GOBIERNO DE MÉXICO

Amigos y enemigos en el México del futuro inmediato

Se dice que lo único que queda para México es sumarse a las labores de contención del narcotráfico. | Ricardo de la Peña

Escrito en OPINIÓN el

Es conocida la máxima de Hannah Arendt dicha en una entrevista al escritor francés Roger Errera hace ya medio siglo de que “si todo el mundo te miente siempre, la consecuencia no es que creas en las mentiras, sino que ya nadie cree nada. Esto se debe a que las mentiras, por su propia naturaleza, tienen que cambiarse, y un gobierno mentiroso tiene que reescribir constantemente su propia historia”.

Pues bien: el futuro inmediato nos depara que perdamos la capacidad no sólo de actuar, sino también de pensar y juzgar. Y ello ante el inminente retorno a la Presidencia de Estados Unidos de un mitómano Donald Trump, ya dado al momento de publicarse estas líneas, que además se conjuga con un gobierno apologético y mentiroso en nuestro propio país. Del encuentro de ambos mandatos sólo se podrá encontrar la desfiguración de la verdad por una colección de mentiras acomodadas por cada parte y que serán tan fluidas que podrán cambiar ante cualquier modificación en las condiciones.

El discurso del interés

Pero eso no salva del choque entre las partes, sino que sólo determina las reglas flexibles en el campo de juego. Es verdad que por conveniencia, casi por necesidad, el nuevo gobierno de Estados Unidos deberá combatir el narcotráfico mexicano, en particular por la distribución de fentanilo, una sustancia que destruye el tejido de su sociedad. De ello no derivará un conocimiento de la situación real del mercado del tráfico de estupefacientes, sino sólo el reconocimiento del dibujo que querrán darnos desde el vecino del Norte.

Ellos discriminarán entre los diversos grupos del crimen organizado aquellos que resuelvan combatir de manera más frontal e inmediata, muy factiblemente declarándolos como organizaciones terroristas. Ellos decidirán qué información, sea verídica o inventada, divulgar para justificar las potenciales acciones de represión a estos grupos, sean incursiones de asalto para el secuestro o asesinato de dirigentes, sean acciones de comandos para la desarticulación de laboratorios o incluso el empleo de tecnologías modernas para su destrucción. Ellos irán definiendo a qué actores políticos o económicos de la sociedad mexicana ir responsabilizando de la actuación de los grupos criminales, a los que sumen al combate. Y estas definiciones responderán no necesariamente a las situaciones reales y capacidades de acción criminal, sino a la manifestación de un entresijo de redes de poder que externen más los intereses de civiles y armados del país vecino que la cruda realidad.

La respuesta desde México

Se dice que, ante esta realidad de enfrentamiento directo del poder del Imperio contra las bandas del crimen organizado, lo único que queda para México es sumarse a las labores de contención del narcotráfico. Mas ello supone resolver un dilema existente desde que comenzara la llamada “guerra” que lleva casi dos décadas: poder deslindar el terreno de los amigos y los enemigos, quienes son los otros y quienes nosotros. Y eso no es sencillo; lo que es más, se antoja imposible dado el contubernio y las conexiones entre las organizaciones criminales y los poderes formales. Así que sumarse a una lucha cuyos alcances y delimitaciones las define el otro lado supondría aceptar de antemano los términos de quienes serán considerados como componentes del enemigo. Y eso puede incluir en cualquier momento a cualquier persona física o moral, así sea parte integrante de los gobiernos constituidos o de las relaciones de poder real de quienes tienen el mando. Eso subordinaría al gobierno y a las fuerzas armadas mexicanas en una condición de dependencia de las decisiones que se tomen allá, que podrían actuar contra quienes son socios o componentes de las estructuras de poder de este lado.

Frente a ello, lo esperable es que se enarbole la bandera de la defensa de la soberanía nacional y la libre determinación, aunque ello encubra la persistencia de contubernios o la defensa de enclaves del crimen organizado. Y quienes somos ajenos a las instancias decisorias no podremos distinguir de manera alguna cuándo se tratará efectivamente de una defensa del interés nacional y la independencia y cuándo al respaldo abierto o velado de actores involucrados en el tráfico de estupefacientes. Esto ocurrirá aun y cuando se tome la decisión de participar en el proyecto de erradicación de las bandas criminales, eludiendo la irresponsable perspectiva de descalificar cualquier acción en aras de apoyar al menos algunas de ellas, pues siempre se estará en riesgo de toparse con algún límite definido por los intereses y vínculos entre gobierno y fuerzas armadas mexicanas con las redes criminales que impida asumir como propio lo que se decida desde enfrente.

El juego será lo suficientemente complejo y turbio como para que sea imposible distinguir verdades de mentiras, por lo que simplemente dejaremos de creer y asumiremos que no se entiende el juego y no sabremos quién va ganando, cuándo o  cómo terminará ni si realmente se trata de un esfuerzo por el exterminio del crimen o es la cubierta de otros intereses, como los de dominación desde un poder que se asumirá como supremo y al que le tendrán sin cuidado los límites soberanos de otros, como nosotros.

 

Ricardo de la Peña

@ricartur59