Esta semana que termina fue el debate presidencial en Estados Unidos. La mayoría de los testigos vieron ganar a la candidata demócrata sobre el republicano. Incluso, quienes concluyen lo contrario, lo hacen invocando principalmente elementos ajenos al propio debate, o haciendo referencia a sus propias expectativas políticas.
Pero, no creo que se trate en realidad de decidir quién ganó el debate, sino como ocurre en cada proceso electoral, valorar en el mediano plazo el peso que tendrá ese evento solito, o en conjunto, al momento de que la gente emita su voto.
Si tomáramos como referencia el impacto mediático inmediato al final del encuentro pareciera que el arroz ya está cocido. Pero casi nunca es así. Los efectos de un episodio de campaña son sustituidos por los del siguiente.
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Por supuesto, los debates pueden tener importancia definitiva. Fue precisamente el encuentro sostenido entre el candidato republicano y el presidente de Estados Unidos lo que determinó dar por terminada la precandidatura del presidente Biden y oficializar a Kamala Harris como la candidata demócrata. Pero este mismo ejemplo aplica para ilustrar el límite de sus efectos. La mayoría de quienes siguieron el debate parecen estar de acuerdo en que el desempeño del presidente Biden fue superado por el de Trump, incluso, llegándose a cuestionar las capacidades del presidente para continuar ejerciendo su mandato. Curiosamente, una vez que abandonó su intención de reelegirse, dichos cuestionamientos desaparecieron prácticamente. No obstante, millones de simpatizantes demócratas estaban decididos a mantener su voto en favor del presidente a pesar de lo visto en el debate. Lo más probable es que ahora los simpatizantes del candidato republicano asuman una posición similar y mantengan su preferencia electoral a pesar de lo ocurrido en el intercambio entre Trump y Harris.
Claramente la mayoría de los efectos en la intención del voto se dan entre los indecisos que entre los fieles seguidores de un candidato o partido político.
Resulta curioso que hace algunas semanas estábamos en un escenario completamente distinto. El intento de asesinato del ex presidente parecía elevarlo a niveles de mártir a donde sería casi imposible alcanzarlo. La imagen de Donald Trump ensangrentado levantando el puño y con la bandera estadounidense de fondo parecía la profecía de su victoria electoral. Hoy esa escena ha perdido un poco de color.
Hoy los seguidores republicanos acusan a los moderadores de haber inclinado la balanza hacia Harris a través de sus intervenciones parciales. En México también se han discutido cosas así. Durante la pasada elección, una moderadora de televisa en uno de los debates parecía querer su propio atril.
Todavía restan como 50 días para la elección. Veremos cuántas anécdotas más surgen. La de los migrantes comiéndose las mascotas de las familias estadounidenses, como ha estado el rumor en las redes sobre todo entre personajes conservadores, es un gran ejemplo. Quién sabe si es un intento de apelar a esos grupos sociales para quienes una triste historia de un gato o un perro es la tragedia más grande que puede haber en la vida.
Por el otro lado, ya salió que Taylor Swift va a votar por la candidata demócrata. No dejo de pensar que si alguien decide su voto siguiendo la intención de la cantante es una historia tan triste como la del gato que se comieron los haitianos.
En fin. Parece que no habrá debates presidenciales, pero seguramente las sorpresas no faltarán.