La madrugada del 25 de abril de 1974 fue muy convulsa en Portugal. Desde la medianoche, anunciante del final del 24 de abril y el comienzo del 25, mensajes fuera de lo común comenzaron a transmitirse a través de la radio de alcance nacional. A diferencia de este momento, en esos años, la radio era el medio de comunicación más efectivo y de mayor alcance en la nación ibérica, y en muchos lugares del mundo.
Quienes le sintonizaban se extrañaban de escuchar canciones y versos de poetas prohibidos en aquel entonces en territorio portugués. De igual manera, de forma subsecuente, se leyeron comunicados para ir explicando algunos pasos a seguir a lo largo del día por venir. En realidad, poca población estaba al tanto de la situación y escuchaba los mensajes. Pero, en los cuarteles militares, gran parte de las tropas esperaban cada una de las instrucciones para tomar los puntos estratégicos más relevantes de esta nación bañada por las aguas del Océano Atlántico.
Portugal estaba inmerso en varios conflictos armados en algunos países de África, donde ejercía un papel dominante y colonizador, en los que el deseo de liberarse estaba exacerbado, y a pesar de todos los esfuerzos bélicos portugueses, los movimientos de independencia no daban pasos atrás, sino por el contrario, se fortalecían y se imponían. En contra respuesta, miles de jóvenes portugueses eran enviados a los frentes de Angola, Guinea y Mozambique, donde morían o eran heridos, en muchos casos, con discapacidades adquiridas para el resto de sus vidas.
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En la metrópoli, en el corazón de cultura portuguesa, el escenario sociopolítico era el de un país sumido en un gobierno dictatorial desde 1926, tras el golpe militar de Antonio de Oliveira Salazar, quien fungió como líder de gobierno hasta 1970, seguido de Marcelo Caetano, quien entregó el gobierno el 26 de abril de 1974. Período colmado de censura, de persecución contra las ideas diferentes, de estancamiento ideológico, económico y social.
Ese 25 de abril, poco a poco, las estructuras anquilosadas se fueron resquebrajando. Las fuerzas militares fueron tomando espacios importantes en Lisboa y otras ciudades clave portuguesas con una característica particular, no realizar ningún disparo en contra de otros militares o de la población. Así, los avances fueron pacíficos, la propia ciudadanía se acercaba a los cuerpos golpistas para ofrecerles algún alimento, agua, dulces, y al paso del día, claveles rojos, en señal de respaldo, y en espera, de que el gobierno dimitiera ante la presión de este gran grupo rebelde miliciano.
Parte de los hechos ocurridos hace medio siglo en la nación portuguesa han sido recopilados por el periodista brasileño, Ricardo Viel, quien, en un ejercicio de memoria colectiva, periodismo literario e investigación histórica, publicó La Revolución de los Claveles. Símbolos y testimonios del 25 de abril en Portugal (FCE, 2024) con una propuesta de saber lo que ocurrió aquel día, pero no desde el punto de vista institucional o documental, sino de las voces y miradas de quienes, por diversas circunstancias, participaron en el momento.
Insertarse en el “alma de los acontecimientos”, como lo propone Svetlana Aleksievich, dar voz a quienes no han sido escuchados, pero que dieron sustento al suceso, comprender el imaginario colectivo de ese momento para saber el por qué, de la nada, se eliminó a un gobierno perpetuado por cinco décadas en el poder. Esa es la historia compartida por Viel, la de viva voz, la de quienes estuvieron allí sin saber lo que representaría ese día para el resto de sus vidas y para otras generaciones.
Por eso, en este libro aparece el testimonio de José Alves Costa, el francotirador que se negó a disparar en contra de otros militares, y cuya decisión fue clave para evitar un conflicto armado en el corazón de Lisboa. Su actitud reflejó que ningún militar, independientemente de su bando, quería un derramamiento de sangre, sino más bien, cambiar el panorama futuro de su país.
Al igual que otras voces como las de fotógrafos, los locutores de la radio tomada por las fuerzas militares, otros integrantes del ejército, piezas clave en este ejercicio de Viel, que nos recuerda la trascendencia de un momento histórico fundamental para la transformación de la sociedad portuguesa, pero también, la importancia de que dicha movilización se haya realizado sin acciones violentas, de tal manera que, el nombre mismo del suceso aluda a los claveles rojos, símbolo de flores de paz, un espíritu muy necesario en estos tiempos de polarización social a escala global.
Un espíritu que vale la pena traer a cuenta en esta víspera del Día Internacional de la Paz, cuya finalidad es recordarnos que “la paz no solo consiste en la ausencia de conflictos, sino que también requiere un proceso positivo, dinámico y participativo en el que se promueva el diálogo y se resuelvan los conflictos con espíritu de entendimiento y cooperación mutuo".