Han pasado dos semanas de la detención de Ismael “El Mayo” Zambada y de Joaquín Guzmán López –hijo del Chapo Guzmán–, sin que hasta el momento se tenga información de cómo ocurrió, pues lo único que se sabe es que viajaban en un avión privado y aterrizaron en un aeropuerto cercano a El Paso, Texas donde los esperaban agentes federales estadounidenses. Se han manejado distintas versiones, que se entregaron voluntariamente, que El Mayo fue engañado por el chapito para entregarlo al gobierno norteamericano por venganza y/o a cambio de beneficios para él y sus familiares que están recluidos en cárceles del país vecino, o que fue secuestrado en territorio nacional por elementos de alguna agencia norteamericana –presumiblemente el FBI– y trasladados al país vecino donde se oficializó la captura.
Lo más delicado es que al parecer el gobierno mexicano tampoco tiene idea de lo que realmente sucedió el pasado 25 de julio y que debe ser esclarecido pues, de ser cierta la última hipótesis, se habría violado la soberanía nacional y todo indica que no sería la primera vez si recordamos el caso del doctor Humberto Álvarez Machain quien presuntamente participó en el asesinato del agente de la DEA Enrique Kiki Camarena. En este punto, es obligado cuestionar el papel que jugaron, o más bien la omisión y evidentes fallas de los servicios de inteligencia mexicanos que al parecer no se enteraron de nada, así como también es de poner atención a la gran desconfianza del gobierno norteamericano hacia nuestro gobierno a quien hicieron a un lado y a la fecha han dado información a cuenta gotas.
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Otra incógnita de la mayor relevancia que debe ser despejada, es como a lo largo de casi cinco décadas, El Mayo Zambada, uno de los fundadores del cártel de Sinaloa y de los criminales más buscados a nivel mundial por el que se ofrecía una recompensa de 15 millones de dólares, pudo actuar con total impunidad sin que fuera detenido, lo que no es posible explicar tan solo por su habilidad y el bajo perfil con el que siempre se manejó –a diferencia de muchos otros capos que gustan del alarde y ostentación de su poder–, sino por una amplia red de corrupción y complicidad en la que probablemente han estado involucradas autoridades de los tres niveles de gobierno, altos mandos de diversas corporaciones policiales e incluso hasta de las fuerzas armadas.
Seguramente la captura del Mayo no va a cambiar mucho el mapa del narcotráfico como él mismo reconoció en la célebre entrevista con el periodista Julio Scherer hace 14 años, e incluso es probable que la violencia siga incrementándose por el perfil aún más sanguinario de las nuevas generaciones de capos de la delincuencia organizada y las disputas por el control territorial. Sin embargo, es una buena oportunidad para que Zambada –quien será juzgado en la corte de Nueva York por Brian Cogan, el mismo juez que condenó a cadena perpetua al Chapo Guzmán–, devele la enorme lista de funcionarios y mandos policiales que brindan protección o que de plano están al servicio de los grupos criminales en México y, también hay que decirlo, en Estados Unidos ya que es falso que en ese país solo haya pobres consumidores como se ha pretendido hacer creer, pues para que la droga llegue se requiere de un complejo entramado que permita el traslado, almacenamiento, distribución y venta. Si realmente se quiere combatir a los grupos del crimen organizado, no basta con capturar a sus líderes, es indispensable desmantelar las corruptas redes de protección y complicidad sin las cuales, muy difícilmente podrían operar. Probablemente en estos momentos, muchos estarán nerviosos.