El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que su último acto público y político será el Grito de Independencia en el Zócalo de la Ciudad de México. Un multitudinario y simbólico festejo de despedida, que se realiza pocos días después de que la reforma Judicial fue aprobada, sin alterarla con una coma, por una “mayoría calificada” de Morena y sus aliados en el Congreso y en la víspera de entregar la banda presidencial a su sucesora Claudia Sheinbaum.
En un ambiente de polarización política –donde unos afirman que estamos en el umbral de la Cuarta Transformación y otros, al inicio de la “dictadura legal”– y cuando todavía se recuerda el zafarrancho en el Senado, el presidente López Obrador cierra su sexenio con una aprobación que fluctúa entre 76, 73 y 65 por ciento, según las últimas encuestas realizadas por Enkoll, De las Heras –Demotecnia y el periódico El Financiero.
De acuerdo a estos sondeos, señaló Rodrigo Galván, director de la encuestadora Demotecnia, la gente considera que lo mejor que hizo López Obrador fue el apoyo a los adultos mayores, pero incluso aquellos que aprueban su gestión, reconocen que no logró disminuir la inseguridad.
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Hace un año, se cancelaron los festejos patrios en al menos 12 municipios de cuatro estados (Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Michoacán), debido a la violencia que se vive en el país. Y el frente opositor, encabezado por la candidata Xóchitl Gálvez, realizó una ceremonia paralela del Grito de Independencia en Dolores, Hidalgo.
De hecho, la lucha para ganar la “mayoría calificada” en el Congreso y su conflictivo desenlace en la sesión del Senado, donde se aprobó la reforma al poder Judicial, tuvo como preámbulo la ceremonia del Grito en septiembre de 2023, donde López Obrador excluyó deliberadamente como invitados a los representantes del Congreso de la Unión y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
No hay un protocolo oficial en la arenga y cada presidente marca su propio estilo al dar el Grito de Independencia. Lázaro Cárdenas, por ejemplo, lanzó en 1936 un “¡Viva la revolución social!”; Luis Echeverría, en 1975, gritó “vivan los países del Tercer mundo”; López Portillo en 1982 arengó por la soberanía y la autodeterminación y Vicente Fox, en 2002, utilizó el lenguaje incluyente de ¡mexicanas y mexicanos!.
López Obrador, a su vez, en el primer Grito que dio en 2019, no sólo nombró a los héroes de la Independencia, también dedicó vivas a las madres y a los padres; a los héroes anónimos; al pueblo de México; a las comunidades indígenas; a la justicia; a la soberanía y a la fraternidad universal.
Sin embargo, le tocaría encabezar dos ceremonias del Grito ante un Zócalo vacío, en los años de la pandemia. En 2020, el presidente dedicó un minuto de silencio en memoria de las víctimas del Covid y lo mismo hizo en 2021, año en que la pandemia en el país ya había causado casi 270 mil muertes y más de 3 millones de contagios.
Aún así, en aquella ocasión, tuvo como invitado especial al presidente de Cuba, Miguel Díaz – Canel, que asistió al desfile conmemorativo de la Independencia, quien pronunció un discurso para denunciar que la isla enfrentaba “los embates de una guerra multidimensional, con un bloqueo criminal”; hecho que, obviamente, generó controversia en los medios informativos.
Tras dos años de pandemia, los festejos del siguiente aniversario de la Independencia, iniciaron la noche del 16 de septiembre de 2022 con un concierto de los Tigres del Norte en el Zócalo capitalino. En los balcones de Palacio Nacional aparecieron los invitados del presidente: José Mujica, expresidente de Uruguay; Evo Morales, expresidente de Bolivia; Aleida Guevara, la hija del Che; además de John Shipton y Gabriel Shipton, padre y hermano de Julian Assange.
Esa noche, López Obrador, desde el balcón presidencial, además de los “vivas a los héroes”, lanzó “mueras” a la corrupción, el clasismo y el racismo.