Populismo es un término complejo pero muy utilizado hoy en día. Muchos debates han surgido alrededor de él. Se le ha estigmatizado o se le ha dado una connotación negativa, cuando más bien podría ser un término o concepto clave para entender el devenir en la arena política de prácticamente todos los países del mundo, pues su irrupción no es exclusiva de los países en desarrollo, donde, desde visiones aún colonialistas, no hay una cultura democrática, sino que también está presente en las naciones del Norte global o “desarrolladas”.
Algunos autores coinciden en que sus bases están sustentadas en la caracterización de una sociedad separada en dos grupos homogéneos y antagónicos. En que es la expresión de la voluntad popular o un conjunto de ideas combinadas con diferentes ideologías, muchas veces contradictorias entre sí. A la vez que es la producción de un escenario de la lucha del pueblo contra la élite corrupta, que no requiere necesariamente de un líder carismático y tiene ciertos tintes morales.
Otras posturas dicen que el populismo emana necesariamente de un líder carismático y advierten que este es un requisito para que un movimiento sea considerado como populista. Es decir, requiere de un actor social al cual sigan las demás personas.
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Algunos de los requisitos para su surgimiento señalados por algunos de los estudiosos sobre el tema son la falta de creencia en los partidos políticos y un desencanto en general con la política. Además de ser resultado de la poca apertura por parte de los partidos políticos hacia algunas expresiones o matices que no habían encontrado o creado una agenda política.
Hay quienes lo asocian con lo autoritario, quienes consideran que requiere de cierta dosis de autoritarismo para ser efectivo o incluso de buscar controlar todos los mecanismos de poder. Aunque la premisa base es la proposición de una división entre el pueblo y la élite, dando cabida al surgimiento de zanjas existentes anteriormente o nuevas que dan cabida a quienes no se sentían identificados anteriormente con alguna propuesta u opción política.
En contra respuesta, hay un alejamiento de las élites o se les percibe como alejadas. Se les asocia totalmente con la corrupción, el clasismo, el privilegio económico, los malos manejos, el sectarismo social, y con quienes ocupan la palabra para descalificar a las movilizaciones sociales que les cuestionan sus privilegios.
A diferencia de otros momentos de la historia, algo que ha facilitado la diseminación de las propuestas populistas o de los movimientos populistas son la nueva mediosfera, esos espacios de las redes sociales en los que es posible diseminar las ideas sin una gran inversión económica ni una gran infraestructura mediática y ni siquiera captar la atención de los grandes medios de comunicación para poder posicionarse en la esfera pública o llamar la atención de diferentes sectores de la población. Más aún si dichos mensajes son contrarios a los intereses de las élites.
De cierta manera, la disminución de las barreras para acceder a medios de difusión masiva incentiva la posibilidad de la difusión de un discurso.
Autores como Mudde y Rovira han señalado que es una “ideología delgada” que requiere de otras ideologías para poder sustentarse a fin de poder propiciar una posición antagónica, por lo regular, entre lo que es considerado el pueblo, aquella colectividad alejada de lo asumido como privilegio, y aquello socialmente asumido como élite o “por encima del pueblo”, que acumula el poder político, económico y/o mediático.
Desde esta perspectiva, otro término relevante es el de la voluntad del pueblo, asumido como ese vínculo a favor de los intereses comunes y su reforzamiento, e incluso su institucionalización. Para estos autores, en ciertas regiones del mundo, como Estados Unidos y Europa, a comienzos de este siglo, las reivindicaciones populistas tienen más sustento en las ideologías asociadas a la derecha que a las de izquierda.
De acuerdo con la clasificación elaborada por los autores, puede haber cuatro estadios derivados del populismo: autoritarismo pleno, autoritarismo competitivo, democracia electoral, democracia liberal. Por lo que, claramente señalan, el populismo no es contrario a la democracia.
En unas de sus famosas tesis, el filósofo Enrique Dussel explica cómo el concepto se ha transformado al paso del tiempo, de ser un concepto asociado a las movilizaciones sociales de principio del siglo XX en lugares como América Latina a un término negativo para minusvalorar a quienes cuestionaban las políticas neoliberales, que, en el trasfondo, deja de lado la esencia de pueblo, comprendido como ese ente capaz de ejercer el poder popular, “un sistema político que cree nuevas instituciones de participación en todos los niveles de las estructuras políticas, en la sociedad civil y política del Estado, y constitucionalmente”.
Simplemente, uno de los pilares de la democracia, lejos de la demagogia.