Recientemente, impulsado por las elecciones en Europa y Estados Unidos, ha surgido un debate sobre el "wokismo". El término "woke" significa estar consciente y luchar contra las injusticias, aunque su interpretación varía según el contexto. Originalmente, describía a quienes eran conscientes de las injusticias sociales y raciales y apoyaban movimientos de justicia social. En los últimos meses, "woke" se ha convertido en un término peyorativo para criticar a quienes se perciben como excesivamente activistas o imponen sus valores en la agenda pública y gubernamental.
La defensa de los derechos de grupos y personas no es nueva; desde la antigüedad, movimientos abolicionistas y defensores de los derechos de los indígenas marcaron hitos importantes en la historia. La adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos parecía resolver este debate, estableciendo que los Estados deben salvaguardar garantías inherentes a las personas y crear un equilibrio en la distribución de recursos y políticas que promuevan la equidad y la inclusión.
La presencia de élites tecnocráticas en lugares de decisión ha priorizado la eficiencia económica sobre los derechos, creando una tensión en el liberalismo político y económico. Esta tensión ha servido como excusa para un debate que en realidad es una lucha por el control de la economía y el gobierno. Los críticos de la lucha por los derechos argumentan que puede reprimir la discusión abierta, priorizar la política de identidad sobre el mérito y fomentar una mentalidad divisiva; a la vez que podría limitar las libertades y fomentar una "cultura de la cancelación" respaldada por la corrección política. Esto ha permitido a los críticos argumentar que la eficiencia económica y el mérito son la única forma de garantizar los derechos de las personas.
Te podría interesar
Sin embargo, la época dorada de los derechos humanos coincidió con una restricción económica, impidiendo su plena realización. El reconocimiento de derechos buscaba que los grupos históricamente discriminados no fueran excluidos de la asignación de recursos y garantías, distribuyéndolos de manera progresiva para reparar desventajas mientras se reformaba la estructura que las creaba. Sin embargo, la defensa de los derechos no ha ido acompañada de un crecimiento económico que evitara la lucha por los recursos, priorizando así la asignación de recursos sin hacer el "pastel" más grande.
La defensa de los derechos humanos se ha convertido en un campo de batalla político entre grupos rivales que buscan imponer sus valores y visiones del mundo. Esta lucha abarca tanto la gestión de recursos económicos y sociales como la definición de principios que orientarán el desarrollo de las sociedades. Para que la defensa de los derechos humanos perdure, es fundamental entender que no se trata sólo de una discusión conceptual, sino de una lucha política por gestionar los recursos y establecer condiciones que permitan desarrollos comunitarios y personales solidarios y justos.