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Debate legislativo, ¿para qué?

El debate que está dando la oposición en el Poder Legislativo es una pérdida de tiempo, energía y recursos. | José Antonio Sosa Plata

Escrito en OPINIÓN el

El debate es uno de los instrumentos más valiosos de la democracia. Dentro de los diversos formatos disponibles, el debate parlamentario tiene un enorme valor por los cambios que es capaz de lograr en la Constitución y las leyes que nos rigen. La discusión abierta, de cara a la Nación, favorece la transparencia, la pluralidad y la rendición de cuentas.

Con el fin de evitar que exista un monopolio en la participación y votación de las y los legisladores en las Cámaras, el debate legislativo es fundamental en las sesiones. Si bien existen reglas precisas para evitar actitudes y argumentos inapropiados, injuriosos o fuera de lugar, lo que en realidad prevalece es el respeto absoluto por la libertad de expresión.

Debatir en el Congreso significa aceptar y conducir con civilidad el conflicto y la diferencia. También abrir oportunidades para la competencia entre partidos, en un marco de institucionalidad y equidad. El intercambio de ideas tiene como propósito principal reflejar la diversidad de grupos e intereses que forman parte de la sociedad.

Hasta aquí la teoría. La realidad es que en términos prácticos el debate legislativo ha entrado en una etapa que podríamos denominar “perder—perder”. Pierden credibilidad los representantes de la mayoría porque al unísono se enfocan en las narrativas que les proporcionan sus dirigentes. Pierde la oposición porque sus palabras no influyen en la votación.

Por si no lo leíste: Arranca el proceso para elegir jueces federales.

La mayoría calificada que lograron Morena y sus aliados en el Congreso le ha dado un nuevo golpe a la oposición. En cada sesión de senadores y diputados hay debate. Sí. Pero visto desde la perspectiva de la incidencia que tiene en la votación, el diálogo y búsqueda de acuerdos no es más que un ejercicio poco eficaz.

En términos de resultados, los ganadores aparentemente no tienen nada de qué preocuparse. Pueden modificar la Constitución y cualquier ley sin considerar lo que digan sus opositores,

bajo el argumento de que esta actitud también es legítima y legal, porque los eligió la mayoría. Lo preocupante es que con este tipo de acciones se alejan de algunos valores de la democracia.

En la conformación actual del Congreso no hay espacio para la incertidumbre. A menos que suceda algo inesperado, las decisiones que se han tomado desde hace meses no cambiarán. Por lo tanto, el sentido de la votación es totalmente predecible, inamovible y contundente, independientemente de lo que se exprese en tribuna.

Te recomendamos: "Debate, esencial en toma de decisiones y construcción de leyes", en Revista Cámara, Periodismo Legislativo, 06/08/2024.

En el escenario político previo a la toma de posesión de la presidenta Claudia Sheinbaum los debates le están aportando muy poco a los partidos. Las reformas seguirán su curso de acuerdo con el plan anunciado. Y la ruta así se mantendrá mientras el espacio para un diálogo abierto, democrático y de concertación siga cerrado.

Los posicionamientos políticos de la oposición quedarán olvidados en los archivos muertos de la historia. Tampoco se juzgará mejor a quienes dieron los mejores argumentos o “frases memorables”, sino a los personajes que cumplieron, para bien o para mal, sus objetivos con eficacia. Los tiempos propicios para recordar durante décadas las “frases célebres” se acabaron el siglo pasado.

Las narrativas impuestas durante este sexenio son de la autoría del presidente Andrés Manuel López Obrador. Todas y todos sus aliados y simpatizantes las siguen al pie de la letra. Los mensajes de la oposición se desdibujaron y desconectaron de la mayor parte de la sociedad desde hace algunos años. No los han actualizado. Incluso se siguen repitiendo sin ningún impacto significativo en las discusiones dentro del Congreso.

Consulta: Carlos Rico Motos. "El debate parlamentario: ¿deliberación o agonismo?", ponencia presentada en el XI Congreso de la Asociación Española de Ciencia Política y de la Administración (AECPA), septiembre 2013.

Si los partidos de oposición se mantienen con la misma “estrategia” de comunicación política no tendrán ninguna posibilidad de volver a equilibrar la balanza. La comunicación es la herramienta más importante y productiva que hoy tienen para hacer frente al poder de las instituciones oficiales, de los programas sociales y del dinero de las prerrogativas a los partidos. Por eso es indispensable el replanteamiento total.

Aún más. Si la oposición sigue focalizando sus energías en torno al debate legislativo sólo seguirá perdiendo tiempo, energía y recursos. En este espacio es muy poco lo que puede lograr para recuperarse del golpe recibido en las elecciones de junio pasado. A ello hay que sumar el desgaste de la ciudadanía por ver algunos de los conflictos innecesarios que se siguen dando dentro y fuera de la tribuna.

El arribo al gobierno de la Dra. Claudia Sheinbaum abre una ventana oportunidad que se tiene que aprovechar. La posibilidad de replantear los términos del diálogo existe, a pesar de la enorme disparidad y desequilibrio que se abrió entre las fuerzas políticas. Para la oposición su mayor prioridad está en la comunicación. Para el oficialismo, en mantener su legitimidad y confianza sin el liderazgo visible de su máximo líder. 

Recomendación editorial: Margarita Bonet Esteva y Francisco Javier Torres Serrano (coordinadores). Argumentación y debate. Introducción al formato parlamentario británico y debate jurídico. Madrid, España: Editorial Dikynson, 2019.

 

José Antonio Sosa Plata

@sosaplata