GOBIERNO DE MÉXICO

Políticas de cuidado y visiones del feminismo

El proceso de envejecimiento en México se intensificará a partir de 2030. | Teresa Incháustegui

Escrito en OPINIÓN el

La propuesta de construir el segundo piso de la 4T – como se ha auto identificado el segundo gobierno de Morena-, ha centrado su oferta hacia las mujeres en la instalación de un sistema de cuidado, que se refiere a la creación de servicios de cuidado personal, que descarguen a las mujeres mexicanas de la atención a  niños, niñas y adolescentes; personas en edad avanzada o, con discapacidades permanentes, que en México suman más de  58.3 millones de personas  según la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) realizada por INEGI en 2022.

De acuerdo con ONUMUJERES, los sistemas integrales de cuidados son un conjunto de políticas encaminadas a concretar una nueva organización social orientada a cuidar, asistir y apoyar a las personas que así lo requieren. Su énfasis recae en reconocer, reducir y redistribuir el trabajo de cuidados para alcanzar modelos de cuidados corresponsables no solamente entre hombres y mujeres, sino también entre el Estado, el mercado, la comunidad y los hogares.

Las tareas de cuidado ocupan 24% del tiempo total de las mexicanas, frente al 8% que le dedican los hombres, por lo que nuestro país se sitúa en el tercer lugar entre los mas desiguales en la distribución de cargas de cuidado del continente, sólo por encima de Honduras y Guatemala. El valor económico de esta contribución no remunerada de las mujeres mexicanas representaba en 2022 un monto equivalente al 17.5% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional, equivalente a 1.8 billones de pesos.

El cálculo que han hecho tanto organismos internacionales como ONUMUJERES y Banco Mundial como los organismos regionales para el desarrollo como CEPAL o BID, es que la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, en condiciones de mayor equidad en tiempo, salarios puestos y remuneraciones, sería equivalente a un crecimiento de 20% en el PIB.  Además de representar un aumento entre el 60% y el 90% de los ingresos medios de los hombres. Es decir, se estima que el trabajo impago que realizan las mujeres en las tareas de cuidado de los hogares se volcaría en recursos monetarios adicionales casi en la misma proporción del PIB que su cálculo en tiempo de trabajo no pagado.

Los cálculos de estos organismos consideran también el impacto negativo en los recursos de los hogares, de no tomarse las decisiones que favorezcan la mayor participación de las mujeres en el mercado laboral. Ya que las tasas de envejecimiento de la población, asociadas con la tercera transición demográfica, implican dos costos adicionales para los hogares, por un lado, se incrementa el número de las personas hombres y mujeres que requerirán cuidado, al tiempo que disminuye la proporción de mujeres en edades productivas que puedan ingresar al mercado de trabajo y contribuir a solventar el gasto de los hogares. Para el caso de México, el proceso de envejecimiento se intensificará a partir de 2030, año en que concluirá el bono demográfico y se reduce sensiblemente el número de perceptores de ingreso por hogar, al tiempo que se incrementarán los costos de cuidado por el envejecimiento.

Por lo que en síntesis su propuesta de establecer los sistemas de cuidados en el marco del agotamiento del bono demográfico y el envejecimiento representa una medida compensatoria que puede equilibrar el balance de costos de las tareas de cuidado, entre hombres y mujeres, pero también entre las tres esferas de agencia económica: estado, empresas y hogares, con rendimientos atractivos en la esfera de los derechos y la igualdad de las mujeres. Una suerte de esquema win-win.

Para el feminismo de la igualdad que es el viento que arrea las velas de los organismos internacionales a favor de los derechos humanos desde 1945, al cual se debe una buena parte de los logros y avances en materia de derechos de las mujeres, la igualdad de oportunidades es el santo grial de las transformaciones a las que debemos aspirar en materia de géneros.  Y esto pasa equilibrar el piso en materia de desarrollo humano, empleo, salarios, puestos, decisiones y participación entre unos y otras.  De modo que la carga de cuidado que ha pesado sobre las mujeres al menos desde los inicios de la modernidad (siglo XVIII) y que se consolida con las figuras de la “ama de casa” y el “varón proveedor” en el siglo XX, se abra a un modelo de doble ganador de pan, con las mujeres contribuyendo en mayor medida al ingreso familiar, mientras se fortalecen también su autonomía individual y su capacidad de decisión en los hogares.

Para los feminismos materialista y maternalista -desplazado por el feminismo de la igualdad - desde principios de los años cincuenta-   el tema de los cuidados y de la carga reproductiva asociada al mundo de las mujeres, es tanto un problema relacional correspondiente a las relaciones de género en el cual los hombres han sido considerados corresponsables desde siempre. Como un asunto público que puede abordarse no con cargo al estado, sino en agrupaciones colectivas de mujeres.  No se trata aquí tanto de hacer de todas las mujeres agentes del mercado empoderadas por la autonomía económica y, en esa medida perceptoras de ingresos para los hogares, sino de lograr que la reproducción humana que corre en buena parte a cargo de las mujeres sea reconocida como un valor social, una contribución inestimable pero bien apreciada en el orden social, político y económico.

En esa medida las políticas de cuidado no son colocadas como – para el feminismo de la igualdad – a modo de un pivote auxiliar para sustentar la igualdad de trato de las mujeres en el mundo del trabajo y lograr su realización como individuas agentes de sus propias decisiones al tiempo que se resuelven problemas de ingreso de los hogares, sino el vórtice de una sociedad que revierte su valoración de las mercancías y las cosas, hacia las personas humanas y su cuidado, en una visión más equitativa entre mujeres y hombres y empática con la naturaleza y las otras especies y seres vivos del planeta.

 

Teresa Incháustegui

@terinro