IGLESIA CATÓLICA

¿Dios ha muerto en México?

A pesar de la disminución de feligreses y los escándalos, la Iglesia católica mexicana sigue siendo una de las más grandes y conservadoras del mundo. | Julián Galindo Zuluaga*

Escrito en OPINIÓN el

Hace más de 140 años, Friedrich Nietzsche pronunció la famosa frase “Dios ha muerto”. Más que la muerte de un dios, el filósofo alemán se remitía a la pérdida de una escala de valores morales y de pensamiento en la sociedad. Desde al menos el siglo XVIII, es bien sabido la paulatina pérdida de poder de la Iglesia católica a nivel mundial, proceso conocido como secularización, en contraste con el incremento de la autoridad de los Estados-nación. En las últimas décadas, los múltiples escándalos que involucran a religiosos, desde sacerdotes pederastas, el caso de Marcial Maciel, hasta el aparente y reciente secuestro del obispo emérito de Chilpancingo han puesto en duda la legitimidad de la Iglesia mexicana. 

Al día de hoy, con un estimado de 100 millones de fieles, México es el segundo país con más católicos en el mundo, sólo detrás de Brasil. Además, México mantiene una de las provincias eclesiásticas más importantes de la Iglesia católica; existen 99 diócesis agrupadas en 19 arquidiócesis. En consecuencia, el país posee una de las iglesias más grandes, relevantes y conservadoras de todo el mundo. Vale la pena preguntarse si en verdad nos encontramos frente a una Iglesia en declive y crisis.

Desde hace un cuarto de siglo, es innegable que el porcentaje de feligreses ha menguado en México. Veamos la siguiente gráfica:

Fuente: elaboración propia a partir de INEGI (2010, 2020), Statista (2020), Catholic-Hierarchy (2024) y Beltrán (2013)

Con la intención de comparar con otro de los país más católicos de la región, Colombia, podemos anotar que en efecto la tasa porcentual de católicos en México ha disminuido, como es tendencia en América Latina, al pasar de un 76,5% a un 71,6%. En otras palabras, aunque aparentemente la población de católicos ha crecido en las últimas décadas, lo ha hecho a un menor ritmo respecto a la población total. Los diferentes movimientos pentecostales han sido en buena parte responsables de esta disminución.

Sin duda, es necesario dudar de las fuentes tanto oficiales como no oficiales vinculadas al credo e identidad religiosa. Algunas de ellas, por ejemplo, se basan únicamente en las cifras de bautizados, sin tener en cuenta su actual vinculación a la iglesia; otras, en cambio, dividen entre practicantes y no practicantes. Por lo tanto, no podemos considerar únicamente la variable cuantitativa y debemos suponer que, en realidad, el número de católicos en México es porcentualmente menor.

Ahora bien, seamos creyentes o no, es muy complejo escapar de la tradición y realidad cristiana que se ha desarrollado en México. Los templos católicos y sus plazas siguen desempeñando un rol cohesionador, tanto en su papel con los creyentes, como centros de reunión de muchas de las actividades sociales de las comunidades. Se estima que a lo largo de toda la república hay más de 7 100 parroquias, lo que implica un radio de 2.9 templos para cada uno de los 2 469 municipios y demarcaciones mexicanas. Tenemos casos, como en el pueblo de San Miguel Tecuanipa (Puebla), donde no hay presencia estatal ni policía, pero sí un cura.

Es innegable que la Iglesia católica sufre una crisis de desangre. Esto visto tanto en términos de fieles como en las vocaciones sacerdotales. Sin embargo, muchas veces no consideramos que nos referimos a la institución más antigua de la humanidad, con unos 2 mil años de antigüedad. Así pues, las crisis y guerras no son ajenas ni extrañas para el Vaticano, ni mucho menos su capacidad de adaptación, que han refinado por milenios a través de su estamento eclesiástico. 

En la década de 1960, el mundo fue testigo de la celebración del famoso Concilio Vaticano II. Allí, se discutió el papel activo que debía tomar la Iglesia frente al mundo cada vez más moderno. México tomó una voz importante en este magno evento: 46 obispos asistieron al Concilio, donde clamaron, entre otros muchos aspectos, por una mayor apertura a la investigación científica (religiosa) y la inserción del psicoanálisis freudiano en la formación presbiteral. Allí participó el entonces obispo de Tula, José de Jesús Sahagún de la Parra, quien actualmente se acerca a los 103 de años de edad, lo que lo convierte en el obispo más anciano del mundo y el último ordenado por Juan XXIII.

Uno de los mayores aprendizajes que dejó este concilio a los religiosos fue la sensibilidad en torno a los signos de los tiempos. Lo que en sus palabras se refería a las acciones e indicios del Espíritu Santo en la historia, se comprende como una mayor apertura frente a la libertad, el pluralismo, las nuevas tecnologías, la educación, entre otros.

El Concilio dio pie al reforzamiento de algunas congregaciones religiosas, como los Legionarios de Cristo (fundados en México en 1941), a prelaturas personales como el Opus Dei, y también dio pie al surgimiento de nuevos movimientos, como el Camino Neocatecumenal. Estas nuevas experiencias promueven sacerdotes cada vez más aptos y doctos en las tecnologías como medio de influencia católica. Vemos, asimismo, una participación cada vez más activa de las diferentes diócesis y arquidiócesis mexicanas en redes sociales como YouTube, con departamentos de comunicaciones cada vez más especializados, quienes incrementan la exposición frente a las temáticas religiosas. Cada día se afianzan y constituyen más las diferentes Conferencias Episcopales de la región y vemos una mayor vinculación entre ellas a partir de organismos internacionales como el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM), con sede en Bogotá, quienes recientemente estrenaron unas modernas sedes.

En suma, si atendemos únicamente los indicios estadísticos y numéricos podríamos afirmar que, en efecto, Dios ha muerto en México. No obstante, al entrar en la textura del asunto, podemos anotar que la Iglesia católica, a partir de su milenaria experiencia acumulada, se ha insertado y actualizado, a su modo, en lo que podemos considerar la Época Posmoderna. Espiritualidad, religión, creencia y fe son temas que comúnmente se complementan, pero la libertad e individualidad del mundo contemporáneo nos permite gozarlos de manera independiente y única. Queda abierta la discusión: ¿es suficiente esta adaptación de la Iglesia católica para garantizar su supervivencia como institución en el México contemporáneo? 

 

Referencias bibliográficas

Beltrán, W. (2013). Del monopolio católico a la explosión pentecostal. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

Catholic-Hierachy. (2024). Church in Mexico. Retribuido de: http://www.catholic-hierarchy.org/country/mx.html 

INEGI. (2020). “Religión”. Retribuido de: https://www.inegi.org.mx/temas/religion/#informacion_general 

Machuca Vega, E. (2023). “La primera recepción del Concilio Vaticano II en México, 1962-1968”. Hispania Sacra, 75(152), 459–472. https://doi.org/10.3989/hs.2023.35 

Statista. (2020). “Religion affiliation in Mexico as of 2020”. Retribuido de: https://www.statista.com/statistics/275436/religious-affiliation-in-mexico/


Julián Galindo Zuluaga*

Historiador por la Universidad del Rosario (Colombia). Maestro en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora. Estudiante en el Programa Único de Especializaciones en Economía, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus intereses se centran en la historia económica, la historia colonial e historia de la Iglesia. 
 

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