Parece que los medios de comunicación en todo el mundo, le han dado demasiada importancia a la sarta de declaraciones realizadas Donald Trump. ¿vale la pena realmente tomar en cuenta todas declaraciones que ha realizado antes de asumir su segundo mandato? ¿debemos creer todo lo que dice que hará una vez asuma el mandato? ¿debemos preocuparnos por su gabinete de gobierno plagado de halcones? ¿cumplirá a pie juntillas todo lo que ha declarado en política exterior?
Lo que es un hecho, es que, con sus declaraciones, le ha robado el sueño a más de uno mientras otros, “alaban” y vitorean su estilo estridente e insensato de hacer política. La verdad es que Donald Trump me parece que al igual que en su primer mandato, dejará en el tintero muchas de las promesas y amenazas lanzadas al aire, mientras que otras, las pondrá en juego buscando sacar el mayor provecho posible como negociador que es.
Pero lo que es cierto, es que no podrá llevar a la práctica muchas de sus promesas ni amenazas so pena de terminar por incendiar al mundo y llevar al planeta a una conflagración global. Aquí habíamos mencionado que, pese a que lo prometió, no lograría detener la guerra de Ucrania y no por su falta de convicción, si no porque dicha guerra, seguirá siendo auspiciada por Estados Unidos pues representa más que una “defensa de las libertades de los ucranianos”, significa una jugada estratégica en el tablero geopolítico en el que Donald Trump quiere devolverle la grandeza a su país.
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El otro frente es China, de hecho, es el frente de Trump pues él lo dejó abierto con la guerra comercial que Biden nunca cerró, antes que eso, la prolongó con más sanciones a las empresas tecnológicas del gigante asiático. La diferencia es que Trump anuncia sus jugadas y las asume de frente, mientras que Biden, habla menos y actúa más.
Y para muestra fueron los anuncios millonarios en apoyo de armas para Ucrania e Israel antes de terminar su mandato. Esto le deja un panorama complejo por resolver a Trump en geopolítica que él, ahonda más con su discurso beligerante contra de México por los migrantes, el narcotráfico y China.
De hecho, ese es el principal trasfondo de la política de Trump, detener a China, así fue en su primer mandato y así seguirá siendo en esta segunda etapa y para ello, necesita presionar a México para impedir el ascenso de las exportaciones chinas a suelo americano. En ese terreno, el gobierno mexicano ya definió su postura y actúo con prontitud al iniciar de manera más diplomática, una guerra comercial contra los productos e inversiones chinas en nuestro país.
Para lograr lo anterior, Trump ha vuelto al sentido básico y pragmático del capitalismo, desarrollar la economía local y después voltear al exterior. Donald Trump no sólo está rompiendo con los estándares de política y diplomacia, está intentando reconfigurar el modelo capitalista a uno más nacionalista y regional que incluye a México y Canadá.
Para consolidar este proyecto, el gobierno de Trump no escatimará en los recursos que deba utilizar, es decir, seguirá imprimiendo dinero, aunque ello signifique mantener una inflación alta en su país, pues el tercer punto de su estrategia, es seguir controlando y manipulando los mercados financieros que es en donde radica parte del poder que aún le permite concebirse como una potencia global.
El asunto es que dicha supremacía financiera, hoy más que nunca está en peligro de perecer por tres factores primordiales, el primero, por la enorme deuda pública que viene manejando la economía estadounidense desde hace 20 años, el segundo, por la débil capacidad productiva de los Estados Unidos provocada por la globalización y la desindustrialización de su economía y la tercera, debido a que, al menos el 40% de la deuda pública estadounidense, está en manos de China.
Hoy, ante los visos de un nuevo orden financiero global que no dependerá del FMI, del Banco Mundial ni del BID, terminaría por generar un caos monetario global que sumiría al mundo en una fuerte crisis económica en la que, en estos momentos, China saldría mejor posicionada porque domina la producción mundial, posee grandes desarrollos tecnológicos y cuenta con una moneda sólida que terminaría por reforzarse en caso de vender los bonos de deuda estadounidense en su poder.
Este último punto, es el que habrá que seguir de cerca, no es que vaya a suceder por ahora, pues un yuan fuerte, haría más caras las importaciones venidas de china y abarataría al dólar en un momento que Estados Unidos quiere recuperar su liderazgo de país industrializado, basado en el desarrollo de las tecnologías digitales y la inteligencia artificial.
Así que, pese a su ímpetu, Donald Trump deberá ser más inteligente en su política exterior con México, pues endurecer su postura en contra del gobierno mexicano, daría pie a mayores alianzas con China y abriría las puertas para que más países BRICS buscarán a México para hacer negocios. Que es imposible, hay que dejarlo al tiempo, por ello hemos insistido mucho que México no es Ucrania, pues nuestro país tiene un papel mucho más estratégico que sólo ser un socio comercial o un vecino incómodo con el que comparten fronteras, pues un escenario como ese, haría porosa la seguridad de los Estados Unidos.
Donald Trump está ante el reto de devolverle la grandeza a los Estados Unidos, aunque para ello, deba promover el discurso imperialistas y nacionalista al que algunos toman como un posicionamiento literal.