del gobierno mexicano para salvaguardar su seguridad.
Por ello creemos que más allá de la estridencia de las declaraciones de Trump y de las exigencias que intentará imponer en los temas de migración y narcotráfico, su gobierno deberá de seguir mirando a México como un aliado en vez de como un enemigo. La presidenta Claudia Sheinbaum ya dejó clara su postura, negociar y trabajar como iguales, basados en el respeto, no hacerlo generaría un estrés adicional a la paranoia estadounidense de ver terroristas todos los días en todas partes.
Para quienes sueñan con ser anexados, lo anterior es demagogia, la palabra dignidad no tiene sentido, no son honorables ni tampoco son capaces de defender sus principios y generalmente terminan subordinados.
Hoy, la grandeza de Estados Unidos ya no vendrá de adentro, requiere de sus socios comerciales y México juega un rol importante en esa ecuación. Aunque Donald Trump lo pida, ya no volverán todas las industrias a su territorio, la globalización cambió la correlación de fuerzas y hoy, el vecino del norte, no saldrá solo de la crisis económica que vive, necesitará de sus vecinos, por lo que tendrá que replantear su política de buen vecindario.