El mundo entra en una nueva etapa de incertidumbre total. El país más poderoso de la tierra tiene como líder a un personaje peligroso, inestable, vulgar y que busca encender los odios más profundos que tiene la humanidad. Un hombre que abiertamente escupe xenofobia, misoginia, racismo, odio, vamos. Odio como política, odio y miedo como estrategia.
Si alguna vez existió el sueño de que la región norteamericana se convirtiera en una región transterritorial como plantea Tonatiuh Guillén López, en donde transitáramos al flujo libre de personas, ese sueño se acabó con Donald Trump al frente de la presidencia imperial. En el libro del investigador “México, nación transterritorial, el desafío del siglo XXI” plantea que México no es una nación de 130 millones de habitantes, sino de 160 millones, ya que desde que somos una república independiente hemos cruzado la frontera norte y hemos generado lazos familiares, laborales y culturales que no desaparecerán de la noche a la mañana. México y EU tenemos una historia de confrontamientos, sometimiento, guerras violentas e imposición de doctrinas económicas que nos han generado atrasos, desigualdad y ahora violencia inclemente con la farsa de la guerra contra las drogas. El sueño de una región solidaria que se basara en principios fundamentales de respeto y cooperación, ha terminado. Más nos vale despertar y aceptar la realidad.
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En temas igual de preocupantes, el gobierno de Donald Trump ha incorporado a las personas más ricas del planeta a su gobierno. Desde Elon Musk que se mueve de forma grotesca en sus presentaciones públicas y confunde al mundo con un saludo abiertamente fascista; hasta el joven Mark Zuckerberg que se rindió ante la supuesta libertad que pregona la “nueva derecha” acabando con su “fact check” en sus amplias redes sociales. Preocupa que Jeff Bezos tenga acceso a la oficina oval, cuando sus trabajadores luchan, se organizan para mejorar sus terribles condiciones laborales. Esto es un gobierno de ricos y para ricos, muy lejos del sueño del presidente republicano Abraham Lincoln que en su discurso de la batalla de Gettysburg planteaba ideales que inspiraban a la humanidad en momentos de penumbra: “Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no desaparecerá de la faz de la Tierra".
Lejos estamos de los ideales republicanos fincados en la búsqueda de la razón y nos acercamos a un mundo en donde no podremos distinguir entre la verdad y la mentira, la superstición y la ciencia. Nos encontramos en una nueva era, en una reinvención del capitalismo que parece alejarse de lo que planteó John Maynard Keynnes en su búsqueda por la reconstrucción de Europa y el mundo al intentar regular a la gran riqueza acumulada en pocas manos. No sabemos a dónde llevarán al mundo estos personajes que acumulan más riqueza que varias naciones en su conjunto. Pero tampoco es momento de sentarse y ver al mundo arder. Ante los embates de una nueva derecha que utiliza a la población LGBT como chivo expiatorio, tendremos que hacer frentes de lucha para defender(nos) como naciones, colectivos de pensamientos diversos y como individuos.
Las izquierdas del mundo deben de volver a la discusión económica que engloba a las masas y contrastar contra estos populismos que en un dos por tres se pueden convertir en fascismos modernos. La izquierda debe volver a hablar de impuestos a la riqueza, de vivienda como derecho, de transporte público y de salud universal. Back to basics.